No esta noche
He cortado mi cuerpo para no aburrir
mientras te esperaba seis siglos,
mientras comía seis manzanas rojas
con seis gusanos a los que perdoné la vida.
He imaginado tantas veces mi muerte en la espera
y se han escrito las más hermosas tragedias.
Yo seguí en el mismo cruce del ensueño,
pues sabía que vendrías como lucero.
Y caíste, meteoro septentrional
que Dios fue incapaz de crear.
Caíste sin saber tu procedencia o destino,
tal como lo había leído en los registros.
Y no, cometa que cae y se levanta,
estrella de los arcanos que viene y va,
esta noche no marcharás. No te irás
con tu cabellera albina fugaz.
No esta noche, la última mía,
cuando para heridas ya no hay lugar.
Te haré el amor con las arterias;
te besaré estela, polvo y venas.
Te esperé con ambición insana,
acumulando pasiones de centurias
para venerarte en devoción.
Y aunque escucho ya la guadaña arrastrar,
mi noche perfecta no cortará.
Será con el alba crecida, quizá.
No esta noche. Lucharé hasta el final.
Mi cuello será tuyo y no de ella,
única luminaria adorable.
Esta noche la guadaña no vendrá
y tú no te vas a marchar.
Morir en tu cercanía sería infame derroche.
No. No moriré esta noche.
Del brillo en nuestros ojos
Lo he sentido y ha vivido en mis ojos,
brillado como los tersos caballos negros
a través de su crin azabache.
Ha sido mío y lo reconozco
hoy noche también en tus ojos,
pues mora en su fulgor aceituna,
y no hay ninguna otra luz igual.
Es brillo como de bólidos fatuos
que adornan miradas que lucen distantes
de seres cansados y hartos,
pero que están tan cerca de sí,
de su propia carne aún latiente
pues están necesitando morir,
sentir cómo se esfuma todo en un suave desliz:
es el descenso que clama su fin.
Lo conozco. Ha vivido en mis ojos,
brillado en el corazón de la penumbra
como los cuervos a los astros
a través de su hermoso plumaje.
Es brillo real de flama que a enfrentarte
contigo mismo llama.
Confía, amada, no temas,
si te envuelve como a mí a todas horas…
y te fija a un amor extraño
por el filo en las rasuradoras.
Aleqs Garrigóz (Puerto Vallarta, México; 1986) escribe poesía desde los 15 años. Es maestro el Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Guanajuato. También es periodista cultural. Publicó su primer libro de poesía en 2003: Abyección. Posteriormente aparecieron La promesa de un poeta (2005; Premio Adalberto Navarro Sánchez), Páginas que caen (2008, 2013; Premio Municipal de Literatura de Guanajuato) y La risa de los imbéciles (2013, Ganadora del I Concurso Internacional de Poesía de Emergente Nauyaca) y El niño que vendió su alma al Diablo (2016). También han sido premiadas sus obras Galería del sueño (Premio Espiral de Poesía 2011, de la UG), En la luz constante del deseo (Premio Espiral de Poesía 2012, de la UG), Despiértame en otro mundo (Mención Honorífica en el I Concurso de Cuento y Poesía de la Universidad Marista de Querétaro, 2013), Penetrado por el amor (Mención Honorífica en el V concurso editorial “El mundo lleva alas”, 2012), Resplandor del oro amanerado (Tercer premio en el VI Concurso Nacional de Poesía María Luisa Moreno, 2014). Sus últimos tres libros publicados son: Los muchachos (2018), El primo (2019) y Penetrado por el amor (20019) Actualmente prepara el poemario La distancia de las flores. Ha sido antologado en una treintena de antologías en diversos países. Ha publicado poemas en medios impresos y electrónicos de México, España, Colombia, Estados Unidos, Colombia, Argentina, Honduras, Perú, Nicaragua, Chile y Suecia. Poemas suyos han sido traducidos a cinco idiomas.