Las máscaras del dolor y otros poemas

LAS MÁSCARAS DEL DOLOR

Son muchas las faces
que adopta: muchas veces es la sonrisa
loca como la que más.

Necesario reconocer que todo sufre.
Así perdemos
el cabello, los dientes, la compostura.

Tenemos siempre el corazón de niño,
dispuesto a atesorar el llanto
y a sentirse sólo relajado
tras de la fuga erótica de las lágrimas.
En paz así se quedan dormidos,
esquivos al beso del día
inútil de sí mismos.

El delirio es algo compartido.
Aquí un reguero de insectos;
allá un movimiento de filamentos que te apresan
en la red más apretada.

Deviene solo y simplemente.
No busques. Aparece de pronto
como el estúpido nacimiento
y el astro impotente del sol.

FRAGMENTOS DE HOSTILIDAD

Oh, compañero mío,
esta noche habrá que dedicar cartas ausentes,
como sueños con cintas,
como agujetas flojas
para que el niño tropiece.

La muerte era por ti una caverna oscura
como el sol de tus ojos. Y mi amor
iba navegando sin rumbo horas y horas
como un reloj tardío
sobre el lomo de un río herido de luminarias.

Habíamos los dos convocado
al llanto. El cuchillo
resbalaba,
mientras el tenedor atrincheraba el pan.

Y te odio tanto, que quisiera el daño más perfecto
para tu corazón
cegado por tu propia belleza. Porque sí:

toda esta vida
fui una gaviota con las alas rotas
yendo a buscarte,
ola tras ola,
a un paraíso náutico de miseria.

ALUCINADO COMO EL POLEN

Y en tierra, donde tu boca fue la negra cereza
que colmaría mi existencia,
bebimos del mismo tibio
malestar: porque el mundo
nunca fue repartido justamente.

No hay consuelo. Sólo una
caída en las fauces de un caimán,
una veleta que siempre apunta al morir,
más la perenne intoxicación
que nos hace pensar que existe la esperanza.

Así, yo tardé en darme cuenta
del daño en tu boca,
ofrecida a todos los vientos
de la nada… “¡Qué más da!”,
me escuché decir
mientras me deslizaba cada vez más hondo.

Todo nos propone la muerte.

Aún así yo decidí,
como un verdadero tonto de feria de pueblo,
soñar sin pedir a cambio.

LAS MATEMÁTICAS DEL MAL

Y medimos la tierra según sus pulsaciones
cuando lo debemos hacer
de acuerdo a los decesos.

Así no hay frontera traspasable.
Estamos atorados y más vencidos que un huevo roto.
(El huevo atesora, no obstante,
un ser inmundo, siempre, a todas horas.)

Las circunvalaciones del existir
nos brindan un cálido sopor
que nos ciega;
pero la imantación es la misma siempre
como si la brújula estuviera hechizada:
navegamos con rumbo fijo
a la fosa común
si nuestros descendientes no pueden pagar un pedacito
en el cielo de los panteones.

Déjame en paz, de donde quiera que provengas,
vida. No soy de los que te buscan.
Yo miro el peso
de la piedra en el cuello del ahogado
y la envidio con hartazgo.

1 comentario

  1. Felicitaciones al poeta. Sus versos me hicieron encumbrar cimas que rozaban las nubes para después dejarme caer a lo más profundo del infinito.

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