La distancia
La distancia que me separa del mundo es del tamaño de un gorrión,
La de un gorrión acurrucado.
Es breve, casi imperceptible, pero si abre las alas y vuela a continentes lejanos,
es una distancia que no tengo las fuerzas para recorrer de regreso.
De ahí nace toda la tristeza de mi corazón.
La separación que siento equidistante de todo, es del tamaño de un alfiler.
Si me acerco, siento una herida honda que atraviesa todo mi cuerpo y me abate.
Es un espacio diminuto pero irrecuperable.
Habito la Lejanía.
Una herida de extensiones sucintas y de esfuerzos descomunales.
Me revuelvo en la cama imaginando lo que implica recorrerla.
A veces lo hago y merodeo impaciente, sin conseguir sentirme cerca.
Algo me detiene.
Una fuerza que emana de mi cuerpo empuja y el mundo,
con la misma intensidad, como imanes con las caras de los mismos polos repeliendose, responde con indiferencia y rechazo.
En la distancia que me separa del mundo caben dos idiomas distintos, intraducibles entre sí.
Es un espacio minúsculo entre palabras e ideas
pero suficiente para extender los dedos y asir brotes de neblina.
De ahí nace toda la música de esta soledad.
En ocasiones llego al límite y agotado logro acortar la distancia.
Gestos, roces, miradas, silencios, música.
Todo mi cuerpo me habla de la separación:
de otros cuerpos, territorios, eras, conceptos, soplos.
Cada paso revela un muro o un trecho infranqueable.
Cada acto es una discrepancia.
La distancia que me separa del mundo es minúscula y nimia,
es un dolor en el pecho en la noche,
una electricidad que me recorre los brazos sin razón aparente,
es un hueco con formas que aún no encuentro.
Y todo mi cuerpo busca todavía.
La tristeza
La tristeza se ha apoderado de todo.
De mi forma de mirar y de los cristales del solar que da al jardín.
La cocina se ha llenado de un polvo fino que no se quita.
Y cada paso me lleva a otra puerta, lejos de ti.
Leo libros que hablan de la misma tristeza,
y escucho canciones que me consuelan,
con cantos de dolor e historias como la mía,
pero esa legión de tristes, en nada me acompaña.
Cada uno va solo en su propia barca, en otro mar.
Lo que veo, atravesado por este desconsuelo,
me produce placer y temor.
Es como un musgo de un verdor apagado,
como una melodía hueca en la boca del estómago.
Se siente como un animal agazapado en la entraña,
como una flor abandonada en un jarrón de invierno.
Camino y sonrío y atravieso su frontera por las mañanas.
Voy al trabajo, abro los ojos, merodeo por las horas.
En el silencio escucho su rechinar de dientes,
es una sombra que me acaricia y desgarra.
Todo me desconcierta salvo esta tristeza,
que he aprendido a domesticar.
Es un territorio que conozco y habito con cierta alegría.
Es una casa en la que cabe la música y algunas palabras.
Cuernavaca, Morelos, 1988. Escritor y pensador mexicano. Licenciado en Letras Hispánicas y Maestro en Producción Editorial por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Su obra está centrada en temas como la infancia, la memoria, Cuernavaca (la ciudad en la que reside actualmente), el cine, la música, los libros, la amistad y los animales.
Las metáforas contenidas en La distancia y La tristeza calan hondo, nos llevan a medir las nuestras, a buscarlas, a identificarlas. Un escritor muy sensible, de escritura inteligente con el uso de los recursos literarios. Felicidades.