Para Mateo Morales, al que le debo la gracia de lo poético
Respirar es aceptar esta carencia de aire
Paul Auster
Me permito decir que la poesía, irremediable altura del alma, tiene algunos enemigos. Son pocos,
bien podría contarlos con los dedos, pero sucede que los más fatales son: la academia y el
tiempo. Así es, el tiempo. Un poeta-estudioso cualquiera diría que el tiempo es amigo, más bien
herramienta para la poesía, ya que le brinda sus facultades rítmicas y escénicas. El tiempo como
un monumento-caudal del cual se sostiene la forma de un poema cuando su fondo es más bien
plano. Pero aquí de lo que se trata es de iconoclasia, ese poeta aún no conoce el infinito. No lo
culpo, entre cavilaciones y tinta de esmalte yo tampoco lo he conocido, estoy atado a las
condiciones íntimas del tiempo, y creo que de renunciar al tiempo no podría escribir poesía, haría
algo infinitamente superior: sólo la leería, o en el mejor de los escenarios, la viviría.
Pero entonces, ¿qué hacer?
Miren, toda hora es buena para escribir. Cuando uno no tiene dónde empezar, todo
momento es bueno y, como decía el maestro Facundo Cabral, cuando uno sabe que la única
posibilidad de tener algo es la posibilidad de cambiar, mutar constantemente en una creación
donde la vida tiene categoría de tal porque muta todo el tiempo, uno se transforma en un ente
universal. Así, universal y dadivosa como la poesía, es como el poeta debe sostener sus palabras
hasta alcanzar alguna sílaba adecuada para aquello que se escapa del lenguaje, pero no del sonido
o de la imagen.
Y sí, pero a las 6 a.m., cuando el sol asoma su nariz desde los brazos de su madre, los montes, y
el alba crea en sí el fruto de su nueva vigilia, sólo nos queda agradecer, hacer una
poesía-inspiración, una poesía-despertar, una poesía-saludo, que nos haga apreciar esa luz
renovando de colores a las cosas, estirándose como un gatito al despertar, creando nuestra vista
en un parpadeo, bañando de silencio tibio la boca de los mortales. Entonces, y sólo entonces, uno
debería escribir algo como:
“Los recovecos de la esperanza
habitan el resplandor de mi morada.”
Para después emprender la larga jornada fumando dos girasoles, pero sin olvidar la
humanidad de las cosas de afuera, pero acordándose, pero creando.
Y sí, pero a las 12 p.m., a mediodía, a media conciencia, a medio escozor raudal deambulando el
cenit capilar de lo nombrado real, uno tiende a sofocarse. El otrora amado sol, ahora parece
apostrofar la inspiración y uno recuerda la deuda en el bar de la esquina, el mensaje no
contestado del amigo, o la tarea de matemáticas que siempre irrita. Volviéndose la queja única
alternativa. Lo cual no es malo. Al prescindir de la alta reflexión nace un espacio de gestación
fértil para la poesía-violenta-opresiva, una poesía-protesta, una poesía-estandarte. En ese nadir
hay sólo unicidad desbocada del asco o la incomodidad de un cuerpo o un país viviendo en la
injusticia. Entonces, y sólo entonces, uno debería escribir algo como:
“La verdadera identidad de mi patria
nunca será hasta que seamos libres de opresión.”
Para después sostener el aliento caminando por la esquina de tres monedas, pero sin
olvidar que la tierra ni la comida tienen precio, el problema es la distribución, pero acordándose,
pero creyendo.
Y sí, pero a las 5 p.m., cuando el mismo sol se convierte en tarde, en joya cansada, y uno quisiera
esconderlo en su bolsillo para jugar con él más tarde, o para morderlo tibiamente entre huecas
encías. Cuando el sol acaricia la propia faz colocándonos un barniz de tranquilidad, sólo queda
disfrutar, cerrar los ojos, hacer un suspiro que recoja toda nuestra vestimenta humana. O sea,
hacer una poesía-mármol, una poesía-agua, una poesía-descanso, de esa que se esconde entre las
flores y acaricia el terciopelo de una almohada habitada. Sonríe, no encontrarás poesía más
inocente que ésta. Entonces, y sólo entonces, uno debería escribir algo como:
“Tus ojos serán el manto de estrellas donde titile mi alma.”
Para después, cuando las lágrimas invadan tu rostro de adivinanza, tantear las sombras
que ríen al paso de unas vacas chapoteando, pero sin olvidar que el alba y el ocaso son la misma
luz, aunque, por más hermandad, debes prepararte para la oscuridad, pero acordándose, pero
criando.
Y sí, pero entre 2 y 3 a.m., lo único posible es encerrarse en el recuerdo del ocaso, cuya
condición se acercaba a la noche. Ahora, ya deshabitado de color, la noche llenará tus pulmones,
pensarás en el que pudiste ser, en lo que te han ocultado y en el que te has disfrazado. Así, bajo
la bella estrella brotará en ti una sola poesía-miedo, una inevitable poesía-pasado, una rara
poesía-olvido. Entonces, y sólo entonces, uno debería escribir algo como:
“Conoceré la noche y tendrá tu sonrisa.”
¿Para después morir? Quizá, pero sin olvidar, pero acordándose, pero croando.
Vestidos hijos del mañana, ¿qué horario habitan ustedes?, ¿bajo qué cruz postrarán el viaje de su
lengua por el paladar? O, ¿acaso tienen otra propuesta? Sería lo mejor. Abandonar y cruzar por el
tiempo, sin astillarse. Crucen, jóvenes, escriban, crucen su umbral y, como dijo el viejo Nicanor
Parra:
“Jóvenes
Escriban lo que quieran
En el estilo que les parezca mejor
Ha pasado demasiada sangre bajo los puentes
Para seguir creyendo —creo yo
Que sólo se puede seguir un camino:
En poesía se permite todo.”

Dante Gael Gómez García (Tijuana, Baja California, 2005).
Un insufrible lector de poesía que actualmente es entusiasta estudiante de la licenciatura en Filosofía en la UAEM. Se dedica a la difusión literaria desde el Círculo de lectura del Café La Fauna del cual es moderador desde hace más de un año. Recientemente inició como mediador del Foro de poesía de la Pulquería Los Arrieros. Fue coconductor del programa Los placeres de la lengua en Radio UAEM. Hoy es conductor de Ecos para el diluvio cotidiano en Radio Tepoztlán. Inicia su actividad en la escritura en el taller de narrativa, Colectivo Alcatara, que dirige el escritor Arturo Núñez Alday. https://www.instagram.com/rapsoda.tremebundo?igsh=MTVzMHp2dHlmc3Nrbg==
Tuve el placer de escuchar este gran texto por parte de mi muy talentoso y querido Dante, una maravilla, gracias!
Agradecida por leer tan dulces palabras.