Metábola y metáfora para la creación

Digresión retórica de la palabra

Hablar del lenguaje es hablar de creación, también de comunicación, de mensaje, de hablantes, de medios, de conocimiento, de diálogo, de debate, de cultura, de vida, de pensamiento, de amor. El lenguaje es la migaja de pan que la humanidad va dejando para que los que vienen después no se pierdan en el camino. “¿Hay cosas que solo pueden decirse mediante metáforas y no con lenguaje directo?”, pregunta un lector de Ricoeur en internet (Rolando, 2011). La Dra. Ethel Krauze va más allá y cuestiona: “¿Qué tanto sirve una metáfora para comprender el mundo?” (Krauze, 2022).

Para hablar del lenguaje debemos usar la función metalingüística de la lengua que estableció Roman Jakobson (figura 1), lo que se entiende como “Lenguaje utilizado para describir un sistema de lenguaje de programación” (RAE, 2022). La serpiente que se muerde la cola, el lenguaje hablando del lenguaje. Y no podría ser de otra forma. El lenguaje es el medio ideal e indispensable para todo fenómeno comprensible.

Figura 1. Diagrama de Las funciones de la lengua

Fuente: UNAM: https://www.examendelaunam.com/materia/espanol/funciones-de-la-lengua/

            En este documento se entiende la metábola, principalmente, como un acercamiento a la retórica en sus bases. Dicen que, para ser original, conviene ir al origen. Se puntualiza en los conceptos de metábola y metáfora, por ser dos casos de amplio espectro, por así decirlo, a partir de los cuales pueden comprenderse diversas formas de la composición de nuestro idioma (o de cualquiera), además de que su plasticidad permite una gran gama de expresiones.

            No carece, esta exposición, de cierta digresión, quizás por momentos errática, en pos de la precisión. Como artista y perenne estudiante, lo considero indispensable para la búsqueda de nuevos estadios de la razón; es decir, se sigue la línea del conocimiento objetivo, pero también se permite un grado de intuición, de creatividad, insisto, de divagación en torno al tema.

Metábola

De acuerdo con Helena Beristáin, la metábola (también metábole) implica algún cambio, que puede ser por similitud o por repetición, en sentido contrario o inverso. Se cambia A por B, pero cuando son distintos, no de igual naturaleza. Es, ante todo, un cambio de forma. Puede ser usado como anagnórisis, entendido como una acción de homenaje de un personaje a otro en una obra literaria, con lo que, generalmente, puede desatarse el nudo de la historia (Beristáin, 1995, pág. 307). Entendida o usada de esta forma, la metábola podría concebirse como un giro narrativo, un giro retórico-literario.

La autora menciona que algunas de las expresiones de la metábola son: metátesis (1. f. Fon. Cambio de lugar de algún sonido en un vocablo, como en perlado por prelado) (RAE, 2022); hipérbaton (1. m. Ret. Alteración del orden que las palabras tienen habitualmente en el discurso, como en por mi mano plantado tengo un huerto) (RAE, 2022); e hipálage (1. f. Ret. Atribución de un complemento a una palabra distinta de aquella a la que debería referirse lógicamente, como en El público llenaba las ruidosas gradas) (RAE, 2022).

Sin importar el tipo de cambio ni el nivel de la lengua que afecte, la metábola ocurre cuando hay cambio, mudanza, alteración, variación, traslado, mutación, sustitución, transformación, intercambio, metamorfosis en un contexto textual.

Ricardo Mazón Fonseca nos da un ejemplo de metábola cuando funciona como metonimia: “Un ejemplo de este segundo sentido sería el siguiente: ‘se mató, luchó, hizo lo imposible’”.  Añade que: “en el análisis literario […] es el cambio repentino de fortuna, de destino —para bien o para mal— de un personaje en una narración” (Mazón-Fonseca, 2015), redundando en el tema.

