Asistí a la universidad, desde hace un año es mi centro de trabajo. Era miércoles y por alguna razón que aún no me explico, llegué más temprano que de costumbre; recuerdo que ingresé por los pasillos observando como siempre las áreas verdes de la universidad. Sinceramente no presté mucha atención a la pared del edificio, en ese momento nada llamó mi atención, solo seguí caminando hasta el lugar donde se ubica el escritorio que me asignaron una vez que alcé la voz porque para trabajar me habían dado una banca en el patio escolar.
Ya instalada, prendí la computadora personal y comencé mi trabajo. Minutos después se aproximó un profesor quien me preguntó ¿ya se dio cuenta de lo que está pasando? Esta advertencia me alejó del trabajo académico y mi atención se dirigió hacia afuera de la oficina. Salí y al observar las paredes, pude leer los carteles elaborados por estudiantes, comprendí que no había pasado mucho tiempo de su colocación en la pared. En hojas tamaño carta se leía “Fuera las autoridades”, “Acoso laboral”, distintas denuncias. El contexto era el reciente despido de profesores y en otros pocos casos la no renovación de contratos laborales de maestros. Al mirarlos me sentí ciertamente preocupada, regresé a mi escritorio. Nadie de los ahí presentes decía nada más, en tanto las autoridades intentaban contener la situación estudiantil. Mi inquietud por el bullicio, el estrés de otros me devolvió el impulso por encontrar en el pasillo las causas de este evento. Al acercarme a los estudiantes identifiqué parte de las inconformidades: una licenciatura estaba peleada con las otras carreras, el motivo en ese momento no lo identifiqué, siendo honesta sigo sin saberlo.
La pelea entre estudiantes me permitió ver la enorme molestia que los alejaba, provocando su desencuentro. De un lado la inconformidad de alumnos/as por la alteración del ambiente escolar que impedía continuar con las clases. Del otro lado se encontraban estudiantes pegando carteles en puertas, ventanas y paredes, denunciaban diferentes tipos de acoso, como el laboral, despido de maestros, también escribieron comentarios hacia una mujer joven que hasta hace no mucho entró a trabajar a la universidad. Cuestionaban su capacidad para haber obtenido un puesto laboral, exigían en sus carteles la explicación de su ascenso en el trabajo. Mi sorpresa en ese entonces fue ¡jóvenes atacándose entre ellos!, ¡mujeres desprestigiando a otras mujeres”, pero al mismo tiempo y contradictoriamente como estudiantes denunciaban acoso en el trabajo.
Mientras traté de contener a estudiantes muy enojados y amenazando con emplear los golpes como una forma de resolver sus diferencias con la otra carrera, me percaté que desde otra posición había un “profesor” observando y disfrutando el momento de la disputa: sus pupilas brillaban. Y ¡cómo no!, pues se trataba de la respuesta neuroquímica de una “persona” que experimenta placer ante lo que observa, a su vez cobardemente él trataba de esconderse entre los estudiantes y el escritorio del aula, pero su acto fue demasiado tarde, ya lo había notado. El profesor no solo se denunciaba por el brillo de su mirada morbosa, también se dejaba ver su afilada dentadura, tras la sonrisa malvada. Eran los colmillos del lobo, un lobo que alentaba la desconfianza de las pequeñas ovejas, las y los estudiantes, quienes corrían sin sentido por el miedo que experimentan al no tener clara la amenaza.
En fin, como a mí los lobos disfrazados de maestros universitarios no me asustan, en ese momento continué tranquilizando a las/los alumnos que podía, les pedí intentaran calmarse. A una joven la detuve con mis manos, la tomé respetuosa y cuidadosamente de los brazos pidiéndole que se tranquilizara, sus compañeras comenzaron a reír y después todas estábamos sonriendo, conectándonos con las miradas, finalmente aceptaron entrar a su salón y me retiré del lugar.
Quince días después del desafortunado evento, la situación no va mejor, aún hay tensión entre el estudiantado. La batalla continua porque por alguna razón los lobos siguen disfrazados de docentes.
Nancy Araceli Méndez Romero. Dra. Ciencia en Salud Colectiva, pertenece al Programa de Investigadoras e Investigadores, COMECYT. Líneas de investigación: salud mental, género, violencias, consumo de sustancias y acceso a servicios de salud.