Cartas encontradas (1966-1974)

Cartas encontradas (1966-1974), de Rosario Castellanos y Raúl Ortiz y Ortiz

En vísperas del 50 aniversario luctuoso y del centenario del natalicio de Rosario Castellanos (1925-1974) y a 7 años de la muerte de Raúl Ortiz y Ortiz (1931-2016), Cartas encontradas (1966-1974), epistolario de ambos autores, editado por el poeta Alfonso D´Aquino y publicado con el sello del Fondo de Cultura Económica, ve al fin la luz, no sin pocos esfuerzos y sí luego de múltiples y largas vicisitudes, gracias sólo al invaluable apoyo de quienes creyeron y participaron, cada uno a su manera, en la realización de este proyecto.

Se debe agradecer en primer lugar al maestro Ortiz y Ortiz, quien trabajó devotamente en este libro durante sus tres últimos años de vida, revisando pruebas aun en sus días postreros, en el hospital. Promotor infatigable de la obra de la escritora chiapaneca desde principios de la década de los 60 del siglo pasado, cuando se hicieron amigos, hasta después de la muerte de ella y, como podemos ver en este epistolario, también luego de la muerte de él. “Antier —le dice él a ella en una carta del 15 de febrero de 1974—, te envié por correo aéreo el número del Texas Quartely en que se publicó la traducción de El viudo Román”, novela breve incluida en Los convidados de agosto (era, 1964), que él y sus alumnos del Colegio de México tradujeron y publicaron en dicha revista.

Otras publicaciones, póstumas, de Castellanos promovidas por Ortiz y Ortiz son El eterno femenino (FCE, 1975), con un prólogo de él; Cartas a Ricardo (Conaculta, 1994), originalmente depositadas en “las custodias manos de Raúl Ortiz y Ortiz”, como dice Juan Antonio Ascencio, el editor; el disco Poesía (unam, Voz Viva de México, 2002), que incluye una serie de poemas declamados por ella y grabados en casa del maestro, así como una generosa introducción de él; y los tomos de Mujer de palabras (Conaculta, 2004-2007), antologados por la catedrática norteamericana Andrea Reyes, quien los dedica a Raúl Ortiz, “cuya ayuda —dice— hizo posible su publicación, y cuya actuación confirma su gran amistad con Rosario…”

“Buen samaritano, paño de lágrimas y otros poemas breves”, como le dice su amiga en una de sus últimas cartas desde Israel, Raúl Ortiz y Ortiz también impartió cátedra y dirigió tesis sobre la obra de Rosario; le regaló a mucha gente, como a Susan Sontag cuando vino a México, las obras completas de su amiga y en sus años postreros promovió la publicación de Cartas encontradas, epistolario para el cual escribió un profundo ensayo intitulado Katún, que <<en lengua maya —nos refiere el autor— significa “periodo de trece años” [y también] “fin de periodo, cierre de periodo de tiempo, piedra que cierra”. Echo mano —continúa— de estos significados para subrayar los trece años que duró la amistad que cultivamos Rosario y yo [1961-1974], así como la piedra que es clausura y testimonio de nuestro profundo cariño>>. No por nada Castellanos le dedicó a su amigo Álbum de familia (Joaquín Mortiz, 1971): “Para Raúl Ortiz”, leemos en letra de imprenta y debajo, a mano, en el ejemplar del maestro: “Y para Raúl”.

Cartas encontradas es un epistolario imprescindible que reúne la correspondencia inédita que Castellanos y Ortiz y Ortiz intercambiaron de 1966 a 1967 estando ella en Estados Unidos y de 1971 hasta poco antes de la muerte de ella, en 1974, durante su estancia en Israel. Imprescindible, no sólo por su alta calidad literaria y porque constituye un testimonio de la profunda amistad que hubo entre los dos autores, sino porque además es un valioso documento que da cuenta de los acontecimientos y los protagonistas históricos y culturales más relevantes de los años 60 e inicios de los 70, principalmente en México, pero también, dado el carácter cosmopolita de los autores, en el mundo. Por si fuera poco, Cartas encontradas cubre una laguna en la vida y la escritura de ella, ya que en éstas le refiere a su amigo las vicisitudes que vivió en Israel y los trabajos literarios que tuvo que interrumpir debido a la irrupción de la guerra de Yom Kippur, a finales de 1973.

