El meteorito que amenaza con estrellarse en contra del planeta Arecne, ya es un punto visible en el cielo, como explorador de la unión intergaláctica, me he encontrado en esta situación miles de veces antes, pero ésta es la primera vez que siento miedo, más no por mí, sino por Na´aandi, la princesa de casa dominante y el amor de mi vida.
—Na´aandi, por favor, reconsidera mi oferta y ven conmigo, no te puedo dejar morir así.
—Amor mío — a falta de cuerdas bocales, responde haciendo uso de sus poderes psíquicos para que pueda escuchar su voz dentro de mi cabeza—.Sabes bien que si mi gente no ha evacuado el planeta, es porque la atmosfera de Arecne es la única en toda la galaxia, que cuenta con los niveles de oxígeno necesarios para que podamos sobrevivir, intentar escapar solo nos condenaría a una muerte más lenta y dolorosa —.
—No si te pruebas esto —le entrego el último invento en el que estuve trabajando.
—¿Qué es? —comienza girarlo entre sus cuatro manos para estudiarlo mejor.
—Es un casco de oxígeno alterable, es un modelo similar al que yo uso para viajar entre planetas, creo que logré modificarlo lo suficiente, como para que se adapte a tu morfología y te permita respirar en otros planetas.
—¿En verdad crees que funcione? —
—Solo hay una forma de averiguarlo —le extiendo la mano para invitarla a venir conmigo.
—¿Tienes más cascos como este? —
—No, solo pude hacer ese — presiento que algo malo viene.
—Ya veo…no puedo aceptarlo —.
—¿De qué estás hablando, Na´aandi?, te estoy dando la oportunidad de vivir, ¡aprovéchala!.
—Lo sé y te lo agradezco, pero no me puedo marchar sin el resto de mi gente, como princesa, me debo a mi familia y a mi pueblo, prefiero morir con ellos, a cargar con la vergüenza de ser la única sobreviviente de mi raza en toda la galaxia —
—¿Y qué importa que seas la única?, no te quedarás sola, yo estaré contigo.
—David, valoro mucho tu esfuerzo, pero he tomado mi decisión —
—Entonces yo también me quedaré, te amo y elijo morir contigo a perderte para siempre.
—¡Ni siquiera lo pienses!, yo quiero que vivas, ese es mi último deseo, saber que seguirás explorando el universo y nos convertirás a mi mundo y a mí en otra de tus historias, una que jamás te cansarás de contar —
—Na´aandi, por favor, no me pidas esto.
—No es una petición, es una súplica, vive para que yo pueda vivir a través de tus memorias —
—¡Capitán, el meteorito ya entró en órbita, tenemos que irnos! —uno de los miembros de mi tripulación me llama desde el interior de mi nave, mientras señala el cielo.
—¡Váyanse sin mí! —.
—Señor, no puede estar hablando en serio —
—¡Que se larg…—me detengo a media frase, pues una fuerza invisible me levanta del suelo.
—Él ira con ustedes —Na´aandi se comunica con ellos, a la par que utiliza sus poderes para hacerme levitar.
—¡Ya basta, Na´aandi, bájame!.
—Perdóname, amor —se acerca para plantarme un beso, uno tan largo que solo me doy cuenta que culmina, cuando mi amada me arroja al interior de mi nave.
Aunque me duele su actuar, no pienso rendirme y apenas me incorporo, trato de volver a descender, más dos de mis hombres me detienen, comenzando a forcejear conmigo
—¡Suéltenme, es una orden!.
—Lo sentimos, capitán, nuestro deber es protegerlo —tras cerrar las compuertas, mis subordinados me llevan a rastras hasta la sala de controles, donde el resto del equipo da inicio al despegue.
Las turbulencias no se hacen esperar, la introducción del meteorito en la atmosfera de Arecne, ha comenzado a desquebrajarlo, esparciendo miles de fragmentos que mi equipo repele activando los escudos de plasma.
Pero ese no es el único peligro, la alteración en los campos magnéticos del planeta, esta aumentado su fuerza gravitacional, retrayendo nuestra nave e impidiéndonos seguir avanzando.
