Las razones de Baldwin

Si tus compatriotas creen que la intimidad es un delito,

pues peor para tu país.

James Baldwin en El cuarto de Giovanni

Cada que leo un libro con la etiqueta de “novela gay” me pregunto dónde estarán las variaciones y los matices que hacen posible las representaciones de una forma de ser y amar que, se supone, es distinta. Las posibles respuestas a esta pregunta inicial suelen encontrarse en la época, la geografía, las habilidades y el talento del novelista en turno, pues la exploración temática es más bien clásica: un hombre que ama a otro o dos hombres que se aman. El cuarto de Giovanni (1956) emplea ambas fórmulas con maestría, hay en la escritura de Baldwin una lección no sólo de estilo, también de precisión y profundidad en el lenguaje. Una forma de presentar la novela de Baldwin a nuevos lectores podría ser la siguiente: la precisión en el lenguaje es la precisión anímica del personaje, lo cual nos permite explorar variaciones de un mismo asunto,  de tal manera que los sentimientos y las palabras de David rápidamente se vuelven honestas y familiares, aunque sus acciones no sean heroicas, el narrador tiene el poder fabulador de los novelistas clásicos.

En la novela gay debe haber, casi por regla general, un conflicto amoroso con tendencias eróticas. El resto de la decoración de interiores también se encuentran en el departamento sentimental: el carácter del personaje, la relación que tiene con su familia o la soledad en la que ama, vive y piensa en otro hombre, ese amante imposible que debe sentirse lejano y de difícil conquista, o insoportablemente dispuesto al amor.

Baldwin decidió que esta historia debía protagonizarla un compatriota suyo, rubio y de ojos azules, con una vida más o menos sencilla, la belleza de David y la ligereza con la que a veces vive da como resultado un testimonio más bien nostálgico de una felicidad desconocida, un tono que me recordó algunos cuentos de Onetti. Es Giovanni el hombre que ama, es David el hombre amado. Ambos están en París escapando de su vida anterior, de lo que fueron en la tierra que los vio nacer. Pero a diferencia de David, Giovanni parece más dispuesto a amar y ser amado.

Leí El cuarto de Giovanni apenado con mi propia ignorancia, casi como si estuviera pagando una deuda. Después de leer la novela me siento como el devoto que acaba de visitar un templo antiguo, con el deseo de regresar con los ojos llenos de gratitud y de fe. Leí El cuarto de Giovanni con el escepticismo, la expectativa y la esperanza de que la homosexualidad de los personajes no fuera su única característica o su único destino posible, fenómeno que es habitual en las malas novelas de este género. Baldwin hizo una radiografía de las emociones de un hombre homosexual y una detallada y bellamente escrita exploración de lo arriesgado que puede ser la pasión. El cuarto de Giovanni es una novela sobre la homosexualidad, sobre la crisis de identidad de los estadounidenses de la posguerra, sobre la prostitución masculina de jóvenes en París, pero, sobre todo, El cuarto de Giovanni es un despliegue de técnica narrativa, combinado con un lenguaje poético, preciso y cruel que nos sumerge a la profunda melancolía de David, el narrador y protagonista de la novela.

El inicio del libro es la conclusión del relato, así que el narrador es introspectivo. Esta es la historia de dos condenas, la primera es a muerte y es para Giovanni, la segunda está diluida en lo largo y ancho de la novela, pues hay en la vida de David un juicio constante que deriva en generosas cantidades de coñac barato. Por momentos su mente parece el largo monologo del arrepentimiento y la culpa, en esos momentos de oscuridad y desesperanza es cuando David busca la compañía masculina, no importa si es Joey, un joven norteamericano como él, Giovanni, un joven italiano o un marinero ebrio en algún lugar del sur de Francia, para David los hombres son un refugio de placer, un lugar donde puede dejar de pensar en él mismo y puede, por un momento, observar el mundo exterior con una luz más optimista.

El supuesto énfasis que Giovanni hace respecto a las diferencias culturales de los estadounidenses y de los italianos no es un simple gesto patriótico o un adorno en ninguno de los dos, por el contrario, a lo largo de la historia observamos que la geografía natal de los protagonistas tiene una participación clave. Pues David en ningún momento parece estar dispuesto a renunciar a su identidad americana, incluso si eso implica enfrentar a su padre y las expectativas que lo aguardan en el nuevo continente: casarse con una mujer, tener hijos, cumplir con las expectativas que el entorno ha construido para él. Por otra parte, Giovanni parece aceptar ese carácter impulso y apasionado que es estereotípicamente asociado a los hombres italianos, él no tiene pudor para gritar el amor y la necesidad que siente por David y tal vez ese es el origen de su condena: su honestidad sin filtros, su corazón italiano expuesto a un norteamericano más bien frío y calculador.

David recuerda a Joey cuando piensa en Giovanni, acaso porque ambas historias tienen factores en común: el alcohol para evadir el deseo homoerótico y los efectos secundarios de sentirse amado, pues Joey, al igual que Giovanni, deseaban, además del cuerpo de David, su amor y entrega, es ahí donde el alcohol aparece como un antídoto, como un asistente para la distancia y la frialdad, un aliado para el abandono de la pareja y el exilio, pues parece que David está escapando de un lugar a otro. No era feliz en Estados Unidos y tampoco lo era en París, parece que no puede serlo en ningún lugar, porque ahora Giovanni está presente en todos los hombres que despiertan su deseo.

