Ulises José
Piloto
Esta es la vida de Tristán, viudo de Isolda. Un filósofo que, durante su época de estudiante, prometía volverse una eminencia y una autoridad en su materia, pero no fue así y, a pesar de todo su talento, se dedicó a escribir libros de autoayuda que se vendían bien, permitiéndole así vivir de manera holgada y encargarse de su hija que estaba por entrar a la universidad.
Durante su carrera, Tristán conoció a Isolda, estudiante de letras francesas, y la simpatía que les causó la coincidencia de sus nombres, resultó ser el detonante para una relación que terminó en un matrimonio celebrado de forma atea y, un par de años después, tuvieron una hija a la que llamaron Leonor.
Isolda partiría antes de lo esperado. Durante un viaje a Nueva York, decidió visitar las Torres gemelas como última actividad antes de volver a México, todo terminó cuando un par de aviones fueron impactados contra esos edificios; nunca encontraron su cuerpo ni nada que pudieran enterrar, así que frente a un ataúd vacío, Leonor y Tristán lloraron su muerte.
La pérdida de Isolda fue terrible para Tristán, pasaban los meses y no podía recuperarse, hacía todo lo posible por sacar fuerza de algún lado y estar presente para su hija. Leonor era fuerte, él lo sabía, pero le causaba remordimiento no apoyarla. Así que su mente, en conjunto con su imaginación y la química de su cerebro, reaccionaron creando una ligera esquizofrenia que le permitía interactuar con una versión imaginaria de Isolda.
I
El primer episodio de esta historia comienza un lunes 6 de abril de 2015 en la casa de Tristán, una construcción amplia, de gusto sencillo y refinado con varias habitaciones y distintos espacios todos acondicionados para leer o escribir, una casa que había sido herencia de la familia de Isolda y en la que Leonor creció rodeada de libros.
Tristán se encontraba frente a su computadora mirando el monitor atentamente, de cuando en cuando se rascaba la barbilla o la frente observando lo que, según él, sería su último libro de autoayuda, el libro número doce de los doce que había pactado con la editorial que lo publicaba; por fin tenía la posibilidad de escribir otras cosas. Su edad estaba más cercana a los cincuenta años que de los cuarenta y entre regalías y conferencias acerca de su serie “Doce emociones para doce meses” tenía lo suficiente para seguir adelante. A su espalda, sin ponerle mucha atención, la imaginaria Isolda caminaba leyendo un tomo elegante y costoso de los ¨Diálogos¨ de Platón.
Sin desviar la mirada le comentó a Isolda su intención de por fín escribir todos los textos filosóficos que no había escrito, ella sonrió y cerrando por un momento el libro en sus manos le recordó, con tono de ternura exagerada, que llevaba cuatro años diciendo lo mismo y que seguramente tampoco lo conseguiría en esa ocasión. Tristán intentó defenderse argumentando que ahora era distinto, ya no tenía ningún compromiso legal que lo sujetara. De nuevo recibió una risa como respuesta, Isolda se acercó a él por la espalda y le susurró al oído que, por más que lo negara, amaba a su público y sus conferencias.
El teléfono sonó, Tristán, sin sobresaltos y con calma, atendió la llamada dejando que sonara un par de veces antes de levantar la bocina. Era Jonás, su editor, un hombre que siempre había sido honesto con dos cosas: la amistad que sentía por Tristán y el amor al dinero producido juntos. La plática fue directo al grano y ambos comenzaron un intercambio de insistencias y negativas dedicadas a si era prudente abandonar aquella sociedad o no; la conversación se llevó a cabo con educación y propiedad cuando colgaron ambos estaban confiados de haber convencido al otro. Isolda sonrió desde la esquina del estudio.
Leonor entró al estudio sin tocar la puerta, con ella venía Saul, el único sobrino de Tristán y que se hospedaba con ellos en lo que concluía la preparatoria. Venían discutiendo acerca de las diferencias entre los establecimientos de comida rápida que frecuentaban e intentaron integrar a Tristán pidiéndole su opinión; él les arruinó el juego diciendo que cualquier lugar de tacos era mejor. Ambos lo miraron con reclamo por su comentario tan snob. Leonor le recordó que era día de recibir a sus amistades a comer y que no faltaba tanto tiempo así que ella se encargaría de todo. Hacía ya un tiempo que la cocina en esa casa no se usaba así que casi todos los alimentos que se consumían eran pedidos a domicilio. Una vez que la transacción alimenticia fue terminada y aprovechando un silencio breve, Tristán le comentó a su hija y sobrino acerca del plan de abandonar la autoayuda y volver a la filosofía. Los dos rieron y luego guardaron silencio al ver que lo decía en serio y volvieron a reír. Tristan les pidió amablemente que se fueran.