Relación con la metáfora

La metáfora es una comparación directa, o abreviada (Forradellas & Marchese, 2013, pág. 256), o una “Traslación del sentido recto de una voz a otro figurado, en virtud de una comparación tácita, como en las perlas del rocío, la primavera de la vida o refrenar las pasiones” (RAE, 2022). La comparación indirecta sería “las perlas como las del rocío” o “la juventud es una etapa de la vida que se parece bastante a la primavera”.

            En su Diccionario de retórica, crítica y terminología literaria, Marchese y Forradellas añaden esta precisión sobre la metáfora, que me parece adecuada, debido a que nos explica, o que permite contemplar, precisamente, las amplias posibilidades de la metáfora:

En la metáfora, el mecanismo de desplazamiento semántico puede producirse a través de un término intermedio que tiene propiedades inherentes que son comunes a los dos términos que hacen de punto de partida y punto de llegada de la metáfora (X e Y). Por ejemplo, la metáfora la boca de la cueva reposa sobre la traslación «entrada» —» «boca» (respectivamente X e Y) que se hace posible por el término intermedio «abertura, ingreso», que es común tanto al llamado «vehículo» de la metáfora (X) como al «tenor» (Y) (Forradellas & Marchese, 2013, pág. 256).

            Por su parte, en la metábola los elementos se relacionan entre sí por una relación que hay en ellos de oposición, de opuestos, de extremos, de polos, u otra, pero en el mismo sentido, lo que implica una relación entre ellos, aunque propuesta de una forma en que se unen, por ejemplo, en “era bien vivo el muerto”, vivo y muerto son opuestos, pero en este caso vivo representa una metáfora (la de ser avispado, hábil, con gran pericia), que se opone (y no) a muerto. El muerto, muerto está, pero era muy vivo cuando estaba vivo. Como vemos, es, además, un juego de palabras.

En metábola y en metáfora hay una relación entre dos elementos. La metábola relaciona dos elementos de forma opuesta; la metáfora relaciona dos elementos que “habitualmente no se vinculan” (Beristáin, 1995, pág. 308). Puede entenderse como que en la metáfora hay una coposesión de significados (o semas), mientras que en la metábola hay un cambio en los semas. La metáfora implica cierta identidad o contigüidad entre semas, aunque sean de distinta naturaleza; la metábola necesita que los elementos sean distintos (para que, incluso, se perviertan o se genere un cambio en ellos); pero en ambos casos su efecto produce un tercer significado, diferente a los dos previos.

            La metáfora también puede entenderse como una “modificación del contenido” (Beristáin, 1995, pág. 309). Esto se da, por ejemplo, según Stanfort y Wimsatt, cuando un término se usa en un contexto no natural o que “no le corresponde”, o que no está ahí porque le corresponda, sino que por medio del lenguaje alguien (un hablante) lo pone ahí. De ello, además, puede seguirse que hay un escucha o lector que toma lo puesto ahí y lo acomoda en su campo semántico, porque se entiende. O sea, por medio de la metáfora, no se elimina el contenido ni el significado, sino que se crea otro significado.

La metáfora en sí

La metáfora puede entenderse como un “instrumento cognoscitivo”, a fin de cuentas, es un ejercicio mental. Es, la metáfora, contraria al pensamiento lógico —más bien objetivo, comprobable—, porque implica un sentido figurado de los fenómenos de los que se hable. La ciencia, digamos, la biología, podría decir “los humanos son mamíferos bípedos, mortales y con costumbres parasitarias”, mientras, mediante la metáfora, podríamos decir: “los humanos somos muerte y destrucción”.

            Los humanos no somos solo exterminio, y tampoco pura animalidad, sino una mezcla de muchas características. Visto así, el pensamiento lógico y los tropos son herramientas complementarias para comprender la realidad (en caso de algo así exista), el mundo y su representación, la fenomenología de la vida, quizás. Mientras la lógica denota, la metáfora connota (Beristáin, 1995, pág. 310).

            La metáfora es la traslación de un significado a otro sema, según nos dice Beristáin, pero que ya Aristóteles menciona. Hay una interacción semántica, una especie de préstamo o regalo entre conceptos. A da a B lo que necesita para ser B, pero también para ser A o quizás para ser AB o C.

            Por otro lado, podríamos preguntarnos si los tropos son solo adornos (ornamentos) para embellecer el discurso retórico de cualquier hablante. Podría ser, solo que, en algún punto, el uso de las metáforas en cualquier discurso podrían llevarlo al límite o a las fronteras de la comprensión del mismo.

            Aristóteles observa la metáfora como la relación entre dos semas diferentes, mientras que desde Dumarsais se concibe la metáfora como la posibilidad de una unión de ambos. Más tarde, Richards y Empson consideran, más bien, que hay una “interacción semántica” (Beristáin, 1995, pág. 312). Por ejemplo, veamos la relación de la metáfora con la sinécdoque (la parte por el todo o viceversa), la metonimia (el efecto por la causa o viceversa) y la metalepsis (antecedente-consecuente).

  1. Metáfora y sinécdoque

La sinécdoque es mencionar a un entero por una de sus partes, a una cosa por alguno de sus detalles, quizás el más significativo, pero, sin duda, algo siempre reconocible por los hablantes en su contexto. Un ejemplo nítido es decir “cien cabezas por cien reses” (RAE, 2022); aquí se toma la cabeza del animal para nombrar a todo el universo vacuno mencionado; no es que se tengan cabezas sueltas de ganado, sino que los animales se consideran porque tienen una cabeza (y en efecto, la poseen), lo que se toma como unidad de medida para su conteo.

Un ejemplo literario es el conocido verso de Quevedo “Era un hombre a una nariz pegado”, que incluso podría reducirse aún más, al decir “Ahí viene el Nariz”, convirtiendo a la parte en el todo, cambiando el sustantivo propio (el nombre del hombre), por un sustantivo común convertido en propio, elevado a ello, además, por el uso de la mayúscula inicial.

Beristain menciona que dos sinécdoques pueden conformar una metáfora (Beristáin, 1995, pág. 312). Hagamos la prueba: “Mis cabezas piensan en pienso” es una metáfora que toma al ganado como cabezas y al pienso como todo el alimento posible, lo que permite que los individuos sigan vivos. La primera sinécdoque es cabeza = vaca; la segunda es pienso = alimento. No estoy seguro de que se cumpla, pero hay dos sinécdoques que derivan (o convergen) en una metáfora: la de las vacas hambrientas que buscan comida.

  • Metáfora y metonimia

Metonimia es un “tropo que consiste en designar algo con el nombre de otra cosa tomando el efecto por la causa o viceversa, el autor por sus obras, el signo por la cosa significada, etc.; p. ej., las canas por la vejez; leer a Virgilio, por leer las obras de Virgilio; el laurel por la gloria, etc.”. (RAE, 2022). La metonimia designa una cosa con el nombre de otra, pero porque entrambas se relacionan por su aspecto, efecto u otra razón, que permite cambiar una por otra. Así, A se vuelve B, o B se vuelve A, o ambos efectos ocurren al mismo tiempo, en viceversa.

En relación con el “término intermedio”, sabemos que puede haber un término que tiene relación con dos términos y los une o relaciona (B relaciona a A con C), como en “te chilla la ardilla”, en referencia con “te huele la axila”; aquí hay una axila y un animal, lo que los une es que ambos (ardilla y axila) se expresan de alguna forma perceptible por medio de los sentidos: la ardilla chilla y con ello se evidencia su presencia; cuando la axila apesta también se hace evidente; entonces, lo que une a la ardilla y a la axila es que ambas pueden conocerse por medio de los sentidos (ardilla: oído; axila: olfato). Aquí hay una metáfora, porque tomamos axila por ardilla, equiparando o comparando o relacionando ambas cosas. Una ardilla chilla, entonces podemos saber que está ahí; una axila huele feo, entonces se evidencia que eso está ocurriendo.

  • Metáfora y metalepsis

Metalepsis, del griego μετάληψις metálēpsis ‘cambio’ (RAE, 2022), pero no un cambio cualquiera, sino con un concepto más amplio: “consiste en expresar una acción mediante otra relacionada metonímicamente con ella” (Wikipedia, 2019). Puede entenderse como que, en el caso de dos acciones, una se mencione con la otra (ocurre B, porque ocurrió A). Con ello, pueden ocurrir saltos o giros narrativos. Por ejemplo, cuando un personaje le dice a otro: “Explícame lo que pensaste al asesinarlo”, se está obviando que el personaje interrogado mató a alguien y que incluso pensaba algo al momento de hacerlo. También puede ocurrir cuando “los personajes de la narración rompen la barrera de su mundo y se conectan con el mundo real del narrador o al contrario, en la cual, el narrador externo puede insertarse en el mundo ficticio de la narración” (Sancler, 2018); ejemplo de esto puede ser cuando en la televisión un personaje habla al público: “Pero usted, querido espectador, tiene la última palabra”; o cuando un personaje narrativo irrumpe en otra realidad, como cuando en la novela Niebla, de Unamuno, el protagonista va a buscar al autor a su casa, para quejarse de su destino; o cuando en La historia sin fin de Ende el personaje se mete en un viaje a través de un libro.

            Siguiendo con Beristáin, hay dos tipos de metáfora: en presencia y en ausencia (Beristáin, 1995, pág. 314). En presencia se da cuando los dos elementos (A y B) están presentes, se mencionan, como en el verso de Victor Hugo “La vida es una oración interrumpida”, donde los elementos son la vida (A) y una oración (B), cuyo adjetivo “interrumpida” convierte la metáfora en algo más dramático. Sabemos qué es la vida (simplificando, estar vivo) y lo que es una oración (sintaxis); incluso comprendemos lo que es una interrupción (corte abrupto); si la vida fuera oración completa sería igualmente una metáfora interesante, la vida como sintaxis, como prosodia, como texto; pero si es interrumpida, es algo mutilado, incompleto, pausado.

            En la metáfora en ausencia no están presentes los elementos básicos, sino que se presentan sus transformaciones, por ejemplo, la metáfora popular “Ahora o la bebes o la derramas” no se indica (o no es necesario que se indique) a qué se refiere. Podemos deducir que es el agua al borde de un recipiente (por ejemplo, un vaso), la cual hay que beber o dejar que se derrame para que las cosas vuelvan a la normalidad. Pero esa explicación es falsa, nunca se trata de un vaso, sino de una situación, por ejemplo, cuando una persona inicia algo, digamos un Doctorado en Literatura, y de pronto algo no sale tan bien (a punto de derramarse), se le puede decir: “A ver, Daniel, ahora o la bebes o la derramas”, lo que significa que o abandona el posgrado (derramar) o continúa estudiando (beber), con lo que las cosas se resuelven o llegan a otro punto: el abandono (con lo que ya no habrá más tareas de retórica) o el continuar (afrontando cada seminario). Una amplia metáfora que puede aplicarse al matrimonio, a la paternidad, a la carrera literaria o a la docencia (o la lo que usted, querido lector, prefiera —metalepsis—), pero que no evidencia la naturaleza de los elementos que se cambian.

Alegoría

También llamada metáfora continuada, la alegoría es un:

“Tropo por semejanza que, a diferencia de la metáfora, no se verifica en una palabra, sino en un conjunto de palabras: si la metáfora implica un solo acto analógico, la alegoría requiere dos o más procesos de este tipo, enmarcados en una misma analogía básica; la alegoría, dicho de otro modo, es una metáfora continuada. En el primero de los ejemplos abajo citados, la imposibilidad de lograr el amor de la dama se asemeja al intento de cruzar un profundo río; en el segundo, la brevedad de la vida encuentra su analogía en la escasa duración de las flores” (Azaustre & Casas, 2001, pág. 86).