Dado que las cartas originales que Rosario Castellanos le escribiera a Raúl Ortiz fueron sustraídas alevosamente de la biblioteca de él, D´Aquino intituló Cartas robadas a la primera edición que realizó de estos materiales a partir de un juego legible de copias fotostáticas que previsoramente Ortiz y Ortiz había conservado. Y así se habría intitulado el epistolario de no ser porque tiempo después Claudia Vidal Ortiz, sobrina del autor, halló en el desván de la casa de su tío copias de las cartas que él le escribiera a Rosario durante la estancia de ella en Israel.

Con estos nuevos materiales, más cartas de otras personas relacionadas con ellos (la investigadora norteamericana Kathleen O´Quinn, la editora Neus Espresate, el fotógrafo Bob Schalkwijk, entre otros), cerca de 70 cartas en total, más una selección iconográfica que incluye desde una foto de Rosario niña hasta la que fuera tal vez su última fotografía tomada en 1974 en Jerusalén, Alfonso D´Aquino y Marco Antonio Cuevas, editores de éste y de otro par de libros anteriores de Raúl Ortiz (Archivo Lowry, icm, 2011, y El imperio de la armonía, icm, 2012), realizaron, tras varios años de arduo trabajo y múltiples versiones, una edición crítica —acompañada además por una amplia serie de notas en las que el autor, a petición del editor, esclarece nombres, títulos, lugares y circunstancias— que favorece la comprensión del lector de hoy.

 Ahora bien, a las dificultades inherentes a una edición como ésta se sumaron otros grandes obstáculos, particulares e institucionales, que causaron que el autor no viera publicado su libro, aun cuando estaba listo para entrar a prensa a fines del 2015, y que una obra tan valiosa como ésta, de una de nuestras más altas escritoras, estuviera a punto de ser silenciada definitivamente.

Por fortuna, al rechazo sistemático y dilatorio para publicar las cartas de la autora, que duró tres años o más por parte de su heredero, hubo muchas muestras de apoyo, en redes sociales y otros medios, así como un comité de negociación —en el que destaca la participación del escritor israelí Nahum Megged (1936-2021), gran amigo de ambos autores que apoyó siempre la publicación de Cartas encontradas—, cuya labor fue determinante para obtener la cesión de los derechos. También afortunadamente, ante la cancelación del presupuesto que había para editar e imprimir este libro por parte de la actual administración del FCE y ante el desdén y la falta de visión de otras instituciones invitadas a participar, Óscar Ortiz Soto, sobrino del autor, financió, generosa y desinteresadamente, la publicación de este epistolario que conmemora la vida, la amistad y la obra de dos amigos entrañables que —cuando parecía que todo estaba dicho ya— siguen conversando, con voz firme y perdurable, que ya nadie podrá acallar.

Es así como Cartas encontradas (1966-1974) de Rosario Castellanos y Raúl Ortiz y Ortiz se publica, finalmente, como una invitación a conocer el universo que develan y un agradecimiento a quienes a lo largo de estos años han comprendido la importancia, histórica, literaria y documental, que entraña una obra como ésta, con la que —a decir de Nahum Megged— sólo queda “dialogar en silencio, sin más respuesta que la sonrisa de un cuerpo sin cuerpo, que una voz sin voz y los años idos de los que nos separa una eternidad que se agolpa en el presente y nos exige reencontrar los días perdidos para siempre por la terrible sensación de que de este vendaval humano sólo perduren estas Cartas encontradas, letras vivas, papeles que gritan y este diálogo mudo…”

Cartas encontradas (1966-1974) de Rosario Castellanos y Raúl Ortiz y Ortiz, edición de Alfonso D´Aquino, México, Fondo de Cultura Económica, Colección Tezontle, 2022, 288 pp.

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