Poesía sin límites de Kenia Cano

Una vida en la poesía es posible, parece decirnos Kenia Cano con este libro, trabajado en un par de años. Kenia comenzó a publicar en 1994 y no ha dejado de hacerlo. Restauración reúneuna selección de 70 poemas de 12 poemarios publicados en casi tres décadas. Fueron revisados y corregidos uno a uno, para dejar una versión final más a gusto de la autora.

Es una antología que reúne las mejores obsesiones de Cano: animales que son parte de sus metáforas; erotismo sutil pero claro; naturaleza muerta; sentimientos que se desbordan; un lenguaje tan arbitrariamente literario que se vuelve original.

Cano sabe que la poesía la domina: «Del fuero beberás/ de la encendida boca de la poesía,/ para ser devuelta a las cenizas/ al papel que tantas veces te dio casa». No se crea que por gozoso el camino de la poesía es fácil ni bello siempre.

En muchos momentos, Cano deja ver lo doloroso de la vida, de algunos pasajes en especial, de duelos y de causas perdidas. También es posible ver una evolución de su pluma, por presentarse cronológicamente. Hay momentos de mayor abstracción, que dejan atrás los primeros poemas, más hechos de imágenes y sonidos.

Cano hace un corte en su camino y hace espacio para lo que venga después, quizás otros veintinueve años de poesía, porque también está claro que ella no dejará la poesía (ni la pintura), que ha asumido como un destino.

El siguiente poema está incluido en Restauración, de Kenia Cano:

ESCUCHO EL INTERIOR de ciertas casas vacías,

la respiración pausada que no tuvieron los antiguos habitantes,

el temblor en las ventanas,

el aire que se cuela por las rajaduras de los vidrios rotos.

Y aunque el calor entra por mi oído derecho,

no tiene sonido el sol.

Escucho el interior de la caja torácica del pájaro.

Me abro lentamente al sonido que hace el cardo

cuando brota por primera vez desde la grieta,

la salida de sus primeras espinas.

No es un sonido agresivo, solo memoria y protección

de la estrella en el terreno baldío.

Amo los terrenos baldíos, sus cambios sutiles a lo largo de un año:

la eterna acumulación de nidos de araña y ardillas.

Escucho el interior de la tierra bajo la ceniza,

su decir oscuro y generoso.

Escucho lo que responde la piedra a la inscripción

que ha dejado la uña del tiempo,                

tal vez un niño o un hombre

ha trazado en su lomo un problema matemático;

tocará el centro de la roca multiplicando los ecos

mientras toda la materia escucha:

Escucho el seco rozar en el pelambre del animal,

las partículas de polvo que sacude como gotas sobre la charca seca,

sobre la sed de la tierra.

Escucho el sonido del hueso más pequeño del cuerpo,

su música vibratoria,

su forma de frenar las voces desbocadas del exterior.

Dicen, susurran, que hay mal afuera,

que ha habido inconformidad,        

que se salieron las cosas de las manos,

que todos querían tomar a manos llenas.

Dicen, que hay demasiada gente triste.

Otros quisieran regresar, negar el primer encargo.

Ellos también tienen miedo,

no saben cómo llegaron aquí,

hay doctores, cantantes, náufragos.

Dicen los que están del otro lado

que no saben cómo volver,

dudan del equilibrio de sus propios huesos.

Hay quienes se ocultan durante el día en estas casas vacías,

el eco no los deja dormir.

Quieren volver y nadie los reconoce detrás de los pómulos alzados,

la madre primera no ve el gesto.

Sonido reparador restáuranos,

entréganos a la apertura de la primera estrella:

fulgurante coincidencia en nuestro cuerpo que parecía baldío.

Kenia Cano, Restauración, Ediciones Zetina, México, 2024, 146 pp.

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