La construcción de nuestro pensamiento está entretejido con imágenes de nuestro entorno, de nuestros recuerdos y también de nuestro presente, de edificios, alamedas, cuerpos, rostros, formas de caminar, fotografías, letras, símbolos, palabras, adornos, rituales, esculturas, objetos; todas esas imágenes son espejos de nuestros andares, historias, triunfos, estéticas, homenajes, rumbos.
Las imágenes que permanecen en nuestra memoria se adhieren a ella con brazos de emociones, entre más profunda una tristeza, un amor, una traición, mejor se recuerdan los detalles, hilos de rostros, acciones y hasta diálogos.
En la ciudad lo que permanece es la inversión millonaria en adornos y nuevas vialidades que sirven de justificación a los gastos gubernamentales inflados. También se quedan las estatuas que reflejan las historias de los héroes y las esculturas que reflejan subjetividades. Se quedan las ficciones que ayudan a romantizar la vida, se quedan las fachadas de las estructuras de poder. Se ocultan las imágenes que arden en la piel o en los ojos. Imágenes que tocan lo real, que muestran verdades crudas1.
¿Qué imágenes podrían ayudarnos a repensar nuestra realidad y el mundo?
Deluze habló sobre cómo la imagen se convierte en pensamiento, sobre ser críticos ante la imagen dogmática2, ante las imágenes del gran dispositivo, definido por Foucault como un sistema de relaciones arquitectónicas, filosóficas, discursos, instituciones, leyes y proposiciones morales que responden a un imperativo estructural3. Este dispositivo se nos presenta todos los días con imágenes bien definidas que ya no arden, adormecen.
Necesitamos puntos de fuga. Contravenir. Disentir. Crear nuevos rumbos, paisajes, diálogos.
Cada cierto tiempo se conmemoran eventos históricos – heroicos que sirven como esos puntos de fuga. Me concentraré en lo que ocurre alrededor del 8 de marzo de cada año, día Internacional de la Mujer, en un contexto social y político en México donde aún con leyes que garantizan la igualdad y definen al feminicidio como delito, sigue existiendo una estructura en las instituciones, en los medios de comunicación y en el discurso colectivo que invisibiliza la violencia contra las mujeres que ocurre todos los días en el ámbito de lo privado.
Alrededor del 8 de marzo se organizan diversas manifestaciones y protestas en las principales ciudades del país. Las voces de mujeres dejan huellas en el dispositivo de poder, sobre las calles, sobre los monumentos. En diversos días conmemorativos de esta fecha, con aerosol las mujeres escriben consignas para reclamar justicia, todas las voces que corean “no somos una, no somos diez, pinche gobierno cuéntanos bien” se quedan en las bardas, diciendo “vivas nos queremos”, “estado feminicida”, “la patria mata” y muchas más.
Estas imágenes se producen en un “contexto absolutamente ardiente”4, se rebelan contra los discursos dominantes de la sociedad, contra lo que se ve bien, contra las formas, contra esas imágenes dogmáticas que estructuran el pensamiento, por eso hay una urgencia de borrarlas; pero Deleuze lo que dice es que “la verdad no es, acontece como resultado de un cruzamiento de fuerzas y es una producción de sentido y valor”5.
Así las verdades están ahí, produciéndose en estas confrontaciones de discursos que generan esas imágenes de protesta. Esas confrontaciones son como el agua revuelta que ya no puede reflejar una misma línea de pensamiento.
El dispositivo se esfuerza por mantener esas imágenes dentro de los imaginarios de un grupo de mujeres etiquetado como radical. Desterritorializan de la mirada pública las violencias que nosotras vivimos por el simple hecho de ser mujeres. No quieren que el velo sea quitado ni mucho menos incendiado, no quieren rastros de cenizas.
Una gran parte de la sociedad solo puede ver que los héroes representados en monumentos merecen respeto y creen que si estuvieran vivos no entenderían una lucha por conseguir derechos, justicia y seguridad.
Por eso al día siguiente de las marchas se anuncian los trabajos de limpieza y comienza el borramiento.
Borrar las imágenes que producimos en el espacio público es como arrancar nuestra voz de las calles, desprender esa rabia de las paredes y los pisos. Es devolver esas historias al silencio, a lo privado, a nuestras entrañas. Limpiar es negar estas manifestaciones, barrer las cenizas.
En el espacio privado los hombres de nuestra casa a quienes amamos, nos quieren hacer creer, en lo cotidiano, que no razonamos bien, que no vemos con claridad y no escuchamos adecuadamente. Nos dibujan percepciones difusas, pixeladas, permeadas por las dudas y la negación de cuestionarnos si realmente pasó lo que creemos.
