Esteganograma

Contemplo tu foto —esa

donde estás recostado en la luna de arena—.

Cubres tus ojos mercurianos con gafas de sol

y cruzas los brazos, temerario muchacho,

seguro de tu belleza.

No me hizo falta escuchar tu voz más allá

del mensaje encriptado

que recibí por error en mi celular

el día de mi cumpleaños.

Nadie me había escrito ni enviado GIFs de pasteles

o copas chocando,

y comenzaba a pensar que yo era un doppelgänger

que alguien había conjurado  

después de embriagarse con vodka de arándanos.

El sentido de mi vida fue descifrarte,

aunque nada sé de matemáticas y criptografía

y me pregunto si Enigma habría sido más hábil

rompiendo tu cadena de signos.

El mensaje: [ ]

No era ruido blanco  

ni caracteres nulos.

Eras tú,

una lengua ajena a la mía.

Tal vez la voz de un servidor

revelándome los secretos del universo

en ASMR.

Al tiempo recibí la postal,

no más fácil de interpretar.

Entre aberraciones cromáticas

desentrañé tus rasgos casi humanos,

enmarcados en granos imperfectos

de sal, de arena.

Aunque nada sé de coordenadas,

apunté a un objetivo.

No me resulta difícil creer que existes,

porque te he reconocido con un telescopio robado.

Y quiero creer

que no soy un error en tu algoritmo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *