F R – ío

Querido frío: ¿qué hace tu aliento en mis muslos? Puedo sentir el tacto húmedo de tus labios ascendiendo por la mañana, en el crepúsculo, en la madrugada; entre las sábanas, la bifurcación de tu lengua es una serpiente simultánea que enrosca, que lame, que muerde los sabores que aunque son míos, desconozco. Siento el algodón de tus manos en el estómago, su presión la justa para contener la herida. Tus uñas en mi espalda, la fricción de tus yemas arrancándome la piel, descendiendo hasta mis nalgas para presionar y dar prisión-refugio a tus dedos. Y enseguida el oxígeno te abandona junto a mi oreja y se convierte en el cuerpo de ti en las caricias, en el cuerpo de un hombre que me niega su nombre, uno que yo conozco porque hace tanto (tanto) me lo dijo.

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