El asteroide se acerca cada vez más y las alarmas nos advierten, que, si no abandonamos el planeta en los próximos cinco minutos, seremos alcanzados por el impacto.
Pronto, la desesperación se apodera de mí tripulación y varios de ellos sucumben ante el pánico, rompiendo a llorar o desquitando su frustración en contra de los controles.
A pesar de mi deber, yo me mantengo inmóvil, quizás no sea como lo deseaba, pero lograré morir junto a mi amada Na´aandi.
—Tu tripulación no merece este destino, sálvalos —Sin esperarlo, vuelvo a escuchar su voz en mi cabeza.
—¿Cómo es posible que aún podamos comunicarnos?.
—El amor que nos une hace más fuerte nuestra conexión psíquica, puedo sentirte aún a kilómetros y se lo que piensas, dejarás que tu nave sea alcanzada por la destrucción de mi mundo —
—Na´aandi, entiéndeme, yo te amo, no puedo vivir sin ti.
—¿Y qué hay de las personas que los esperan a ellos en casa?, ¿quieres provocarles el mismo dolor que tu temes experimentar? —
Sus palabras me caen como un balde de agua fría, pues tiene razón, ya que mientras yo anhelaba la muerte, mis subordinados abandonaron sus puestos, para comunicarse con sus hogares en los múltiples planetas de donde provienen.
Verlos despedirse de quienes aman, me hace darme cuenta de mi egoísmo y aunque en el fondo, aún deseo quedarme en mi sitio, obedezco la petición de Na´aandi, tomando el control de la nave.
El tiempo perdido ha empeorado la situación, los escudos de plasma están a límite y a segundos de que colapsen, una idea viene a mí, reconfigurándolos para convertirlos en barreras de absorción, que transforman la energía cinética provocada por el impacto de los meteoritos, en potencia para los motores.
Los propulsores de la nave obtienen fuerza al instante, pero al tratarse de niveles críticos de energía, los sistemas de seguridad automáticos impiden que funcionen a toda marcha, obligándome a continuar acelerando de forma manual.
—¡Muévete, carajo! —exclamo, mientras tiro de la pesada palanca a cargo de la velocidad de los motores.
—¡Tú puedes, David, tienes que salvarlos! —.
—¡Te juro que lo intento!, pero es demasiado peso para mí —ahora yo también comienzo a preocuparme.
—No te rindas, amor mío, sé que puedes lograrlo, yo creo en ti, te amo —sus palabras me dan la fuerza que necesito para acelerar a fondo.
Un par de motores estallan en el proceso, pero finalmente, logramos abandonar el planeta, presenciando el infinito tapiz estrellado del cosmos frente a nosotros.
—Lo logre, amor, la tripulación esta salvo —le anuncio, más no recibo respuesta—.¡Computadora, muéstrame al planeta Arecne! —la interfaz obedece, proyectando una imagen del mundo de mi amada, ahora hecho añicos por el meteorito.
Mientras algunos de mis hombres aún celebran por seguir vivos, yo me derrumbo ante la impotencia de no haber podido salvarla y aunque deseo arrogarme al vacío del espacio, obedeceré su último deseo y juro para mis adentros, que no descansaré hasta que todo el universo sepa de los hermosos días que pasamos juntos.

Ronnie Camacho Barrón (Matamoros, Tamaulipas, México, 1994) Escritor, Lic. en comercio internacional y Aduanas, y Técnico analista programador bilingüe; Autor de 2 Novelas “Las Crónicas del Quinto Sol 1: El Campeón De Xólotl” (Amazon 2019) y “Carlos Navarro y El Aprendiz Del Diablo” (Editorial Pathbooks 2020-2022), también 10 libros infantiles por mencionar algunos, “Friky Katy”, “¿Tus papás son vampiros?” y “El pequeño Rey”, todos con la editorial Pathbooks y traducidos en 6 idiomas, su más reciente obra una antología de cuentos titulada “Entre Nosotros” (Amazon 2021), además ha colaborado en 19 antología y publicado textos en más de 199 revistas y blogs nacionales e internacionales.