Recursos literarios

Según la crítica, soy uno de los mejores autores de literatura erótica. Mi obra está bien colocada en manos de muchos lectores en diferentes países, pero un día pensé que debía rebasar mis límites. Siguiendo los consejos de Horacio Quiroga, decidí “alejarme del sentimiento y las sensaciones” para poder escribir una obra memorable, por eso solicité la castración química. La obtuve gracias a que convencí a mi psiquiatra[1] de que era lo mejor y que si no lo autorizaba quizás cometería crímenes horrendos.[2]

Durante los siguientes tres años escribí siete novelas y no tuve ningún tipo de contacto sexual, ni siquiera visual o auditivo. Debo decir que la castración química, además de una medida higiénica que debería emplearse con más frecuencia en nuestra sociedad, resulta un aliciente artístico-intelectual. Mermar la libido ayuda a eliminar distracciones, como la de espiar a mi vecina mientras me masturbo en la azotea o pensar en los pechos de mi prima cada vez que debo concentrarme en la escritura.

Terminé la zaga de un personaje[3] que espero se vuelva memorable por sus aventuras en una universidad pública, pero lo que más anhelo es que termine por fin este periodo de eunuco para poner en práctica todo lo que escribí.


[1] El doctor Giorgio Nardone, fallecido tres años después de mi proceso de castración mientras daba una de sus famosas terapias breves a un pervertido de ochenta años en su consultorio de Milán, fue calcinado y sus cenizas reposan en una capilla en Roma, según sus deseos.

[2] Los psiquiatras son más fáciles de engañar que un niño chiquito, solo hace falta mencionar palabras como perversión, desviaciones, Edipo o no le pagaré para que accedan a autorizar las más bajas estupideces o los más agresivos medicamentos.

[3] El personaje es como usted, un lector que poco a poco es llevado por su morbo a leer más erotismo y pornografía hasta que comienza a llevar a la realidad cada una de sus fantasías.

1 comentario

  1. Felicitaciones, Maestro Zetina!!!

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