El ventilador en la rutina giratoria de su movimiento semi-perpetuo, escuchaba la clase de la maestra Cristina por enésima vez desde su nido en el techo del salón de 5to B. Después de 30 años ejerciendo su labor y de no haber recibido mantenimiento desde su instalación, el ventilador estaba cansado. Exhausto.
Sus aspas eran pétalos de metal infestados por el óxido. Aquellos tiempos en los que giraba con el ímpetu de una hélice de avión se habían esfumado. Los días en que protegía a la maestra y sus alumnos de la mordida de la canícula eran verbos conjugados en tiempo pasado. Ahora, su existencia se resumía a ser un accidente esperando suceder.
La guillotina giratoria que era su cabeza, estaba a nada de vencerse con el peso de años de negligencia, pero él se sujetaba fuertemente de su cables tratando desesperadamente de mantenerse fijo, a pesar de que subían su intensidad hasta el nivel 5, momento en que sus entrañas mecánicas cascabeleaban como un saco de resortes y tuercas.
Su situación le recordaba mucho a Atlas, aquel titán de la mitología griega del que había escuchado tantas veces durante la clase de historia. El que sostenía el mundo para que no se cayera. Así mero se sentía. Pero había que aguantar, no quedaría en el más que la sangre de su posible víctima. Habría hecho todo lo posible para evitar la tragedia, pero no podía desafiar por más que quisiera los designios exactos de la física.
Aquella tarde de junio regresando del recreo, a la hora en que el calor arreciaba, la maestra Cristina prendió el ventilador del salón de 5to B por última vez.
*****
El director de La Escuela Primaria “Mahatma Gandhi”, entró al baño de hombres y se enjuagó la cara con un chorro de agua fría. Luego, encontró su mirada en el espejo y repitió una vez más su coartada: “Oficial, le juro que siempre le dimos mantenimiento a los ventiladores. Tengo todas las facturas. Es solo un evento aislado. Creo que deberíamos prestarle menos atención al que y mejor aplaudir el como. ¡Si!, se cayó un ventilador que mató un alumno…, pero lo hizo antes de que abriera fuego contra sus compañeros y maestra.

Manuel Bravo es un diseñador web originario de Tierra Blanca, Veracruz. Residiendo actualmente en Cancún, Quintana Roo. Padre de Azul, novio de Paty. Amante de la weird fiction y el realismo sucio. Gusta de encontrar el horror en las cosas mundanas.