Es decir, es un conjunto de oraciones, o es un texto, en cuya unidad existen diferentes semas, que redundan en función de un tema. Como metaforización de una realidad concreta, el lector podrá reconocer el sentido literal, pero también el metafórico de lo que se expone, como en el caso de una fábula, digamos “La rana” de Augusto Monterroso, donde una ranita, con el deseo de quedar bien, hace de todo, hasta arrancarse las ancas, que quien se come parece despreciar. El sentido directo es absurdo, las ranas no desean agradar a los demás (como los humanos) ni se cortarían las patas por un aplauso. Sin embargo, el sentido literario es claramente reconocido por el lector, quien ven en la fábula-alegoría un mensaje de que no es necesario hacer cosas que nos perjudiquen para ser reconocidos, porque al final nos despreciará la sociedad.

Metáfora y complejidad

En mi opinión, las metáforas pueden ayudar a hacer más complejo el lenguaje (como en la poesía) o ayudar a simplificar conceptos (como en la filosofía), porque se trata de entes lingüísticos complejos, pero de gran utilidad y empleo cotidiano, sin los cuales no podríamos ni expresar ni comprender la complejidad de nuestra realidad. ¿Cómo comprender el amor sin metáforas? ¿Qué podría decirse de Dios sin ellas?

Cabe resaltar que no se conocen todas las metáforas posibles, porque, como diría Krauze, “Uno no usa nada más el lenguaje, lo sigue creando” (Krauze, 2022). Si hubiera una ecuación para determinar cuántas metáforas podrían hacerse en español, se trataría de un número imaginario, imposible de determinar, infinito (la metáfora es un infinito animal textual, para añadir otra metáfora).

Conclusión

A final de cuentas, todo fenómeno humano se reduce al lenguaje y es su adquisición y comprensión, en todos los sentidos posibles, lo que nos permite asir, de los fenómenos, las abstracciones, es decir, los conceptos, que son reducciones semánticas de la realidad. Como decía Giovanni Sartori, el nivel de conocimiento de una sociedad puede entenderse de acuerdo con el nivel de sus abstracciones (Sartori, 1997).

Referencias

Azaustre, A., & Casas, J. (2001). Manual de retórica española. Barcelona: Ariel.

Beristáin, H. (1995). Diccionario de retórica y poética (5a ed.). México: Porrúa.

Forradellas, A., & Marchese, J. (2013). Diccionario de retórica, crítica y terminología literaria. Barcelona: Ariel.

Krauze, E. (6 de Octubre de 2022). Apuntes de clase. Cuernavaca, Morelos, México.

Mazón-Fonseca, R. (23 de 07 de 2015). supermileto. Obtenido de http://supermileto.blogspot.com/2015/07/metabola.html

RAE. (2022). Diccionario de la lengua española. España: RAE.

Rodari, G. (1983). Gramática de la fantasía, introducción al arte de inventar historias. Barcelona: Argos Vergara.

Rolando. (22 de julio de 2011). La verdad como Metáfora en Ricoeur en su obra “La Metáfora Viva”. Obtenido de Apéndices Epistemológicos: https://apendicesepistemologicos.blogspot.com/2011/07/la-verdad-como-metafora-en-ricoeur-en.html

Sancler, V. (noviembre de 9 de 2018). Metalepsis. Obtenido de Euston96: https://www.euston96.com/metalepsis/

Sartori, G. (1997). El homo videns. La sociedad teledirigida. Buenos Aires: Taurus.

Wikipedia, U. d. (1 de agosto de 2019). Metapelsis. Obtenido de Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Metalepsis#:~:text=La%20metalepsis%20(del%20griego%20%CE%BC%CE%B5%CF%84%CE%AC%CE%BB%CE%B7%CF%88%CE%B9%CF%82,La%20pregunta%20%C2%BFTienes%20hora%3F

3 comentarios

  1. Me encanta leerte. Aprendo. Pienso. Existo.

  2. Me encanta leerte. Me haces pensar, recordar, existir.

  3. Uf, bárbaro… un infinito animal textual tu texto. Lo celebro, gracias.

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