EL TRANVÍA DE ROSALÍA

“La ilusión viaja en tranvía”
Luis Buñuel

Todo el mundo conocía
a la loca Rosalía.

La mujer que día tras día
nuestro pueblo recorría
cantando una melodía.

Melodía que nadie oía
pues bajito la decía.

Y tan sólo interrumpía
aquel cantar Rosalía
al ver pasar un tranvía.

Y con inmensa alegría
estas palabras decía:
“voy a volar algún día,
voy a volar en tranvía,
voy a volar” repetía.

Y todo aquel que la oía
aquel juego le seguía.

Nadie aquí desconocía
que habitaba Rosalía
en mundos de fantasía.

“Por supuesto”, alguien decía,
“vas a volar Rosalía,
tú volaras algún día”.

¡Esa loca Rosalía!

Veintitrés gatos tenía.

Dentro de un árbol vivía.

Por cualquier cosa reía.

Cada vez que ella comía su alimento compartía
con todo aquel que veía.

¡Esa boba Rosalía!

En las noches, si llovía,
bailando se desvestía
y en una coreografía
de alegre melancolía,
desnudez, juego y poesía
a la luna agradecía
su nocturna compañía.

Y ocurrió que cierto día
apenas amanecía
se oyó gente que corría.

Silbatos de policía.

Y alguien que a gritos decía:
“¡La loca de Rosalía
se está robando un tranvía!”.

Y en verdad así ocurría.

Manejando un gran tranvía
iba feliz Rosalía.

Cantaba su melodía
(que ahora sí cualquiera oía
pues muy fuerte la decía).

¡Qué distinta se veía!

¡Qué contenta sonreía!

Una mágica alegría
tenía aquella melodía.

Al oírla, el policía
que detrás de ella corría
se detuvo en plena vía
a cantar con Rosalía

¿Qué tendría esa melodía
que al oírla uno sentía
que algo hermoso le nacía,
le brotaba, le surgía?

El cobarde decidía
estrenar su valentía.

El solitario sabía
que encontraría compañía.

El triste se detenía
a florecer de alegría.

Ya todo el pueblo corría
persiguiendo a aquel tranvía.

Ya todo el pueblo venía
cantando tras Rosalía.

De pronto, quien lo diría,
hacia el cielo en pleno día
se fue volando el tranvía.

Y nadie, nadie creía
aquello que sucedía.

La abuela Juana María
con gran emoción decía:
“¡Lo sabía, lo sabía!
A todos se los decía
y ninguno me creía”.

“¡Es un ángel Rosalía!
¡Es un ángel!” repetía.

Con lágrimas de alegría
miramos a Rosalía
perderse en la lejanía
cantando su melodía
arriba de aquel tranvía.

Lloraba el cielo, llovía,
y desde lo alto caía
como un retazo del día
un papel que así decía:

“La ilusión viaja en tranvía…”

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