IneXorable, de Luis G Torres

Conozco a Luis Torres desde hace un poco más de un año, por ahí en un evento de narrativa convocado por Jasmín Cacheaux y Efraím Blanco. En aquella ocasión no tuvimos mucha oportunidad de conversar más alá de presentarnos y de hacernos uno que otro comentario, pero seguramente si los hubiéramos hecho un poco más, habrían emergido a la plática varios temas y así me habría enterado mucho antes que a Luis le gusta el misterio, el terror, la incertidumbre de lo sobrenatural.

Y entonces quizá habríamos sacado a ventilar a los autores que más nos inspiran. Las lecturas que más nos influencian en ese género tan extrañamente atractivo de lo oculto, lo misterioso, lo sobrenatural. Y digo extrañamente atractivo porque así, a simple vista, estos asuntos de ambientes de seres poseídos por fuerzas aterradoras, no deberían ser motivo de búsqueda. Una cosa es que la mala suerte te coloque ante una experiencia inquietante e inexplicable y otra muy distinta es que vayas por ahí buscándola.

Porque no siempre disfrutamos el miedo, eso depende de sus causas que son básicamente dos: las reales y las ficticias. Lo interesante es que ambas producen la misma reacción en el organismo, es decir, la segregación de adrenalina, serotonina y cortisol, amén de otras hormonas y neurotransmisores. Ahora bien, en una situación de peligro real, esas sustancias nos disponen a la acción y ni siquiera nos damos cuenta de que nos sentimos diferentes, pues estamos totalmente concentrados en el problema. Pero una situación ficticia es otro asunto, pues nuestro cerebro sabe que no estamos realmente en peligro y eso permite que podamos disfrutar de los efectos que de todos modos se producen, ya sea ante una ficción o por algún efecto físico razonablemente controlado, por ejemplo, una montaña rusa o algo similar, es decir, un estímulo que es muy emocionante, pero a la vez inofensivo, lo cual, por otra parte, también se convierte en un ejercicio evolutivo, porque nos coloca en situaciones de riesgo simulado que nos permiten ubicar soluciones ante ciertas experiencias, lo que debería de dotarnos de mejores condiciones para sobrevivir.

Y es en esta literatura que causa miedo y ese peculiar sentido de placer, donde Luis Torres encuentra su principal fuente de inspiración. Le gusta el tema, tanto escribirlo como seguramente consumirlo, en una espiral de estímulo creativo. Y de esa espiral surge el libro que hoy presentamos aquí y lo hacemos con mucho agrado, pues nos lleva a un recorrido de nada menos que 38 historias, cada una con un mundo y una realidad aparte, brillantemente acomodadas en poco más de 100 páginas, es decir, 38 ficciones en un brevísimo espacio. Si tuviera que describirse este libro con una sola palabra, esta sería “alucinante”. Alucinante en cuanto a precisión y capacidad de síntesis, pero también en cuanto a efectividad narrativa.

Y vaya que debe alucinar, porque sólo como un alucinado, el escritor es capaz de adentrarse en su propia oscuridad como Luis lo hace en IneXorable. Inexorable es aquello que no puede evitarse. Y creo que el título le viene muy bien en este caso al autor y su obra, porque quiero pensar que Luis, con esa decidida vocación que tiene para narrar, habría sido incapaz de negarse a ella, por tanto era inexorable que profundamente influido por sus lecturas, tal vez por las series televisivas y por el cine, que Luis escribiera sus historias y que estas fueran ese tipo de historias que son capaces de arrancar a los lectores de este mundo para meterlos de lleno en otras dimensiones, como aquella de unos pequeños pepenadores que descubren en un tiradero de basura, en el interior de una bolsa, algo que… mejor no les cuento, pero es algo muy inquietante. O ese otro asunto de alguien que trata de evitar una suerte inexorable para descubrir que a veces lo más absurdo no es lo más improbable, pero si puede ser lo más real. O ese cuento que me hizo reír y a la vez preocuparme por la suerte de unos pobres oficinistas que celebran la Navidad con el típico intercambio de regalos para descubrir que lo más oscuro y desconocido es el ser que han visto cientos de veces perderse en el interior de su cubículo, frente a sus ojos, por días y días sin percibir nada raro en él. O bien esos clásicos viajes de carretera durante los cuales el terror y la muerte siempre acechan.

Hay suspenso y sorpresa en la mayoría de los cuentos de Luis Torres. De hecho, el suspenso, a pesar de que a fuerza de cortedad no puede prolongarse demasiado, de todos modos lo consigue sostenido siempre por la inminencia de un final que casi nunca será feliz y que nos obliga a contener la respiración, esperando siempre el mayor estremecimiento, la más grande sorpresa, entre el miedo y el placer, en una deliciosa contradicción que siempre termina por justificar la lectura de cada cuento.

La experiencia de meternos a las atmósferas de Luis Torres puede ejemplificarse con aquel relato donde se narra desde la mirada de un niño, la sensación de pasar la madrugada del Día de Muertos entre las tumbas del panteón. O en aquellos otros cuentos en los que Luis nos revela que los muertos regresan a veces al mundo sólo para recobrar sus memorias.

Como parte de la diversidad narrativa que se maneja en IneXorable, hay atmósferas que nos recuerdan a Stephen King que considero debe ser una de las influencias fuertes de Torres,  —¿y de quién no?—, como esa de unos niños que sufren una angustiosa persecución a través de un maizal y que nos recuerda algunas de las escenas de terror rural del gran Stephen. Y descubro también que Luis tiene la habilidad de aprovechar todos los elementos, todos los aprendizajes, para generar una situación al estilo Dimensión Desconocida, como esa de alguien que descubre inquietantes imágenes al manipular una cámara de revelado instantáneo. Resulta tan característica la escena que puedo imaginarla fácilmente como si la viera en una pantalla en blanco y negro. Y de un modo parecido, puedo visualizar las escenas de Gatito, el cuento con que Luis cierra su libro y que nos describe un ambiente nocturno al filo de un bosque, donde un niño solitario que en su ingenua manera de ver la vida, pasa por alto ciertos rasgos siniestros para permitirse el placer de la compañía y la amistad.

Pero en otro ángulo, al modo de un regalo sorpresa, descubro que en este libro no todo son cuartos oscuros, carreteras a medianoche, panteones y escenarios tenebrosos, como por ejemplo, en la historia que Luis nos cuenta en El relicario de Tlayacapan, en la que se exploran esas capas que enturbian el comportamiento de las personas que se dejan manipular demasiado por la envidia, una historia en la que adivinamos, a riesgo de ser malos adivinadores por supuesto, algo más que una ficción, ¿una anécdota quizá?

Y en esta misma clasificación de historias no tenebrosas, nos encontramos también con el cuento El dulce olor, una femenina antología de aromas y memorias. Y también en esta misma línea con que el autor adereza su libro con otro tipo de literatura, está el caso de Partida de ajedrez, cuento que nos narra las vicisitudes de un joven ajedrecista, quien nunca sospecha que su mayor talento está íntimamente sostenido por algo que nada tiene que ver con sus habilidades en el tablero.

Ya para concluir, hay que dar entrada a otras intervenciones, puedo decirles que IneXorable se perfila como una muy presentable muestra de una nueva literatura que consigue generar adrenalina, incertidumbre, placer, expectación y cuya narrativa cabalga ágilmente sobre un fino sentido de la emoción y el suspenso. Felicito a Luis Torres, le doy la bienvenida a IneXorable a la biblioteca de la comunidad y por supuesto, agradezco la oportunidad de haber estado aquí, para ser el portavoz de esta excelente noticia.

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