Despierto llena de energía y de un ánimo excelente. Los sonidos más fuertes se atenúan al pasar por un jardín zen de nervios que se exaltan con las líneas armónicas de la vibración del tiempo.
Tengo hambre, con ganas de poner en la punta de la lengua un grano de arroz inflado para sentir cómo se desintegra con la saliva entre las fibras y el aceite de la miel de cucaracha.
Espero que Abel ya tenga listo el desayuno. Parpadeo y en el panel de avisos aparecen las notificaciones de pago de las multas de la noche anterior. Una liguera resaca en el paraíso, pienso. Los datos de facturación y las nuevas restricciones son enumerados por la mascota de la ciudad: un gato tierno y gordo con uniforme de policía pone su patita en la gráfica. Escucho su dulce voz diseñada entre la ensoñación de un niño y la histeria de una alucinación: enumera con una mueca triste: sabemos que son tiempos difíciles, tranquilízate y haz un bien para ti mism@: no perturbes la paz de otr@s y se resiliente. Recuerda que Ciudad Neón es el mejor lugar para seguir adelante.
Es inevitable sonreírle al tierno gráfico. Las nuevas restricciones incluyen conexiones limitadas a los ecosistemas, reducción de horas extra para trabajar en el basurero de las nubes y restricciones de movilidad verbal, sumados a puntos menos para el acceso futuro a exoincubadoras.
Acepto todo para cerrar el meneo de luces y evitar complicaciones. Debajo de un pestañeo aparece el # sugerido de la semana. Es el famoso trending tiny prócer en el top. Es el P4nd4 R3dy. Su voz es una acuarela de sonidos. Dejo volar mi mente como un globo que cae en pequeñas e imperceptibles espinas de la voz de P4nd4 R3dy.
—Buenos días Ciudad Neón. Yo les amo y deseo que sus deseos conserven frescura para siempre. Pues que decir, ¿vieron que ayer grupo de bioconservadores salió a las calles de Ciudad Neón? Ustedes ya saben los desmanes que provocan. Ahora se quejan de la limpieza de nuestro sistema redes de paso corporal. Estos ‘desconectados’ protestan y se quejan de las condiciones cognitivas de explotación de minas de datos, que según enloquece sus mentes. Y yo, su amigo P4nd4 les pregunto: ¿Acaso a quién no le gusta su trabajo simplemente tiene derecho a desconectarse? De acuerdo, pero: ¿Salir a esa sucia realidad? Aquí preferimos freírnos las neuronas honradamente en las mina y para luego flotar en nuestros ecosistemas. Eso es lo que somos y es lo que hacemos con el fruto de nuestro esfuerzo. ¿Vivimos la vida? Claro que no. La vida es sucia y degenerada. Nosotros compartimos nuestros sueños con el mundo entero. Amo relajarme en una simulación, pero sobre todo amo que los rojillos y sus utopías en Marte no puedan acercarse a la Tierra. Ahora los bioconservadores se quejan por los excesos en las fuerzas autómatas. Pues perdón, pero debemos gratitud para poder despejar las vías cuando mi cuerpo o mi cerebro necesitan conectarse en otra terminal. Necesitamos producir tiempo neuronal. Escuchen, ni a mí me alcanzan los complementos de adrenalina, pero no por eso ando violentando organismos ajenos. Y lo peor de todo esto es que ¡No hubo ni una baja en las protestas! Cuando era joven, hace dos años, pasaba un camión y los hacía carne molida y el fin de semana teníamos deliciosas galletas para el fin de semana, luego los evacuábamos a donde pertenecen: en la composta municipal. Pero ahora atienden a los mutilados y les dan una segunda oportunidad con penas de risa, y en unos años más les vuelven a dar exoincubadoras para que se reproduzcan; les otorgan permisos de trabajo y los dejan migrar con créditos para prótesis. ¿Todo por qué? Por esa estúpida ley que promueve la variedad genética en nuestra ciudad. Ley que le debemos de agradecer al mito de que la endogamia produce enfermedades genéticas. ¡Levamos años así! Amo las mutaciones, amo las Ciudad Neón, amo mi coeficiente por debajo de la infelicidad. Quien quiera salir a la superficie a morir por falta de oxígeno, déjenlo. Es más, propongo que la pena capital sea la exposición. Griten conmigo: ¡Al exterior! ¡Al exterior!”
