Abrigo de plumas

En la cubierta de un barco una mujer con piernas y talle largos se aproxima a la proa, su caminar felino dibuja zigzags bajo la luna llena. Detecta lentamente la brisa que llega de la costa, cierra los ojos y las fragancias de especies exóticas se mezclan con el aire de esencias tímidas de manglares, sal hierro, sangre y decenas de sueños frustrados; ella aspira y las moléculas llenas de olores despliegan una pantalla, entonces un sinfín de imágenes golpean a su cerebro: allá hombres corpulentos, una mujer, fluidos escarlata emergen a raudales de las hendiduras de las entrepiernas, exvírgenes arrepentidas jaulas suspendidas conteniendo seres aberrantes con ojos huecos y alas iridiscentes con plumas negras, se parecen mucho a los bebes humanos, cuando lloran salen de sus gargantas graznidos aterradores,  una mano enfundada en un guante de satín los alimenta, glóbulos oculares asiáticos, colectado en la Tierra. Rotulado: 1870, Nao de China; Orbes para mirar, colectado en el mar de Marte. 1400, Embarcación náutica sumergida en el mar. Ella, temblorosa, aprieta la mandíbula, intenta a toda costa borrar la imagen, lleva una mano a la frente y con la otra se sostiene del barandal de la cubierta, la humedad traspasa su guante de satín negro.

Ella ha navegado desde hace dos meses, el tiempo en las naves se desdibuja, el mar famélico del Pacífico es insondable y misterioso. Cientos de corrientes pueden dar giros inesperados. Lágrimas negras chorrean sus pómulos prominentes, ¿qué significado tiene esa imagen que le martilla las sienes, el lóbulo occipital y detrás de los ojos? Porqué el olor a brisa marina y a sal han intensificado sueños y recuerdos angustiantes. Su mirada esta fija en la costa.  Aquél espacio ultramarino misterioso, a veces calmo bajo la luna, hoy particularmente el mar enamora a la Luna con susurros acuosos y tintineos salpicantes. La tenue luz de la luna se filtra en el mar, los reflejos tímidos por momentos la reconfortan. Se acomoda el imponente  abrigo de plumas negras que no se ha quitado en todo el viaje. Los ya escasos tripulantes evitan su presencia, el abrigo pegado a ese cuerpo inquietante y lleno de huesos recuerda a los cuervos brillando en la oscuridad, cuando es vista de espaldas parecería que a la altura de los hombros su taxonomía se ensanchará y del hombro, similar a una charretera militar, se despliega un ala, su halo denso; la negrura del abrigo e iridiscencia recuerda a los cuervos impertinentes con su parloteo estrambótico. La joven es silenciosa, si no fuera por el ruido que emergen las plumas mientras camina, su cuerpo no emitiría ningún sonido. Deambula sin voz, casi etérea.

Es innevitable que los vellos de la espalda se ericen cuando arriba, con aviso previo del plumerio friccionando entre sí; ese sonido es irritante, también se le recuerda con un frasco en mano similar al de una conserva, caminando en zigzag sobre la proa.

A lo lejos cientos de puntos negros giran velozmente, abriendo en el firmamento una especie de túnel que se distingue por la luz que difiere de la noche oscura; son diminutos, minúsculos y se aproximan a ella. El impacto del viento que provoca el giro de los puntos negros hace que el cabello y las plumas se le desplacen hacía atrás.

Las plumas se elevan en forma de alas que atraviesan ese portal, de debajo de un alón saca frascos llenos de canicas en forma de ojos, niños y sacos de plumas negras. Unas manos con guantes de satín extrangulan a un bebe regordete;  los ojos se le saltan, como es de esperarse los ojos asiáticos tienen glóbulos oculares más pequeños. Con delicadeza, siempre con el mismo guante, los  introduce en el frasco destinado a los ojos pequeños. Torpemente ha vertido un frasco del que se han salido varios ojos, el rótulo dice mestizos y con cuidado extremo los limpia y cierra la tapa; los acomoda junto con las docenas de frascos que lleva bajo el ala. Volando se adentra al túnel a través del portal hecho de puntos diminutos.

Estira los brazos adormilada y piensa que el champagne de la noche anterior le ha dejado una resaca inusitada. Agita la cabeza y sonrié al recordar ese sueño, raro y sí, un tanto macabro. Se pregunta que le habrán puesto a la bebida. Mira su reloj y checa en su agenda la hora exacta del cocktail de compromiso de su hermano. Todo indica que será la fiesta más original de la Nueva España. El comercio de seda y plata entre Filipinas, España y la Nueva España va en auge. Su hermano ha sabido acomodarse entre la alta sociedad novohispana, sonríe al pensar que su hermano cambió su apellido al francés para sonar más sofisticado. Saca del armario el vestido que se pondrá para el gran festejo, la tela de su vestido es realmente fina, no podría ser de otro material más que seda.

Tocan a la puerta del camarote y una voz detrás de la puerta surge:

—Señorita Corbeau ¿está usted disponible? le traigo el abrigo para esta noche.

—Sí, claro, puede pasar.

—Es increíble que lleguen cosas tan finas en las travesías, tiene suerte, Señorita. El remitente tiene una caligrafía que en mi vida había visto, realmente soy una ignorate.

—No diga eso.

La mujer extiende una caja finísima con un listón negro que hace contraste con el color blanco de la caja. En efecto la caligrafía y los signos de remitente son indescifrables para ella.

La Srita. Cuervo se apresura con alegría a deshacer el listón. Sus manos tiemblan y deja caer la caja,  un sonido de cristales rotos inunda el espacio y plumas negras desordenadas flotan por la habitación. De los hombros salen primordios de alas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *