Un regalo de Navidad para Evelyn

Mirábamos desde la sala el árbol de navidad mientras mi madre decoraba la ventana con luces de colores intermitentes. Había ponche y la cena de nochebuena era el acto estelar para después romper la enorme piñata repleta de colación y fruta. En cuanto mi madre propuso la hora del intercambio, un inesperado apagón eléctrico dejó la casa en total oscuridad.  Al instante, Evelyn y yo saltamos del susto sin parar de reírnos nerviosas.

— ¡Calma niñas, no teman! ¡Seguro la luz regresará muy pronto! —dijo mi madre al encender sus viejas veladoras, las mismas que utilizó en el velorio de la abuela.

Al momento, todo era silencio, cuando de pronto, Evelyn salió corriendo como liebre espantada a los brazos de mi madre, al ver el rostro turbio y longevo de una anciana.

— ¿Qué te sucede, amor? Parece que viste a un fantasma —preguntó mi madre, algo desconcertada.  

— ¡Mami!, atrás del árbol está parada la abuela —exclamó Evelyn pálida y con el corazón casi saliéndosele por la boca.    

— ¿Cómo crees, hija? —repuso mamá al alumbrar con la luz de una vela las esferas y el largo pino natural navideño.  

— Mira Eve, ven aquí, no hay nadie. Sé que extrañas a tu abuela, pero ella murió ya hace un año —comentó nuestra madre sin sospechar el repentino lamento de una mujer senil. Segundos después, las luces trémulas de las veladoras se apagaron de golpe quedándonos de nuevo en total oscuridad. 

— ¿Lo ves Mamá? ¡Es ella!, ¡No me dejes aquí sola! —gritó Evelyn soltando el llanto.  

Las tres nos abrazamos horrorizadas y como acto de magia, regresó la luz.

Sobre la mesa de centro, junto a un regalo, había una pequeña nota:

“Para Evelyn, de la abuela”.

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