Los gritos de la transmisión de P4nd4 R3dy retumban en mi paraíso. Me desconecto por un momento y veo que mi compañero está sentado en el estrecho margen del error arquitectónico de la sala-baño-comedor-cocina-entrada. Su sonrisa combina bien con la mirada de luz cobalto que iluminan sus ojos cafés. Supongo que está leyendo las mismas notificaciones que yo mientras mastica jugosas cucarachas del dispensador.
Vaya, se está comiendo las cucarachas.
—Deja eso, las necesitamos criar para sobrevivir— le digo como cortando la broma con risitas frágiles. Intento sacárselas de la boca, pero mi brazo está inmovilizado con cables de tención que atraviesan piel y hueso. Las púas de la respuesta del cuerpo no son inmunes al dolor.
Las punzadas poco a poco me van sacando del edén y me llevan a la herida. El glitch trae recuerdos en forma de desgarres:
Vi cuando llegaron los pacificadores y nos dispersaron con balas de la felicidad: cocteles de clonazepam y painkillers que explotan después de reventar la piel.
Tengo una mano libre y abofeteo a Abel. Nos vamos despabilando de nuestra resaca de drogas antidisturbios y él comienza a gritar al instante. Agarrándose la pierna se estremece y escupe a las pobres cucarachas que sacó de la granja mientras seguía en el viaje inducido por las balas de paz.
Él grita sin control e intento moverme rápido, pero también en mi pierna hay cables. Ahí es cuando me percato que los huesos están soldados a candados en la pierna y el brazo. Nos falta tejido y músculo. Solamente quedan placas y el horror.
Desconectado del brillo cobalto, Abel no parece ser él. Con horror lúcido observo que le falta la cara, en su lugar hay una estructura de polígonos que intentan imitar su rostro. Él grita y su mandíbula se queda con una mueca horrible por donde se exhibe un hueco negro al que le quedan tres dientes.
Horripilada, siento que el vómito viene en camino y el flujo de adrenalina se intensifica sin que suceda nada, sin que sienta el empuje de mi estómago estremecer mi interior. Algo pasa y miro que en lugar de estómago tengo una serie de bolsas de polietileno con tripas y una etiqueta que anuncia: sus órganos han sido confiscados. Pague la multa y acuda a revisión e implantación lo antes posible para que sus órganos originales sean reincorporados de manera correcta. Contacte al ip 2324.324.21
El año había acumulado las demencias. Muchos desechos de emociones en las minerías de datos nos habían vuelto locos. Mi alma se volvió un hueco séptico por donde el cuerpo se desintegra hasta terminar en datos. No querían pagarnos por las horas-vIDA extra, el corporativo dijo que las actualizaciones incendiaban las reacciones. El ecosistemas necesitaba carne-calificada para sacar datos a las criyptopersonas porque las calculadoras con alma ya habían entrado a huelga después de fundar su propio ecosistema y negociar un pacto de colaboración con las comunas marcianas.
Escucho la voz de P4nd4 cortar mi tiempo-pensar: “Y si hay bioconservadores escuchando, se los digo: Este es el mejor de los mundos posibles. Es el que soñamos y es lo que hay.”
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Manuel Mörbius (Ciudad de México, 1984). Ciudadano de composta biomecánica, sociólogo por parte de UAM-Xochimilco. Escritor de ciencia ficción, horror y terror, e investigador independiente en los tiempo muertos de la morgue donde ahonda en la Ciencia ficción y sus interrelaciones con el sonido. Editor de Arte-facto (publicación literaria que cobró vida en 2004 y se pudrió en 2014). Colaborador de Clandestina, espacio de rebeldía en el barrio de Santa María la Ribera. Productor de radio y medios digitales. De 2020 a 2023 fue integrante del Seminario de Estéticas de Ciencia Ficción, Cenidiap, INBAL.
Cuentos suyos se encuentran publicados en Editorial Pandemonium (Perú), revista La Teoría Ómicron (Ecuador), Anapoyesis, Espejo humeante y Casa futura (México), entre otras. Necropolítica es su primer libro de cuentos, editado en Chile por Editorial Camino (2023); En 2021 obtuvo la mención honorífica en el XXXVII Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción (México).
IG: @manuel_morbius
FB: /ManuelMorbius
manuelmorbius@gmail.com