Luego cuando hacemos visible nuestra voz en las calles, ésta también desaparece y dudamos si fue real, si importó. La realidad por momentos parpadea en un intermitente de “encendido – apagado”. También lo que tenemos como memoria colectiva se enciende y deja huella con cada marcha pero luego nos la apagan. Esto como un acto más del engranaje encargado de borrar a las mujeres de la historia.
Sin embargo me permito imaginar que pasaría si…
Si nuestras lágrimas fueran pintura, el piso ya sería un collage. Si las violaciones fueran bombas ya no habría monumentos. Si los feminicidios fueran armas nucleares ya no habría mundo. Si la ciudad estuviera inundada6 el agua sería nuestra aliada, ya no cooperaría con el engranaje del borramiento, no; reflejaría día y noche los ojos iracundos con los que nos miran nuestros hombres, recibiría nuestros pensamientos, purificaría nuestros dolores, propagaría nuestros anhelos, impulsaría nuestros barcos y respondería los piedrazos.
El agua haría una nueva imagen colectiva.
Pero la ciudad está inundada de otra cosa y es de piedra.
El cemento no refleja, las calles oscuras no son nuestras amigas. Los policías propagan el miedo, las patrullas arrebatan nuestras alas.
El borramiento reafirma que lo que ha sucedido siempre corre riesgo de ser olvidado. Las imágenes que sobreviven a la censura, a la destrucción son las que quedan vivas; vivas para traer de regreso momentos importantes de la historia; historia que también escriben las mujeres.
1 Didi-Huberman G. Cuando las imágenes tocan lo real.
2 Cárdenas Juan D. Entre la imagen y el pensamiento: a propósito del pensamiento de Gilles Deleuze. Universitas Philosophica 57, año 28: 241-262
3 Holmes B, El dispositivo artístico, o la articulación de enunciaciones colectivas. Arte, máquinas, trabajo inmaterial. pág. 147. disponible en: https://marceloexposito.net/pdf/trad_holmes_dispositivoartistico.pdf
4 Didi-Huberman G. Cuando las imágenes tocan lo real.
5 Gilles Deleuze, Nietzsche y la Filosofía, Barcelona: Anagrama, 1986, p. 148.
6 (Hernández Filisberto. La casa inundada. 1960)
Rosa Elsa Sánchez Villegas nació en Cuernavaca, Mor. México en 1984.
Estudió la Maestría en Creación Artística en el Centro Morelense de las Artes, y es diplomada en Arte y Género de la misma institución. Estudia el diplomado de Escritura Creativa en la Escuela de Escritores Ricardo Garibay en Cuernavaca, Morelos. Es maestra en Ciencias de la Salud por el Instituto Nacional de Salud Pública. Ha sido gestora cultural del Festival Internacional de Poesía y Arte Grito de Mujer de 2019 a la fecha. Participó en la exposición colectiva “Caleidoscópicas” en la galería del paraíso del café en Cuernavaca, Mor. En 2020 publicó dos ensayos: “La imagen y su reflejo”, “Amor, construcción del ser, tiempo”; una animación con el mismo título; el libro de artista “Habitando en tiempos de Covid” y la obra de videoarte “Deseo” en la “Bitácora de un corredor en el encierro” del Centro Morelense de las Artes. En el mismo año expuso las piezas “El corazón casa” y “El corazón casa de la artista” en la exposición Mujeres proCreando Arte en el Museo Arte Presente. Participó con una fotografía de la serie “Habitantas” en el proyecto “Diarias Global” de Lorena Wolffer. La fotografía fue publicada en la portada de la página del MUAC.
Participó en la antología de cuento “Mundos Inventados” publicado en 2021, del Fondo Editorial del Estado de Morelos y en la revista digital “Letras insomnes” en 2020. En noviembre de ese año, participó en la organización y como tallerista de “Cartas que danzan”, un proyecto cultural multidisciplinario ganador de la convocatoria Correr con Lobas, de la Dirección General de Promoción para la Paz de la Secretaría de Turismo y Cultura de Morelos, a través del fondo Apoyo a Instituciones Estatales de Cultura AIEC. Realizó talleres de creación artística con bordado, en la Instancia de la Mujer en Jiutepec en 2021, en el que se abordaron reflexiones en torno a cómo habitamos las mujeres.
Actualmente se encuentra impartiendo una laboratoria de arte textil en “Ollin estudio de danza y experimentación artística”, de enero 2022 a la fecha, en colaboración con Gris Botello, en Cuernavaca, Mor.
Imágenes que tienen nombre, que alzan la voz por las que ya no están, para evitar que falten las que todavía luchan de pie.
Gracias por tu texto.