El problema con Eichmann fue precisamente que muchos fueron como él, y que la mayoría no eran ni pervertidos ni sádicos, sino que eran y siguen siendo terrible y terroríficamente normales. Desde el punto de vista de nuestras instituciones legales y de nuestras normas morales a la hora de emitir un juicio, esta normalidad es mucho más aterradora que todas las atrocidades juntas.
Hannah Arendt
Hace algún tiempo que ya no respiro. No sé mi nombre ni mi ubicación exacta. Fue un viernes de abril del 2029, lo recuerdo porque era el día en que reuníamos todo el dinero y lo repartíamos entre todos los vendedores de ropa del puesto en el tianguis. Había escuchado que a veces en la vida caminas hacia la oscuridad, que es parte del crecer; pero a mi me pusieron la oscuridad a la fuerza, hicieron una para mí y repentinamente cayó sobre los ojos. No recuerdo los gritos, no recuerdo las amenazas mientras me subían a una camioneta. Me vaciaron toda: la ropa, mi nombre, mi cuerpo, mi intimidad y hasta el duelo digno de una muerta.
Nos levantaron a todos. Ni un solo comerciante se escapaba de la extorsión. Algunos se enfrentaban a sus verdugos, al poco rato los desaparecían o los asesinaban. La única salida para nosotros fue mi hermana. Mi madre estuvo de acuerdo con que se la llevaran para casarse con un fulano. A mi mamá a y mí nos dejaron tranquilas por varios años, luego actuaron sin amenazar, directo a hacer el daño.
En la época donde no pagábamos cuotas remodelaron cinco veces el mercado municipal de frente. Tanto la construcción como el desfalco acostumbrado fue realizado por el gobierno federal, estatal y municipal. El único pastel que alcanzaba para muchos y no se repartía. Nos movían a otro lugar mientras se remodelaba, por ello las ventas bajaron. Tuve que vender a domicilio. Una vida todavía más complicada. No había de otra. Fui a la universidad dos años, mi madre me puso a cargo del negocio y no tenía tiempo. Conocí a mi novio en el tianguis, parí una hija que nunca tuvo un padre. El hombre se fue a Estados Unidos con la promesa de regresar con más dinero. Jamás regresó o tal vez ni se fue. ¡Esperen! Todo a mi alrededor se está moviendo. Huelo sangre ajena. Está muy apretado aquí adentro. ¿Dónde me quedé? ¡Ah, sí! Pude meter a mi hija al kínder. Yo la llevaba y la traía a casa. El miedo era muy bien repartido entre la gente de la ciudad, nadie se quedaba sin nada, ese sí lo repartían bien. Mi madre ya no pudo ayudarme con el puesto, sus rodillas fallaron. Pedimos ayuda a los políticos buenos, porque si me lo preguntan para mí sí hay políticos buenos, la temporada donde abundan se llama temporada de campaña. Nos regalaron una silla de ruedas usada. A otras personas lesionadas les comentaron que las sillas no eran para siempre, sólo las habían rentado para la campaña, si ganaban las elecciones compraban nuevas. ¡Me estoy moviendo! ¡Una vez más todo esto se está moviendo! Nos empujan cada vez más abajo. Ahora que estoy aquí me doy cuenta de que el ser humano tarda para vaciarse. Mejor dicho, la ser humana, porque no creo que todos se vacíen igual. Las marcas que siento en mi cuerpo no las podía llevar un hombre. No veo ni una luz. Todo está oscuro pero movedizo. Bueno, les sigo contando. Mi madre ya estaba cansada, no quería ir ni en la silla de ruedas. Yo la veía muy bien, tal vez la cuestión no era de mirar si no de sentir la vergüenza cargada también por la silla. A mi mamá no le tocó el levantón, al menos mi hija tiene quien la cuide.
Mi mamá no hizo mucho por encontrarme, a causa de sus piernas enfermas. No me pregunten cómo pero mi exnovio me estaba buscando. Durante un año y medio buscó, se cansó y ahora nadie me busca. Cuando nadie busca a una desaparecida como yo deja de existir; no es suficiente la memoria de quienes aún nos quieren, tienen que buscar. El buscador nos hace en su búsqueda, ya me lo había dicho una señora, la cual nunca encontró a su esposo. Lo más parecido al recuerdo es la luz de la veladora que prende mi madre cada semana frente al altar. Aunque yo puedo contarles esto gracias al único rostro pegado a una pared que atascaron con publicidad para partidos políticos. ¡Ayuda! ¡Esto se está agitando!¡Los cuerpos chocan entre sí! Jamás había oído a la piel gemir desesperada por gritar, los sentidos cambian cuando desapareces. Ahora no sólo es el movimiento, entre tanto cadáver una retroexcavadora hace la luz desde arriba. ¡Nos encontraron! ¡Gracias a Dios! ¡Bendito Dios!
Esta es una historia falsa de la mujer que me tocó enterrar en una fosa clandestina de un panteón municipal. Esto es un intento de carta/petición al regreso del sentir, porque es verdad que no siento nada, no siento remordimiento, ni culpa. Robé la supuesta voz de la chica e hice esto, aquí el aburrimiento te mata poco a poco. Fue tan normal como firmar el milésimo documento del día. Leí una novela rusa y un libro de una tal Hannah Arendt en la pequeña biblioteca del penal. Nada me ha servido, razón por lo que escribo esto. Diluyeron perfectamente la responsabilidad entre los compañeros de las oficinas dónde trabajaba, desde el mando más alto hasta el de menos poder. El sistema burocrático sana la culpa eslabón por eslabón.
Escuché rumores que después de 14 años de insistencia la fosa del panteón va a abrirse para identificar los cuerpos, la FGE cambiaba las fechas pactadas, una táctica de escritorio común. Soy un ex agente del Ministerio Público y llevo siete años en un penal federal, fui acusado de desaparición forzada. Acá sigo, esperando sentir.
*La foto es de Margarito Pérez Retana del portal Cuartoscuro

José Arturo Tapia Tamayo nació el 6 de agosto de 1997 en Mazatepec, Morelos, México. Estudió la carrera de Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, es egresado de la escuela de Escritores Ricardo Garibay. Publicó en la colección “Aquí hay dragones” del sello editorial Lengua de diablo, su primera antología cuentística denominada “La tierra cuarteada.” Sus textos aparecen también en distintas revistas literarias de México, Colombia, Miami y Nueva York; y antologías de diversas editoriales como Lebrí, Lengua de diablo, Palabra herida y Venado Azul. Su cuento “El último murmullo” fue condecorado como parte de lo mejor de la ciencia ficción mexicana en el año 2024.