La bella mujer se llevó el cigarrillo a los labios de manera seductora, me miró fijamente. Yo, presuroso le ofrecí amablemente fuego. La mano esbelta de ella protegió la llama, teniendo la intención de tocarme las manos. Recorrió sutilmente mis dedos sin dejar de mirarme a los ojos, con su mirada gris. Tentó delicadamente la sortija que tenía en mi mano, la examinó y en la penumbra distinguió la letra D, formada de piedras brillantes en el aro de oro.
—¿David?, —formuló, esperando una respuesta.
—¿Tú qué crees? respondí.
—¡Uy, qué misterio! Dijo sonriente.
Una bocanada de humo de su boca me aleteó suavemente en el rostro, continuando en su juego seductor. Inclinó la cabeza hacia atrás dejando ver su escote, predominando su atractivo cuello, delgado e insinuante. Seguido de una risa sensual y divertida, que hacía juego con su vestido rojo.
—¡Vamos, invítame a bailar!
Tomó mi mano y me jaló hacia la pista de baile, sus movimientos destellantes en el claroscuro del lugar hacían que su tez blanca, brillara en todo instante. Su ritmo se conjugaba a la perfección, el vaivén de los cuerpos hacía la melodía. Le ceñí la cintura con los brazos, acercándola completamente a mi cuerpo, un giro y la liberaba, pero inmediatamente, se repetía el acercamiento. Quedó mi rostro hundido entre el cabello largo y oscuro de ella, en un suspiro arrebatado causado por el perfume de su piel, dije:
—Soy Daniel, ¿y tú?
—También con D, sonrió irónicamente sin decir el nombre.
Pude sentir el latir de su corazón en mi pecho, el juego de roces era de evidente excitación, como adolescentes que están descubriendo el amor. No disimulamos más, ella tomó la iniciativa.
—¡Vamos a mi departamento!, dijo, con esa mirada ceniza de perro triste, hechizante, a la que era imposible decir que no.
No pasó ni media hora y ya estaba en su cama, quitándole la ropa, besándole cada centímetro de sus muslos. Ella era hipnotizante. Me hundí en la humedad de sus besos, en el sofoco de sus murmullos. Dispuesto a todo…
Entonces, en ese momento sonó el timbre del departamento, al mismo tiempo tocaron la puerta con golpes escandalosos, ella se levantó abruptamente y se tapó con la sábana de seda color oro antiguo que tenía sobre su cama.
—¡Débora, abre la puerta! ¡He visto que llegaste con alguien!
Mis manos empezaron a temblar, puesto que era la voz de un hombre enfurecido.
—¿Quién es? Le pregunté a ella.
—No lo sé, algunas noches golpean mi puerta y me dicen cosas amenazantes.
—¡Dime la verdad! ¿Eres casada? ¿Es tu esposo?
—Soy viuda, hace tres años mi esposo murió en un accidente, las veces que he salido a divertirme sucede esto. Llega alguien, toca a mi puerta, voy y veo por la mirilla y no hay nadie.
Un estremecimiento recorrió mi cuerpo, lo que aparentaba ser una noche placentera, se había tornado una velada extraña. Su mirada plomiza era honesta, ella temblaba y estaba empapada de sudor por el miedo. Tenía una piel tan transparente, que te hacía quedar maravillado cada vez que la contemplabas y lo único que sentí, fue querer protegerla.
Me abrazó y me explicó a modo de susurro:
—Siempre sucede así, toca la puerta, dice intimidaciones, y unos minutos después, se escuchan sollozos en la cocina. Pero no hay manera de que alguien entre ahí, estando la puerta de enfrente cerrada. Lo decía desconcertada.
—¿Desde cuándo te sucede esto?
—Justo desde hace tres años, cuando él falleció.
No sabía cómo reaccionar, lo primero que pensé fue llamar a la policía, pero…
—¿La policía iba a creer?
Infortunadamente ya estaba metido en ese embrollo.
—¡Tranquila! Vamos a esperar un rato y después llamamos a la policía, no puedes estar tolerando esto.
Habían pasado diez minutos y en efecto, empezaron a escucharse ruidos en la cocina, como si alguien buscara algo forma desesperada, tiraban platos, movían sartenes, abrían cajones, todo esto seguido de lamentos.
—Ella se pegó a mi cuerpo abrazándome fuerte. Yo, inmóvil, no sabía qué hacer, pues estaba sin ropa, solo alcancé a ponerme los calzoncillos. Pero indudablemente, tenía miedo.
Esperamos a que pasaran los ruidos de la cocina y petrificados por el miedo, nos vimos a los ojos.
—Ya pasó, discúlpame no quería que esto sucediera, me dijo angustiada. ¿Te puedes quedar hasta que amanezca?
—Sí, no hay problema, me quedo. -Contesté disimulando el pánico que me había gobernado.
Un sopor invadió mi cuerpo, de manera que me quedé completamente dormido con ella en mi regazo. Los rayos del amanecer me dieron justo en los ojos, y precipitado me levanté buscándola, pues cuando desperté, ella no estaba. No había vestigios de Débora. Me sentí frustrado y atormentado, quería encontrar algo que me indicara lo que había pasado. Con temor fui a la cocina del departamento, todo estaba en orden. Hasta que mis ojos ansiosos, encontraron pegada en la nevera, una noticia de un recorte de periódico, la fotografía de ella con su mirada triste y gris era inconfundible, estaba con un hombre de rasgos muy similares a los míos: “Pareja muere despedazada en pista de baile, les cae encima un anuncio espectacular” Débora y Daniel, la pareja participante que cada año ganaba el concurso…
Hui aterrado del lugar.

Rosa María Romero de la Cruz, escritora de Linares, N. L., México. Colectivo Internacional Conspiración poética. Miembro de la Academia de Literatura Latinoamericana. Coautora en las antologías “Claroscuros del amor”, “Sin Maquillajes”, “Serpientes y Escaleras”, “Desahogo” y otras más de Editorial Pandero Cultural. Antología “No más violencia” Desierto Mayor Editores. Antologías “Esclavitud Moderna”, “Jamás te olvidaré” de Pandero Cultural, Antología de Cuentos, Biblioteca del CFCE La Antigua Guatemala, ©AECID, 2022. Cuadernos de Literatura “Detrás de estas palabras, hay una mujer”; Editorial Alquimia. III y IV Coloquio Internacional de Mujeres Escritoras y Antología “Una habitación propia” y “Coraje y Resistencia”. “Espiral de abejas” y “Coordenadas de Voces femeninas XXII” editorial Voces Nuestras. Coordinadora de Movimiento Proyecto Cultural Sur Nuevo León. Participaciones con poesía en “La Enamorada Radio”. Coautora en Antología Poetas Mexicanos. Poesía en “La Enamorada Radio”. Publicación revistas digitales; Pandero Cultural, Letras Insomnes, Mitaraka.