IV. Prollekto
El Secretario llamó a su secretario. Tenía una gran idea.
—Oiga secretario, vamos a mandar el Diccionario a la chingada. Le encargo hacer uno nuevo lleno de faltas de ortografía para ponernos al día con el tuiter y el feis. Imagínese todos los votos que vamos a ganar con eso. ¿Qué le parece, pinche secretario?
—Exselente proyecto Ceñor Secretario.
—Puez ándele, ha trabajar cabrón.
Lo k el Cecretario no sabía es k en promedio ay 3 manheras de escrivir herroniamente alguna de las letras de una palavra y k las palavras en kasteyano promedian zinco letras, x tanto, cada palabra tendría k escribirce de sinkuentaikuatro formas para kubrir todos los herores pociblez.
Kuando se entero, el Zekretarío harmo un desmadre, corio ha zu cecretario y ze fue a dormir con 1 hestupido dolor de cavesa.
VII. Euforia
La Mujer lo llamaba y Él venía. Transidos de alegría, abrazados, rodaban por el césped. Con fruición de amor desenfrenado, se dejaban fluir sobre sus carnes. Él mordisqueaba con placer incontenido, Ella exudaba amor con todo el cuerpo. Él apreciaba su sabor, Ella su euforia. Él jamás rehusó una cita. Ella nunca dejó de convocarlo. Ella era la Mujer más amorosa. Él, el más glorioso de los canes.
Fulgor Yacobson (CDMX, 1957) vive en Cuernavaca y corresponde a la tradición de los escritores tardíos, pues las últimas seis décadas las dedicó casi por completo a objetivos tan banales como ese de ganarse la vida. En el sexto piso de su ruta, ya con más tiempo en la escritura, ha ganado algunos premios literarios de media tabla por lo que aún mira de lejos el riesgo de perder piso (por esa causa) y aficionarse a los puros caros. En aras de la brevedad no se enlistarán sus intervenciones en revistas, periódicos y antologías (de nada). Por lo que se refiere a libros publicados ya llegó a cuatro: dos de cuentos, uno motivacional y una novela, los cuales, le consta, adornan dignamente los libreros de sus familiares y amigos. Sus planes son vivir hasta que el corazón quiera, editar un libro cada 18 meses y morir con la cara sobre el teclado siempre y cuando la causa del fallecimiento no sea el golpe. Si no le creen, se quieren burlar de él, entrevistarlo, invitarle una cena o comprarle un libro, se le puede escribir a fulgoryacobson@gmail.com