Octubre del 2018
10:05 pm
Si pudiéramos medir los desconsuelos, ¿Cuál sería el más desconsolado?
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Los desconsolados perdemos la compostura con facilidad porque sólo seguimos nuestras propias normas, pero cuando esto sucede, habitamos mundos insospechados donde los sentidos se transforman en una especie de sinestesia; entonces las puertas de la percepción dejan de existir, se abre el inframundo y los pájaros graznan su última melodía.
Los desconsolados jugamos al azar, saltamos de una posibilidad a otra, pues en el fondo asistimos a lo incierto, apostamos por aquello en lo que ya nadie cree: por ejemplo, que la tierra está sostenida por elefantes y una tortuga gigante, que la ceniza huele a gotas de llanto, o que las sábanas de una cama absorben la esencia de la persona que se postra todas las noches en su desintegración onírica.
Los desconsolados brincamos en la cama, hacemos piruetas eróticas, acrobacias burlonas y místicas. Los desconsolados nos introducimos el dedo en la nariz y miramos el cielo estrellado…
Y aunque existan lugares comunes entre los hombres, nosotros también sabemos que algún día vamos a morir…
Enero 2019
Madrugada.
¡Los desconsolados atisbamos la ruptura de los mundos! Desde lejos tomamos ventaja, observamos cómo se abren los mares, se destruyen las torres, aparecen maremotos, discordias y muerte. Los desconsolados hemos deseado partir infinitas veces de esta tierra con métodos arcaicos, sofisticados, o incluso ingenuos…Los desconsolados tomamos fuerza de un sorbo de agua y del sol en un jardín cubierto de hierba.
Los desconsolados hemos cerrado oídos a los consejos de los otros, determinamos que Freud tenía razón: las proyecciones avasallan.
Los desconsolados morimos día a día desde el vientre que nos trajo a la vida, cuando tomamos una sopa caliente, cuando nos despedimos en un abrazo sincero, ya nada es igual. Tenemos la piel herida de llanto y las tripas cosidas al esternón en un movimiento que nunca termina.
Los desconsolados somos videntes, poseemos el don de la intuición y eso nos hace más sensibles; hemos visto cómo la vida pasa para otros y dejan atrás la tragedia, cómo confían en el tiempo y se trasladan a los confines de lo que piensan los hará mejores. Hemos contemplado también cómo el vacío estorba y lo mismo el ruido interior: la mente que forma fractales indescifrables, aquello que se ha llamado especulación.
Los desconsolados crecimos desnudos con los genitales expuestos y las garras llenas de pelos, tuvimos como padre al sol y como madre a la luna. Poseímos la energía masculina y femenina en nuestra dermis, los mejores designios del universo y, sin embargo, estamos tristes…

Yelenia Cuervo nació en la Ciudad de México. Estudió la carrera de filosofía y el posgrado en estética en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Maestra en filosofía y medios de comunicación por el Instituto Salesiano de Estudios Superiores (ISES). Doctora en cartografías del arte contemporáneo por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL). Cursó el diplomado en creación literaria en la SOGEM, ha publicado el poemario Variaciones de una certeza (Abismos, 2017), Sakura-invención (VersoDestierrO, 2021) y Relámpagos de invierno (Corazón de diablo, 2024) Ha colaborado en las antologías: Abanico de bosquejos (Albatros, 2004), Nueva poesía Hispanoamericana (Lord Byron, 2005), Arte maestr@. Jornada cultural y artística (SNTE, 2005), Cuentario (Resistencia, 2005), Manual de autocuidado para mujeres en libertad (Ediciones Zetina, 2018), La fiereza de lo amado (Fridaura,2018) y Campanas del brezo (Ave azul, 2021), así como en diversas revistas de literatura como Aleteo Poético y Axolotl Magazine. Es profesora de Ética de tiempo completo en la UPIITA.