Lejos y otros poemas

Lejos

Nos subimos a un autobús

porque queríamos ir lejos,

con las maletas en la mano

fuimos hasta la taquilla,

compramos los boletos,

no importa el destino,

le dijimos a la mujer que despachaba

con las maletas ahí, a nuestros pies,

nos subimos al autobús,

queríamos irnos pronto,

lo más lejos posible pensamos

ahí en la central

los dos con nuestras maletas

irnos pronto,

no importa dónde,

dijiste silenciosa,

dimos el dinero,

nos entregaron nuestros pases de abordar,

compremos un café te dije,

una lágrima ahí cayendo

sí, respondiste

un café y las maletas en nuestras manos

abordamos en silencio, dimos nuestros boletos,

vámonos te dije,

tomamos nuestros asientos

el autobús arrancó

lejos

las maletas

nosotros.

.

Atrapando los Desastres

Ese desastre que somos, un sismo a una escala indefinida, temblores de labios, de cuerpos húmedos, descartar la posibilidad de la carne, una inyección certera, esa sensación de vértigo.

Somos la catástrofe.

Un hilo que se revienta la cuerda del suicida. Esa bala que se queda ahí en la cámara, sucios burócratas del desencanto, una tribu nómada de la carencia, frágiles sobrevivientes del deseo.

Pagamos la renta con un beso, amamos siempre a medias. El truco es el mismo, bebemos hasta que la luna se marcha.

La pulsión de lo moderno.

Somos un aglomerado íntimo, el desastre que no da señales. Y de pronto así sucede, es el fin del mundo.

.

Mal

No queda nada

Un trapecio sin cuerdas, sin red

El cadáver como un vago recuerdo

Soltamos los globos

Era el fin de la noche

El último espectáculo

Nadie pagó para ver esto

Úlceras danzantes

Pescados fritos al mojo de ajo

Saltando como chinches

En las barbas rasuradas de la mujer lampiña

Un vendaval de tambores repicando el himno de México

Y un soldado en cada hijo

Y un nopal y un águila

Y muchos muertos

Tantos muertos

Mientras José Alfredo y José José y José Agustín y José Revueltas y tanto José que pasó la onda triste como un viento del norte y nos fuimos para las Coronitas y ahí nadie baila, todos ebrios escuchando a Sandro.

Tomates, rábanos, aguacate la poesía entra en un estado impuro, una sonata de hambre y deseo.

En un cuarto de hotel un hombre de 67 años y un joven de 27 se abrazan, son fuego, un hilo de luz invisible.

Abajo en una de las habitaciones Un joven poeta de 23 años se dispara en la sien, son las tres de la mañana. Tic tac tic tac.

Somos un archipiélago de algo

Que aún se desconoce,

Un mérito supuesto

Entre anuncios pagados

La mirada del político

Que espera poder arrancarme los riñones.

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