Reseña del libro Doce reflejos de Blanca Nieves de Lorena Aguilar.
Blanca Nieves es uno de los cuentos clásicos más adaptados del mundo. Existen tantas versiones que es difícil contarlas con las manos. Pero, en toda esa diversidad, la Blanca Nieves que más ha perdurado en el tiempo –aparte de la de Disney– es, sin duda, la de los hermanos Grimm por su tétrica manera de tratar la fantasía como perversa, desalmada y cruel.
Basándonos en eso, es evidente la inspiración que tuvo la autora de Doce reflejos de Blanca Nieves, Lorena Aguilar, al crear este libro que no tiene a una princesa, ni a un príncipe, sino que tiene tantos personajes que utilizan elementos significativos del mismo para crear un conjunto de historias maquiavélicas y espeluznante.
No se basa en un tiempo específico, salta del futuro al pasado, incluso hacia la ambigüedad para que el elemento del momento resalte con su propia esencia. El medio a la vejez; la dura vida del esclavo; la lujuria tan dicha del folclore que nos quita la inocencia que nos impregnó Disney, de la princesa Blanca Nieves, que la hace una adicta al sexo al acostarse con siete personas; la avaricia del deseo; todo tan al estilo de los hermanos Grimm, con finales perturbador como el de la malvada reina que bailó hasta al hartazgo, a la que, en esta versión, para dar un cierre perfecto, se añaden la combinación entre tortura y anhelo de vida.
El libro no es una adaptación que usa a la princesa como centro de un todo, el todo es la adaptación. Por eso mismo, no es de extrañar que algún momento nos sintamos en discordancia al trata de comprender cómo pasamos del incesante bosque a las profundidades de una tétrica mansión que lleva consigo el recuerdo de una amada madre. O, que, en vez de un caballo, sea un carro por el cual se trasladen. Son pocas, pero atrayentes, las circunstancias que conllevan los doce cuentos de la obra.
Aunque a veces puede llegar a tornarse agobiante, sobre todo para aquellos que no toleran lo explícito, para los amantes del horror y del suspenso es una joya que valorarán.
Aun así, no se deslinda de la imperfección. Su narrativa es fiel y concisa, su tono sobrio, perpetuo. Sin embargo, si algo he de resaltar para mal, es el uso de elementos terrenales para relatar a la bruja como la condesa Bathory y el uso evidente de la colonización para resaltar la esclavitud de los supuestos enanos. Ambas historias, aunque interesantes, se desviaron por instantes de su eje temático, solo para regresar con ímpetu renovado, impidiendo así que el lector perciba una narración dispareja.
Hay que reconocer que Lorena Aguilar percibe el mundo de los cuentos de hadas de manera distinta. No es igual a lo que estamos acostumbrados, es más extenso, más serio, pero sobre todo más severo. Me atrevo a decir que los hermanos Grimm estarían orgullosos de que alguien preserve su legado al no contar una linda, tierna y justa fantasía, sino aquella que demuestra que la fantasía puede ser una eterna pesadilla.
Lorena Aguilar, Doce reflejos de Blanca Nieves, Ediciones Zetina, Colección Prohibido Leer.
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Soy Edarty Ramírez, una escritora acapulqueña, licenciada en Comunicación y Relaciones Públicas. Autora de la saga Entre el Tiempo y el Alma, así como del próximo libro Eterno y Perpetuo. Tengo 23 años. Desde pequeña, soy aficionada a la cultura, la mitología, la lectura y la escritura. Soy periodista, trabajo para Trasfondo Informativo; he colaborado con Nine, Gaseta 25, Al Momento y varios medios de información. Fui columnista en Acapulco Club