Aparición

Abrí los ojos, no sabía cómo había llegado a parar ahí. Me dolía cada parte del cuerpo. El frío calaba mi carne, hondo. Necesitaba algo fuerte, un brandy, un tequila, algo para calentar y despertar del todo. Traté de recordar los acontecimientos del día anterior, sólo me llegan recuerdos vagos, imágenes que se iban difuminando, desapareciendo en un oscuro pasillo de mi memoria. Nada. Nada concreto. Beber me mata, lo sé.

Trato de levantarme y continuar, tengo entumidas las piernas, y un dolor de cabeza brutal. Camino un poco, tengo que conseguir algo de alcohol, o mi cabeza va a reventar. Me detengo y me dejo caer en una jardinera, cierro los ojos por un instante, tengo que despejar la mente. Cuando los abro encuentro a mi lado a una mujer, es joven. La muevo para despertarla. Es rico sentir su calor. Tengo que saber quién es. ¿Qué hace recostada a mi lado?

-Qué hay, me dice al abrir los ojos. Tiene el pelo negro y largo, sus labios son delgados, es morena.

-¡Tienes algo de beber?, -le pregunto. Saca de entre sus cosas una botellita, es alcohol con manzanita, quema, ésta bien para matar el frío, para matar todo.

-No te lo termines, dice mientras me arrebata la botella, deja un poco para mí, que no eres el único que se quiere quitar el frío.

-Nena, para estoy aquí, le digo, para darte calor. ¿Por qué soy tan tonto y digo esas cosas? ¿Por qué no mejor guardar silencio? 

-Me llamo Samanta, no nena, pendejo. Se toma todo lo que queda de la botella, y la tira. Veo como rebota en la acera, cae y se queda quieta, tranquila, tan vacía. ¿Tú cómo te llamas?

-No te vayas a burlar ¿eh?, si te digo.

-Claro que no. Qué apoco te llamas Pancracio, o algo así.

-No. No, mi nombre no es gracioso, ni chistoso, es curioso, más por la fecha, y por las circunstancias del momento, también por la casualidad.

-Ya, pero cómo te llamas, pues.

-Juan Diego, le digo. Ella se me queda viendo, esboza una leve sonrisa socarrona, burlona. ¿Qué pensaba mi madre cuando me puso ese pinche nombre? Cuántas burlas desde la primaria. Pinche Juan Diego. Pinche yo. -No te burles, que estamos bebiendo tranquilos, le digo.

-No, no me burlo, pero es chistoso, es que yo no me llamo Samanta, ese es mi nombre artístico, el que utilizo en mi chamba, a mi realmente me pusieron mis papás Guadalupe, mejor dicho, mi mamá, era una vieja de esas devotas, y ¡zaz! así me marcó, y mira yo que salí tan puta, jajjajjajaja.

-Sí que es gracioso, o resultaría gracioso desde otros aspectos, o raro, o sepa la chingada.

Samanta o Guadalupe, se levanta, me tiende la mano. Me señala un Oxxo, hay que ir a abastecernos, comenta. Y tiene toda la razón, ya siento calambres en el alma, necesito algo fuerte dentro, que queme. Busco mi cartera, para mi sorpresa aún conservo ochenta pesos, algo de integridad, algo de honor. Paso mi brazo por sus hombros, ella se agarra de mis caderas, me observa y suelta una carcajada sonora, que retumba por toda la calle. Se queda observando mi playera. Bajo la vista por curiosidad, observo, traigo en la playera estampado el rostro de la Virgen y en letras grandes Carrera Guadalupana 2015. Sonrío y la abrazo con más fuerza, a mi aparición. Es un milagro le digo mientras ella me aprieta fuerte y nos vamos peregrinando juntos al Oxxo.

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