Regresé a la casa
y sólo encontré luz.
Al abrir mis ojos esperaba ver
rostros conocidos, curiosos
descubrí el jardín que años antes
repleto de verdes olían hasta la ventana.
Las hormigas seguían su camino milenario
trazado en el lodo, detrás de la pila de agua.
Me tallé los ojos tres veces…
Avancé por el camino de piedra
alcancé a ver los almendros cargados de mi infancia
respiré el aroma y descubrí una cabecita sigilosa, me observaba.
Una sensación de hormigueo en la nuca y en las manos
el frío me impulsó a avanzar
caminé sendero abajo para descubrir las piedras de la casa azul
tapizada de ramas: árboles de limón y nanche.
La soledad no tiene colibríes que la besen.
El miedo fue lo último que cruzó por mi piel
al descubrir enterrada en el centro del cuarto
mi cara
me acaricié la mejilla llena de tierra
retrocedí unos pasos y escuché que alguien se acercaba
y cuando puse mis manos sobre mi rostro
el frío rozó nuevamente mi nuca.
Desperté en la mañana sintiéndome extraña
abrí las cortinas, la luz me dio directo en los ojos
no quise asomarme al jardín nuevamente
la casa debe seguir vacía,
sólo soy yo.
Mi propio rostro.
.
En la quietud de tu carne
donde las olas parecen morir
descubro la luz.
Pensar en navíos es
mi forma de amarte.
La arena guarda la pureza de tu risa.
En tus labios el mundo nace.
El sentido de los amantes no es nuevo
poseemos el aire y el aroma del jardín nos lleva
por países lejanos, antiguos.
Caminar a tu lado es descubrir la historia del mundo
escucharte y saber que tu mano se posará entre en mis dedos
buscando la chispa que acaricie por dentro mi piel
cada rincón de mí desea tocar tus labios
la magnolia suspira y a lo lejos veo cómo se disipa el dolor.
.
Quise entender tu forma de ser
aproximé justificaciones a tu carácter
me encontré con el niño herido
que quise creer que fueras.
Traté de entender la forma de tus manos
el encanto de tu voz y tu sonrisa
amar la tempestad en tus ojos
y tu sed de ternura.
Me volví adulta para entender
esas cosas que jamás contaste
y que sin embargo, me dolían
como si las llevara en la sangre.
El discurso de tu fuego
la infancia de juegos pobres
y la camaradería de tu época.
No pude comprender por qué buscabas en mí la diferencia
siendo tu carne y tu rostro
la fuerza de tu voz y la coquetería.
Me gustaba amar a todas, como tú,
desde la vista.
La música que nos une es el recuerdo que guardo de tu abrazo.
No sé si tú entiendas mi forma de amarte
las cosas que llueven dentro de mí
cada vez que alguien te nombra.
La herida que guardo es solo mía
por crearte una infancia que tal vez no existió
por amar tu abrazo minusválido en mis ganas
de sentir tu amor.

Flor Venalonso es licenciada en Literatura hispanoamericana por la Universidad Autónoma de Guerrero. Estudió la Maestría en Humanidades en la UAGro. Obtuvo el primer lugar en la categoría de Poesía en el IX Premio de Cuento, Poesía y Ensayo literario Joven 2020, con la obra: “Las curiosas variedades del desastre”. Algunos poemas y ensayos aparecen publicados en Periódico Poético, Palabra Infinita-Revista cultural, Flecha Roja-ruta al Sur, Neotraba, Con Perspectiva, Altazor, Capote.biz y en Novísimas: Reunión de poetas mexicanas Vol II (2021). Becaria Pecda Guerrero 2024.