El enamoramiento entre David y Giovanni es inmediato y notorio para toda la concurrencia del bar que frecuentan los protagonistas, la conversación entre Jacques y David expone uno de los pilares de la novela: el miedo al amor. En una sincera conversación entre David y un amigo suyo, un homosexual mayor que él que hace las veces de patrocinador y consejero.

—Tienes… ¿cuántos años? ¿veintiséis? ¿veintisiete? Casi te doblo la edad y te voy a decir una cosa: eres afortunado. Afortunado porque lo que te está pasando ahora esté sucediendo en este momento y no cuando andes por los cuarenta, o algo así, cuando ya no habría esperanza para ti y te quedarías directamente destrozado.

—¿Qué es lo que me está pasando?…

Para Jacques, un parisino con experiencia en los amores de una noche, el encuentro de David y Giovanni es un suceso extraordinario que debe celebrarse, que debe cambiar la forma de ser de aquel que es amado, pues es importante decir que el joven italiano era, sin duda, un deseado entre los homosexuales de Paris, por lo tanto, ante aquellos que desean a Giovanni, su amor era algo valioso. Esta conversación un tanto paternal inaugura un nuevo miedo para el narrador: ser visto ante el mundo como un homosexual, así que este amor que inició en la noche parisina parece estar condenado a la noche parisina, a las cuatro paredes del destartalado cuarto de Giovanni.

Por momentos David es honesto, sobre todo en sus reflexiones sobre la culpa y la condena, ante el lector reconoce todo aquello que no puede reconocer ante el mundo exterior, se permite amar y odiar a su joven amante italiano con severidad y placer ante nuestros ojos. La convivencia entre los dos pronto se vuelve insoportable, entre las carencias económicas y su marcada tendencia al alcohol, los conflictos aumentan en la reciente pareja. Pero en la pobreza y en la ebriedad, en la riqueza y la resaca, David y Giovanni encontraban momentos de amor.

Para Giovanni lo que ocurrió entre ambos no era motivo de vergüenza ni de miedo, parece que el italiano tenía una conclusión más elemental: amaba a David. El norteamericano rubio, por otra parte, vivía con el constante miedo de ser descubierto. Para él no es posible la verdad, no puede reconocerse como lo que es: un homosexual enamorado.

—…Descubrir, descubrir, no dejas de repetir eso, como si fuéramos cómplices de un crimen. No hemos cometido ninguno.

La culpa anula la identidad romántica da David e impide que el deseo, después de su consumación doméstica, pueda convertirse en el amor al que el protagonista tanto teme. Al inicio de su viaje a Francia, David intenta negar que amó a Joey y después lo ignoró hasta que él decidió cambiarse de escuela, una situación muy similar a lo que ocurrirá con Giovanni, aunque con consecuencias más graves.

Tal vez lo más cruel en la vida de David es el juicio interno, que lo declara siempre culpable, alejado del amor que vive con otros hombres; la culpa en la novela es el gran adversario que no puede derrotarse, pues el narrador no cree que haya un futuro posible ni con Giovanni ni con ningún hombre, y eso tal vez se debe a que David ha interpretado sus relaciones amorosas como algo indeseable, prohibido.

Otro problema en la vida de David es que para él es doloroso darle sinceras palabras de amor a Giovanni, aunque lo desea, aunque sacia en él sus pasiones más cálidas. Mientras que Hella, su novia, su prometida, sí que puede recibir cumplidos y elogios que por momentos resultan artificiales, sin embargo, imagina David, sólo ella podrá salvarlo de su culpa y ayudarlo a ser un hombre como cualquier otro. Las ocasiones en las que David nos relata sus encuentros sexuales con mujeres nos adentramos a un terreno estéril, de descripciones aceleradas y objetivas, casi como si fuera una obligación para el personaje haber consumado esos actos y el narrador, igualmente obligado, los comparte. Esta situación es aún más notoria si la comparamos con las secuencias narrativas en las que el narrador profundiza en el cuerpo masculino y la pasión que en su cuerpo despierta Giovanni y otros chicos de París.

Tal vez para David sí que estaban cometiendo un crimen: el de la homosexualidad. La novela de Baldwin se convierte entonces en un espejo atemporal, cada vez que la homosexualidad sea perseguida por las autoridades morales y estatales, cada vez que se entiende la homosexualidad como lo enfermizo, nos acercamos un poco al pensamiento y acción de David, no solamente “volvemos al closet”, además le agregamos culpa, abyección, pecado, y otro tipo de condenas personales. Tal vez por su capacidad de construir a los personajes con tal nitidez que podemos ver cómo aman y sufren, tal vez porque profundizó en la mente de dos jóvenes abandonados, más bien solitarios y sin muchas ambiciones en la vida más allá del amor, tal vez porque a diferencia de otras novelas gay, donde todo parece un callejón sin salida y todo debe terminar en tragedia, en la novela de Baldwin la tragedia no es un destino inevitable dictado por los dioses, más bien es el resultado del miedo de David, de su identidad diluida en los fantasmas familiares y el ideal de hombre rubio y estadounidense, tal vez por esas razones —y otras más—, la novela de Baldwin será un clásico en su género y un documento histórico en el que propios y extraños podremos vernos reflejados, porque al igual que en los ríos temporales para aves migratorias, en la novela de Baldwin siempre habrá algo vivo y disponible para nosotros, sus afortunados lectores.

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