El sonido de la luz cuando se aleja (fragmentos)

Liber divinorum operum, el Libro de las divinas obras

No ofrecerás dos veces el camino dado en sueños.

Por eso, vuelvo a tu creación

como una linfa informe y venenosa.

Sosteniendo mis aristas brutas, Naturaleza y limbo,

flores redimidas.

Sus mantos dormidos, sus coronas y arrecifes.

Habla el padre con voz de nada,

con corazón de nada

y en el hueco que forma cartílago y cerumen,

pienso vuelto oro desleído,

nace otra

nada iridiscente

que sabe a la miel y a los arándanos.

Mira mi miseria, mi despojo sin sexo ni fragancia.

Creyó perderse el rayo del yo entre la borrasca,

y mi latido fue

el latido de tu sangre en su filo y trazo,

golondrina que partió de mis aortas.

Mira,

con la mano semidesollada, ante ti tiendo mis anémonas vencidas.

Wesenmystik, la mística del ser

Siento lo que siento y no

puedo nombrar su ciclo de estación dormida,

su paso en flama,

su voz envuelta en bilis y papiros.

Todo pulso es el mismo pulso diluido,

y su flor viva cayó en el sitio exacto de la sombra.

Se levantó,

erguido

como un zigurat,

el tierno

soplo

que no

es amor

no es virtud,

no es pradera

ni tiempo

o sacrificio.

Siento lo que siento y no soy lo que no eres.

Überfahrt, el tránsito

Leía la carta llegada una semana antes desde Disibodenberg,

no había brisa o visitante,

y caía la luz

como un pesado sueño de ginebra,

cuando sentí la punzada, hilo de sangre cortando

las fibras de la silla, el sayal, los músculos envejecidos.

Vino a mí la imagen:

Zafiro y humo. Forma humana en luz.

Penetrando el fuego rutilante,

un solo albor, una fuerza, una potencia.

¿Qué quería de mí

si de mí todo lo arranca?

Un dolor desolló la piel de mis caderas.

Durante un instante, cargué en mi vetusto lomo

un árbol de espinos poblado de navajas.

Mi alma se rebasa, malherida.

Y mientras,

se hacía tarde para la práctica de coro.

Mientras,

mis pequeñas hijas lavaban sus tocados,

encendían las velas del altar

y en la cocina,

degollaban, inocentes, dos docenas de gorriones.

Zweifel, la duda

Si fue Dios quién puso

la carne de jazmín de este hemisferio,

la hendidura de cristal en medio de este grito silenciado,

¿por qué guardó cordel de diablo en esta hoguera?

Y ¿es Lucifer el que relame

el vinagre y las palomas, el hollín dorado que dejó a su paso

un carro tirado por la tisis?

Y, ¿si fuera Dios en su parte más oscura,

en su forma irreconocible por el paso de su hambre

el que verdaderamente mora en los núcleos

de la fruta malva que creímos maldita?

                                                           Impostergable

                                                           espiga

                                                           que se clava.

Nosotras, nos hincamos en la noche.

Nos amamos en la noche.

Nos volvemos en la noche, noche.

Nuestros dos senos son las arcas

donde guardaron tus soldados un misterio,

como una maldita fruta calcinada.

Sine medio

Donde haya selva y su suspiro,

caldo y martirio, altura para mi corazón,

ahí encontraré tu boca de algodón de Flandes,

hueco herido de tu rumor animal e interno.

Bebí tu anís, pero no eras Tú.

Ni eras el visitante en medio de las flamas.

Tus joyas, los lebreles que me raptan,

tu asta erguida.

Para ser

debes volverte carne de mi carne.

Debes ser el deseo que mata mi deseo ardiente.

Así, sin intermediario.

Sin nada en medio, ser Tú en la barca que se incendia.

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