El canto del cisne

Es un día soleado en el bosque. Un fino airecillo mece las ramas de los árboles. Pronto sonarán las campanas de la capilla, llamando a misa. En la calle, los árboles resplandecen. Los primeros amigos han llegado a la gran casa. Es la tarde feliz, de un día que encierra un presagio, porque en este día, en la gran casa, un hombre feliz, morirá cantando. Todavía el hombre está sentado y se ata los cordones de sus zapatos, y la mujer que usa la máquina de coser dice que hoy será un día inolvidable. Ninguna sombra atraviesa el taller, y sin embargo el otro hombre empieza a invocar al príncipe de Dinamarca. Es un hombre desdichado, que mientras acomoda su espada, ve llegar a una muchacha que le sonríe. La muchacha toma de la mano al hombre que morirá y comenta que caminarán al río, y tomarán el bote, y remarán muy lejos. El hombre desdichado se detiene un instante y goza el brillo del bosque. Y al mismo tiempo, en la gran casa, la mujer termina el saco, y el hombre feliz se lo prueba. Está nervioso porque ese día será su último canto. Cruza el pasillo, y revisa la iluminación. Escucha el murmullo atrás de la puerta. En el bosque, el hombre desdichado regresa por el mismo sendero, es placentero caminar a la sombra de los encinos. Se detiene frente a un enorme madroño que tiene el cuerpo curvo, y pareciere que sus ramas carmesíes están dispuestas a envolverlo en un abrazo. Es un presagio porque dentro de unos minutos morirá. Y en la gran casa, el hombre feliz respira y se concentra. Primera llamada. El hombre desdichado aparece a su lado. Una luz los descubre, la mujer los contempla emocionada. Y un minuto antes de que el hombre desdichado muera, todavía puede cerrar los ojos y soñar que atraviesa el río.
Después, es demasiado tarde. Después hay una espada en el piso, y a lo lejos se escucha a la muchacha que grita y se lamenta. El hombre que hasta hace unos minutos era feliz se detiene frente al cuerpo que yace en el piso y llora. El telón cae. El público lo aplaude de pie. Y su vida se detiene en ese momento, y regresa a su juventud. Y las imágenes gloriosas explotan en su cabeza. Y en sus sueños de las noches deseará más momentos como este. Pero tan cruel es el tiempo que pasa muy deprisa. Y el hombre sabe que ese tiempo se acorta y que el cisne ha iniciado su canto.

*Este texto está inspirado en el cuento de Stig Dagerman, “Matar a un niño” (1948)

2 comentarios

  1. Muchas Felicidades por su publicación

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