II
Sus invitados llegaron a la hora acordada. La mesa ya estaba puesta y ellos llevaban vino y cerveza. Entraron a la casa sin llamar a la puerta, desde unos años atrás habían llegado a ese nivel de confianza en el que incluso portaban copias de las llaves de la casa. Lilith, que en realidad se llamaba Liliana y Fausto, eran las dos amistades más cercanas a Tristan. Se conocieron durante la carrera y continuaron su relación una vez graduados. Lilith era novelista y, además de prolífica, había sido publicada en varios países; Fausto era maestro y escritor de ensayos, además de cantar en una banda de rock urbano poco original.
La cena comenzó con los cinco personajes alrededor de la mesa repartiendo la comida. Isolda se paseaba al fondo mientras leía una edición muy elegante de “La náusea”. Mientras Tristán servía vino en todas las copas les advirtió acerca de la noticia que quería compartir, pero fue interrumpido por comentarios de aburrimiento y augurios de fracaso fundamentados en los intentos anteriores. Trató de convencerlos de lo distinto del momento, pero fue inútil y la burla continuó.
Un par de horas después sólo estaban Lilith, Fausto y Tristán en la mesa. Ya habían bebido mucho y hablaban casi al mismo tiempo. La discusión iba de un punto a otro y se cambiaba el tema sin mucha lógica. Llegaron al asunto que Tristán tenía en mente y antes de que él hablara, Lilith y Fausto lo quisieron convencer de que no abandonara su carrera de escribir autoayuda. Le decían que, bien que mal, toda la filosofía que él manejaba se filtraba en cada párrafo que escribía y que seguramente le llegaría el mensaje a más gente de esa manera que a través de un conjunto de ensayos acerca de Camús. Tristán sabía que aquello era sarcasmo puro y, aunque no lo deseaba, le ganaba la risa.
Al otro día Tristán amaneció algo devastado por el alcohol que había consumido la noche anterior, Isolda lo miraba burlona y le preguntó acerca de su plan de abandonar su línea de trabajo para dedicarse a la filosofía “real”, él no pudo responder en ese momento y bajó a prepararse algo de café. En el comedor estaban Leonor y Saúl desayunando lo que había quedado en la mesa de la cena. Lo saludaron con chistes acerca de su aspecto, él los ignoró y fue a servirse café. Mientras estaba en la cocina volteó a ver a Isolda de su imaginación y le comentó que ese era el lugar en el que más la extrañaba, ella le acarició la cara y le recordó que solo estaba ahí porque era un delirio que él materializaba, que no podía hacer nada al respecto, pero sonrió y le pidió que se enfocara en sus planes por absurdos que fueran. Tristán soltó una carcajada que hizo que derramara un poco del café de su taza.
III
Una semana después, en la terraza de la casa de Tristán, él y su editor bebían y platicaban. Desde la sala eran observados por Leonor, Saúl, Lilith y Fausto que habían organizado una apuesta acerca de si era capaz o no de abandonar la carrera de la autoayuda; el problema era que nadie quería apostar por el ”sí”. La reunión fue más larga de lo que esperaban y decidieron jugar una partida de cartas en lo que el escritor y el editor dialogaban.
Leonor fue la que vio que su padre y Jonás se levantaron para despedirse con un apretón de manos y un abrazo. La cara del editor lo decía todo. Tristán entró a la sala y todos lo miraron esperando algún tipo de explicación, él los miró a todos y luego se dirigió a Leonor diciéndole que gracias a la nueva serie de libros que había negociado con Jonás ella heredaría una buena cantidad de dinero en regalías. Después se dirigió a su estudio a pensar en algún tema rentable para su ya exitosa serie de autoayuda.
Isolda caminaba mirando los lomos de los libros que estaban en el librero mientras Tristán justificaba su decisión, ella, con un tono de condescendencia le comentaba que su decisión había sido correcta. Él mismo se daba cuenta de lo poco contundente de sus argumentos y fue peor cuando Isolda se acercó a su rostro y se le quedó mirando a los ojos
—Admítelo Tristán, solo admítelo.
—Lo admito, me encantan mis libros de autoayuda y mis conferencias y me dejan muy buen dinero como para no seguir con ellas— Isolda se tocó el pecho y le sonrió
—Eres un gran padre Tristán, siempre lo fuiste.
Continuará…
En el próximo episodio:
-Tristán comienza su nuevo libro.
-Leonor sale de fiesta con Saúl.
– Lilith anuncia su próxima novela.
Esto y más en el siguiente episodio de “La balada de Tristán e Isolda”
Ulises José García Rodríguez, nacido en Cuernavaca Morelos el 3 de diciembre de 1974. Estudié servicios editoriales con el grupo editorial Versal de 1999 a 2000. Manejé un proyecto editorial llamado TREBUCHET EDITORIAL del 2000 al 2005, he trabajado como asistente en distintos proyectos de edición impresa y digital así como en el transporte de libros en papel a versión Epub. Egresado del Diplomado en creación literaria de la escuela de escritores Ricardo Garibay.
Me atrapó, espero con interés la continuación. Saludos