(I) Antes del papel
¿Es necesaria la escritura para nuestra especie? Los antiguos caparazones chinos asociados al pueblo Juiahui me hacen creer que sí. En el siglo 6,000 A.C. una comunidad china decidió que era el momento de escribir y para darle cuerpo a sus ideas y adivinaciones tallaron caparazones de tortuga. La relación que hay entre la actividad (la escritura) y el espacio escritural (el caparazón) pueden mostrar el deseo de longevidad del pueblo chino. En la mitología, a la tortuga se le atribuye la creación del mundo, también es asociada a la sabiduría de lo cósmico y lo abstracto. Por si eso fuera poco, la tortuga es una de las Cuatro Criaturas Sobrenaturales, junto al dragón, el qilin (unicornio) y el fenguang (fénix). Escribir sobre el cadáver una criatura sobrenatural es convertir sus restos heroicos en herencia e identidad para el pueblo. Algo temporal (la idea) contenido en algo muerto (el caparazón), hace revitalizar el material hasta que comunique y trascienda. Lo que alguna vez fuera el cuerpo de la tortuga se convirtió en un lugar para escribir.
En Mesopotamia las formas de escritura cuneiforme surgieron como una necesidad comercial. Interesaba que el pueblo conociera el símbolo, su forma y significado, además de la cifra. ¿Qué hay y cuántas veces? De esa forma contabilizaban sus bienes y los representaban. Para los mesopotámicos la escritura viene desde un lugar utilitario y preciso. ¿Qué significa que un pueblo inicie la escritura con una finalidad bien marcada? Los zapotecos, primeros en escribir en Mesoamérica, tenían un registro de los hombres ricos y sus proezas en el campo de batalla. Para ellos, sólo los poderosos podían participar de la palabra, sólo su vida era de interés suficiente.
Desde hace casi seis mil años hemos disfrutado y padecido la necesidad de escribir, hemos encontrado e inventado herramientas para prolongar la memoria, la palabra pensada es invisible, muere cuando se pronuncia, la escrita sobrevive. Para el escritor de Jiahui, el caparazón era el lugar correcto para que los pensamientos de la comunidad envejecieran. El contador de Mesopotamia encontraba en la arcilla una forma de organizar la riqueza de la comunidad. Me pregunto por el resto de las herramientas implicadas en ambos momentos y lugares, ¿qué acompañaba a la arcilla antes de que se convirtiera en cuentas?, ¿había alguna ceremonia para que el caparazón fuera apropiado para escribir?
Los objetos donde la escritura se materializa ocupan un lugar protagónico en la Historia de la palabra, es una pena que no estemos tan enterados del resto de los instrumentos que hicieron posibles los primeros actos textuales.
(II) Después del papel
A veces creo que escribimos demasiado, que le tenemos miedo al silencio y por eso hacemos preguntas absurdas: ¿cómo estás?, ¿qué estás haciendo? Ambos cuestionamientos son el planteamiento clásico para una mentira o una verdad a medias: “bien, gracias, ¿y tú?” Sospecho que de la necesidad por la escritura pasamos al gozo y después al hartazgo. Ahora es posible volver al origen y homenajear a los egipcios escribiendo principalmente con imágenes. Un gato para representar un gato. A pesar de que la escritura es prescindible en nuestra época , seguimos buscando que la palabra comunique o que por lo menos pinte la pared del silencio. Aunque todos podemos escribir, pocos son reconocidos como escritores.
Escribir es sencillo. Desde pequeños los niños escriben su nombre y se reconocen en el papel, primer autorretrato. Me llamo así, así me escribo. Con esta letra inicia mi nombre. ¿Y después? ¿Cuándo dejamos de escribir? Los escritores ostentan más de una biografía: la literaria , la familiar y claro, la objetual, pues a lo largo de sus vidas, coleccionaron objetos que formaron parte de su escritura y de su vida, aunque a esa información no pueden acceder los biógrafos. Pienso en Oscar Wilde y su langosta, ¿usaba alguna cadena especial cuando la sacaba de paseo?, ¿y qué otras cosas en su hogar permitieron que su langosta siguiera con vida? Sólo el olvido y los expertos en crustáceos sabrán la respuesta. Pero las cosas estuvieron ahí.
Parece que el escritor sólo tiene permitido interactuar con el papel, la tinta, el escritorio, los libros de otros. ¿Qué pasa con la cocina y la regadera? ¿Por qué no hablamos un poco sobre los zapatos? Hay instrumentos olvidados que acompañaron la mano y las palabras. Hay tres formas principales de acomodar el cuerpo mientras se escribe: de pie, sentado y acostado. ¿Sentado en dónde?,¿de pie descalzo o con botas?, ¿qué pasa con la temperatura del piso en invierno?, ¿acostado con la cama tendida y la ventana abierta? Cada postura nos conduce a objetos que estuvieron ahí, aunque nadie los recuerde.
Truman Capote encontró en un grupo de objetos el lugar para el descanso, el placer y el sustento. El autor de Breakfast at Tiffany’s escribía en su cama, entre sábanas y almohadas podríamos entender la vida y obra de Capote para reconstruir la(s) biografía(s). Sobre aquellos que preferirían escribir de pie, las posibilidades son aún más amplias, ¿mencionamos los zapatos? ¿el material sobre el que estaban parados? Si Virginia Woolf y Ernest Hemingway escribían de pie habríamos de hacernos más preguntas de sus pies y menos de sus manos, quizás porque en su cuerpo la escritura necesitaba una postura específica, lograda con el apoyo de ciertos objetos que no tienen una biografía ni un lugar en el corazón de los lectores más obsesivos.
Bladimir Ramírez (Zapotlán, 1996) Escritor, editor, tallerista. Es licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara. Maestrante en Desarrollo Humano, Educación e Interculturalidad. Nacido y criado en Zapotlán el Grande. Fue becario de la Fundación para las letras mexicanas (generación 2021-2022). En 2021 ganó el XXXIX Premio Nacional de Literatura Joven Salvador Gallardo Dávalos con el libro Prueba de resistencia. En 2021 fue becario de la estancia literaria “Material de los sueños”, sus maestros fueron Vicente Alfonso, Eduardo Antonio Parra y Diana del Ángel. En 2024 su ensayo A causa de las palabras obtuvo una mención honorifica en el premio nacional de ensayo joven Raúl Padilla López. Ha colaborado en algunas antologías y revistas literarias, tanto como ensayista como narrador. Ha publicado cuento y ensayos en medios como Revista Casa de las Américas, El Septentrión y Plástico: Revista Literaria. No toma café en ayunas, le gusta observar árboles, nubes, peces y otras especies mudas.