Bellota

Llegué un 24 de diciembre con mi familia humana, Ariel el papá me adquirió en una tienda de 

mascotas; yo jugaba con mis hermanitos. Todos éramos cachorros, y cómo nos divertíamos mordiendo 

nuestras patas y rabitos. De pronto uno de los empleados me tomó entre sus brazos diciéndome…” 

pequeñina es hora de irte con tu nueva manada humana” no comprendía bien que me decía solo que me 

alejaban de mis hermanitos. Ellos seguían jugando ni cuenta se dieron que ya no regresé.

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El humano me dijo muchas palabras que no entendía y su cara se arrugaba y enseñaba los dientes, 

pero no gruñía. Hacía ruidos raros como si estuviera tosiendo; me cayó bien y sentí confianza moví 

el rabito en señal de aceptación dándole unos lenguazos. Nos fuimos a su casa, pero antes se puso un traje rojo y un gorro. Se veía muy chistoso haciendo 

más ruido con la boca no sabía exactamente porqué hacía eso, pero él se divertía y yo también. En 

ese entonces tenía 4 meses era gordita y pachona.

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Me metió en una caja de cartón poniéndome un moño rojo. Finalmente llegamos a la casa toda la 

familia salió a recibirnos muy contenta, al verme corrieron a abrazarme mis nuevos hermanitos 

humanos Quique y Lalito. Me emocioné al igual que ellos. El más chiquito aplaudía, Quique me 

acariciaba y daba besos en mi cabeza. Yo era la perrita más feliz del mundo. Me nombraron “BELLOTA” 

ese nombre me encantó soy cruza de pastor australiano así que soy muy correlona, mis papás 

perseguían ovejas en el campo. Mis hermanitos humanos  jugaban conmigo, me llevaban al parque y 

perseguía todo lo que se moviera pájaros y grillos. Hasta me compraron juguetes; era la reina de la 

casa.

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Pero empecé a crecer a jugar más tosco con ellos, y eso ya no les gustó así que me enviaron al 

patio trasero, se olvidaron de mí, pasaba horas sola bajo la lluvia, frio o mucho sol, mis platos 

siempre sucios no me daban agua o croquetas. Así que ladraba para decirles que ahí estaba, quería 

estar con ellos como antes. Pero salían a gritarme o hasta pegarme y yo cada vez entendía menos que 

había hecho para que me trataran así.

Recordaba un día que sí rompí unas plantas de la mamá y le tiré la ropa del tendedero, pero solo 

eso y se enojó mucho. A lo mejor por eso me aislaron. Ya no lo volveré a hacer.

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En invierno mi cuerpo temblaba de frio y gemía pidiendo entrar a su casa calientita. Empecé a 

enflacar y mi pelo se puso opaco, mis ojos tristes, y me puse muy fea y apestosa. Me llevaron una 

tarde lluviosa a una clínica veterinaria para que me dieran un baño y jamás regresaron por mí. Iba 

toda emocionada que me pondrían bien guapa y olorosa para que mi familia me quisiera de nuevo y no 

me dejaran otra vez en un patio solo y abandonada, deseando estar dentro de casa con todos ahí como 

en los viejos tiempos que me gustaba escucharlos reír, cuando me compartían lo que comían soy buena 

compañía: y sobre todo amaba estar con ellos.

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Nunca imagine que ese día no volvería más, iba feliz, me pusieron la correa y al mover mi rabo 

tanto que tiré la bicicleta de Lalito y tropecé con algunas plantas que rodaron por el suelo y toda 

la tierra se regó. Quique dándome con la correa hasta que chillaba de dolor. Me subieron al coche y 

se me olvidó el mal rato, veía pasar los autos y a la gente.

Pensando que íbamos al parque otra vez a jugar. Cuál fue mi sorpresa que bajamos en la veterinaria 

pensé que me bañarían para luego guapita ir a pasear como antes lo hacíamos, pero algo sentía que 

no era así, mi humano me dejó ahí y se fue sin voltear.

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Estaba confundida, no sabía realmente que pasaba. Me metieron a una jaula pequeña no cabía, mi 

cuerpo todo encogido me quedaba chica y así estuve muchas horas entumida. Yo quería que ya me 

bañarán para que regresarán por mí, Pero no fue así. pasaron muchos días, meses, me metieron a un 

baño oscuro, frio y cuando ladraba un señor con cara de malo me daba de palazos para que me callara 

o me daba de patadas.

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Un día llegaron una pareja de Señores y me vieron ahí en la jaula, preguntaron como me llamaba, el 

empleado les dijo mi nombre y comentó que estaba en adopción y que si nadie me adoptaba me iban a 

dormir. que? Pensé, pero si yo no tengo sueño quiero salir de aquí ver a mis hermanitos humanos, 

quedaron de venir por mí. ya tardaron no importa aquí echadita los espero. De pronto la señora me 

acaricio. ay sentí tan bonito hace mucho nadie me hablaba con amor y me acariciaba pegué mi cara y 

lamí su mano. Ella rio y le dijo a su esposo que me llevaran con ellos. Así que sacándome de la 

jaula me subieron a su coche y me llevaron. ¿No, esperen gemía yo, y si vienen a buscarme mis 

humanos?

