Árbol de naranjo

Árbol de naranjo, entre el inframundo y lo celeste es una novela que empecé a escribir a finales de 2023. Quería explorar mi capacidad para redactar de manera sencilla una voz de denuncia ante el machismo, la misoginia y sobre todo la violencia vicaria, cuando a una persona se le impide tener relación con sus hijos. la novela narra el viaje que emprende la protagonista al enfrentar la incertidumbre y el miedo a perder la seguridad de lo conocido: un mundo de vida que construyó con ilusiones y expectativas para crear un nido hogareño.

En esa línea de seguridad y calidez hay algo que se enfría, algo tan delicado como un encaje que se rasga y deja entrar la incertidumbre para preguntarse: ¿Quién soy yo en este lugar, en este país y en esta época?

Todos somos sobrevivientes. En nuestro interior habitan miedos y convicciones que hemos enfrentado. Decidimos dejar pasar algunas de las batallas dando un paso atrás, negándonos a entregar nuestra energía.

En la piel desnuda del alma llevamos escrita la historia de nuestras vidas, que muestra las cicatrices. Hay una tradición japonesa llamada kintsukuroi, que significa alfarero del oro. Cuando, por ejemplo, un tazón se rompe, lo pegan, pero se ven las uniones, que ensamblan y revisten con oro. El tazón no es desechable. Sus cicatrices lo hacen único y especial. Valioso. Es un objeto que ha sobrevivido, por eso es resiliente.

Así pasa con los seres humanos, inmersos en la corriente de la vida, como llevados por la fuerza de un río caudaloso, que nos agita, nos sumerge en la corriente y los remolinos nos impulsan de nuevo a la superficie. Cuando la tormenta pasa, nos damos cuenta de que no hemos salido indemnes. Llevamos con nosotros las huellas del trauma, cicatrices que describen nuestro trayecto existencial a través de la adversidad.

¿Quién soy yo? ¿Qué transformaciones han trastocado mis creencias en este camino y mi entendimiento de lo celeste y lo mundano? ¿He vivido yo, como ese tazón kintsukoroi, los cambios identitarios de un alma rota que muestra sus cicatrices? ¿Qué efectos genera el enfrentar las narrativas institucionales?

Esta novela registra las violencias contemporáneas y sus diversas expresiones en el periplo de una mujer que cuestiona las narrativas del matrimonio y la familia para resistir al sometimiento patriarcal. Al descender a su inframundo personal, se rescata de la muerte emocional al resignificar la vergüenza y la culpa. Así, resurge como sobreviviente en la urdimbre de lo humano.

El lenguaje que empleamos reviste las costumbres que aprendimos en la infancia, crean un universo donde los rumores, opiniones y creencias proporcionan dirección a nuestra vida. Vamos hilando esperanzas, que, entretejidas con lo cotidiano, crean un ensueño que puede atraparnos en la costumbre, donde habitan los detalles del día a día, las sonrisas, los momentos gratos en familia, pero también momentos de duda, que se abren al cuestionamiento: ¿Soy quien quiero ser? ¿Estoy a gusto conmigo mismo? Y cuando empieza a colarse la soledad, esa que uno siente rodeado de familia en alguna celebración, inicia el resquebrajamiento de las narrativas de lo que uno debe ser, del papel asumido como hijos, pareja, o como padres. He ahí el colapso necesario.

Cuando las narrativas se resquebrajan, da comienzo un ciclo de autoconocimiento profundo para hallar en nuestro interior la fuerza para sobrellevar dificultades y críticas. Somos el resultado de lo que pensamos, de la voz interior que nos habita, de nuestras convicciones más profundas.

No se muere de amor ni de olvido, en tanto existan amor propio y la convicción profunda de que hay un aprendizaje primordial que promete hacernos más sensibles, más humanos. Cuántas veces no has sentido que te quieres morir y tu corazón sigue latiendo y sigues respirando, porque sigue ahí esa fuerza vital que te habita y que te sostiene.

Estamos aquí, como sobrevivientes de nuestra propia historia, como edificaciones que narran con la huella del tiempo, los símbolos que llevamos tatuados en la piel, que nos enfrenta a nosotros mismos y a nuestras transformaciones ante la mirada del otro, como un espejo que ofrece la belleza y profundidad de la experiencia humana.

Como diría Simone Weil: la miseria humana, compuesta por sentimientos de impotencia, rencor y soledad queda sobrepasada por la calidez envolvente de una espiritualidad que nos arropa, y nos permite desarrollar fortaleza, resiliencia y amor. Eso quise atrapar en la novela que hoy tienen en sus manos.

Trasponer el umbral del inframundo que llevamos dentro nos enfrenta a los monstruos que habitan los miedos que entretejen nuestro ser para encontrar un punto de no retorno. En ese espacio sagrado, donde el alma se escapa, una fuerza catalizadora, elemental y poderosa, nos permite regresar del frío de la muerte, para tomar conciencia de que más allá de las expectativas sociales o familiares, nuestro corazón continúa latiendo y siempre podemos tener opciones para crear mundos de vida más amables, cálidos y libres, donde el alma respire a pleno pulmón. Y, por último, existe algo que no se dice: el amor filial no garantiza reciprocidad, porque como mencionaba al inicio siempre quedan huellas de esa violencia vicaria que deja una cicatriz.

 Esas son las razones que me llevaron a escribir este libro y que espero que sea de interés y, entre la hondura y la oscuridad que señala, también espero que se diviertan porque para aligerarlo lo salpiqué de refranes y sabiduría y música popular que era frecuente en nuestras abuelas. Solo resta invitarlos a leer y que la experiencia de lectura sea grata.

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