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Ya no me van a encontrar. Todo fue inútil no logré convencerlos entonces me estuve quieta y 

resignada, solo suspiraba. La señora me hablaba mientras el señor conducía. Después de un rato bien 

grande llegamos a su casa, lejos muy lejos de la que era la mía. Me bajaron y me presentaron a mis 

nuevos amigos una perra pastor alemán llamada almendra, y otro perro muy simpático llamado 

tlacuache. me cayó bien era muy divertido jugar con él, pero almendra me mordía todo el tiempo. Me 

tenia echada en el suelo y si me levantaba me mordía en mi cuellito, yo lloraba pues me dolía 

mucho, y los señores en vez de regañar a ella, me gritaban a mí, y hasta me daban de escobazos. 

¿Pero en donde estaban esos señores buenos que me habían adoptado? Y así paso el tiempo soportando 

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a esa perra gruñona y aprovechada, se comía mis croquetas, no me dejaba jugar a gusto con mi 

amiguito, y poco a poco me fui adaptando a mi nueva vida. Por lo menos no estaba sola, tenía a 

tlacuache. Y soportaba a la fea, odiosa, y enojona pastor alemán.

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Un buen día llegó a la casa de mis humanos una señora con cara muy agradable y voz muy tierna, en 

cuanto me vio empezó a acariciarme y hablarme con puras palabras dulces que hacían feliz a mis 

orejas. Yo me puse contenta. Era la vecina, que pasaba seguido a visitarme y siempre me daba 

galletas, como me gustaron las galletas desde entonces. A veces hasta por debajo del portón me 

ponía para que las comiera, le daba las gracias con mi lengüita, ella solo reía y repetía mi 

nombre…Bellota.

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Un día mi nuevo humano le dijo que se llevara a tlacuache o a mi o los dos, pues ya no quería tener 

más perros solo al pastor Almendra. “Oh no otra vez pensé, ahí vamos de nuevo “me deprimí deje de 

comer y a portarme mal, me rebelé y más golpes recibía de mi dueño, solo jugar con mi amigo me 

alegraba el día. Pasaron varias lunas cuando apareció de nuevo la señora de las galletas, con su 

sonrisa que iluminaba la existencia. le dijo a mi amo que me escogía y venía por, mi era la perrita 

más feliz del universo pues dicen que la tercera es la vencida, y esta era la última lo sé, lo 

siento en el corazón. Sin dudar me subí a su coche y partimos felices.

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Llegamos a la nueva casa. Me encantó corrí como loca, nada me detenía ja ¡eso pensaba yo de pronto 

aparecieron tres perros ladrándome y enseñando colmillo, yo también hice lo mismo ah porque no me 

dejo de ningún peludo, y aquí los tres lo estaban. También les

enseñe mis dientes. A ver quién los tenía más grandes y sabían morder. Lo bueno es que aquí después 

de un tiempo acabaron aceptándome y ahora soy parte de su manada. Y que viene mi primer celo, es 

cuando te sale sangrita y puedes ser mamá. Entonces el barbas el perro más grande empezó a 

coquetearme y venía a darme serenata al portón mis humanos decían que venia a llorar por mí. Yo me 

sentía mucho y hasta me daba el lujo de morder a la barbitas la mediana, y la estopa la más 

chiquita que así le pusieron será porque siempre estaba greñuda y llena de hojas de los árboles

Una mañana iba saliendo con mi humana a pasear cuando de pronto apareció el barbas y ris,ras en un 

abrir y cerrar de ojos me dejo cargada de seis cachorros. Yo no sabía que me pasaba solo tenia 

mucho sueño, hambre, empecé a engordar. Mi humana me llevó al doctor y le dijo que no podía tener a 

los cachorros, que si los regalaban iban a dar a la calle, y podían ser golpeados o abandonados 

como lo hicieron conmigo, así que un zas y mas zas me sacaron a mis hijitos. Me puse muy muy 

triste, ya hasta quería hacerles su casita, rascaba por todos lados, me sentía con muchas ganas de 

ser mamá, pero ni modo no se pudo y creo que ya no se podrá.

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Mi humana con mucho cariño me cuidaba, me curaba, me daba mucho amor, así que poco a poco me fui 

recuperando y ahora ya estoy muy bien, contenta salgo a perseguir pájaros, ardillas y todo lo que 

se mueva. Saben ahora si se que esta es la buena. Aquí me quedo, me quieren, me cuidan y me hacen 

muy feliz. Solo quiero decirles a mis humanos que los amo mucho y gracias por todo. Con el corazón. 

Bellota.

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