INTRODUCCIÓN
A lo largo de la historia del pensamiento, la pregunta por el ser ha sido motivo de diversas reflexiones e investigaciones. Dentro de la metafísica tradicional el ser se ha identificado con la divinidad, concepción que mantendrá una fuerte influencia durante la Edad Media. En el trascurso de la Época moderna, las concepciones metafísicas tradicionales entran en crisis, pues con el desarrollo de las ciencias experimentales se dejan a un lado las explicaciones metafísicas. En la actualidad la pregunta sobre el ser es motivo de una reformulación sobre ¿Qué es el ser? Martin Heidegger (1889-1976) en su filosofía se propone a buscar el sentido del ser, sentido que no encontró, sino lo experimentó. En este trabajo reflexionamos sobre la forma en que el hombre construye su entorno y la forma en que el ser se manifiesta en este construir, como es que le da sentido al mismo hombre y como experimente la revelación del ser.
Tengamos en consideración que la base de este trabajo es el texto de “construir, habitar, pensar” del cual tomaremos en consideración solo unas ideas que nos darán pauta para nuestro trabajo, reforzándolo con ideas de otros textos, que nos darán luz para la reflexión sobre el tema que nos interesa, el modo de habitar del hombre.
Vida de Heidegger
Nació en el año de 1889 en Messkrich Alemania, estudió filosofía y teología en la Universidad de Friburgo de Brisgovia Fue asistente de la cátedra que ocupaba Husserl de esta manera conoció la Fenomenóloga. En el año de 1923 fue nombrado profesor extraordinario de Marburgo. En 1927 publica su obra Ser y Tiempo, al siguiente año se convierte en sucesor de en la cátedra de Friburgo. En el año de 1933 es nombrado rector de la universidad, e ingresa en el partido nazi. Solo estuvo un año en el rectorado, pues una de las finalidades era la unificación de la nueva Alemania, viendo que es básicamente imposible, porque las riendas del poder estaban en organizaciones estudiantiles nacional-socialista. Posterior a ello se dedica al estudio de Hölderlin y Nietzsche. Después de la segunda Guerra Mundial se ve privado, por pocos años, de la vida académica. A partir del año 1951 vuelve a dar clases como profesor emérito, de igual forma hubo invitaciones al extranjero como: Francia, Australia, Grecia, etc. Muere en Friburgo el 26 de mayo de 1976[1].
Antecedentes y contexto
Para poder comprender el origen de la filosofía heideggeriana tenemos ubicarnos primeramente dentro del contexto social e histórico de Alemania. Recordemos que Alemania ha sido cuna de grandes cambios sociales e ideológicos que han marcado la cultura y el pensamiento occidental. Ha sido en Alemania donde grandes pensadores han desarrollado doctrinas filosóficas que hoy en día aún son dignas de estudio, crítica y reflexión.
Durante el siglo XIX a pesar del desarrollo del positivismo con Augusto Comte, el quehacer filosófico alemán seguía en marcha, sin embargo, ya desde mitades del siglo XVIII, se dio un proceso de transformación económica, social y tecnológica llamado revolución industrial la cual marcaria profundamente no solamente el pensamiento filosófico sino también a las ciencias sociales que comenzaban a tomar forma. Es aquí donde entran grandes figuras como Marx, Nietzsche (ambos alemanes) y Freud los cuales son conocidos como la escuela de la sospecha. Estos tres filósofos tratan de desenmascarar las falsedades escondidas (falsas conciencias) en los principios sociales, éticos, económicos y psicológicos.
Los maestros de la sospecha plantean que en la sociedad y en hombre existe estructuras energéticas que crean y sostiene estas falsas conciencias. Es a estas falsas conciencias que los filósofos de la sospecha realizan sus críticas: Marx critica la falsa conciencia económica, política y social; Nietzsche critica la falsa conciencia moral, ética y científica y Freud critica la falsa conciencia racional. Cada uno, desde perspectivas diferentes expresa la entrada en crisis de la filosofía de la modernidad. Es a partir de esta crisis que surgen dos corrientes filosóficas que marcarán decisivamente el pensamiento de Heidegger: la fenomenología y el existencialismo.
A pesar de que filósofos como Kant y Hegel utilizaron los términos de fenómeno y fenomenología en sus reflexiones filosóficas, es Edmund Husserl a quien se le considera como padre de la fenomenología moderna. La fenomenología creada por Husserl tiene dos aspectos uno destructivo y uno constructivo: el primero supone una crítica de las corrientes filosóficas más extendidas durante el siglo XIX (psicologismo, el naturalismo, el positivismo); el segundo aspira a construir una filosofía como ciencia estricta, de validez universal y necesaria.
DESARROLLO
Ante la pregunta del ser, Heidegger se enfoca en quien se hace esta pregunta y el único ente capaz de hacer la pregunta acerca del ser es el hombre, al cual llama Dasein, “ser-ahí” que está lanzado hacia algo, es un proyecto. Ante esta situación encontramos ante la mera existencia humana. El Dasein, como algo lanzado, arrojado, entre lo óntico, cuando el hombre se encuentra inmerso en esto y olvida su proyecto se encuentra en lo que Heidegger llama existencia inauténtica. Por otro lado, encontramos la existencia auténtica, que es el hombre que no vive en lo óntico si no en un plano superior el ontológico del cual el hombre se responsabiliza de dar sentido a su existencia.
El hombre y su forma de construir su habitar.
Todo hombre entra en contacto con objetos, quizá comunes o extraños, algunos de ellos son útiles para algunas tareas en específico, otros simplemente están ahí y permanecen indiferentes para el hombre. Todos estos objeto o entes, forman parte de la realidad en la cual el hombre vive, lo que cabe mencionar es que el mismo hombre se encuentra en medio de estos entes, es un ente como cualquier otro, pero tiene una capacidad especial que los demás, el preguntarse el hombre acerca de los entes, de lo inmediato, de igual forma se pregunta sobre un plano ontológico lo que va más allá de los entes. En este medio en que el hombre se encuentra construye su realidad, el hombre habita en su plano óntico, es un habitante del mundo que tiende a lo ontológico, pero ¿de qué forma vive en lo óntico? ¿Cómo habita en el mundo?
La condición del hombre de ser-en-el-mundo no puede tratarse sin conexión con otros rasgos característicos, como la corporalidad, el lenguaje, la sociabilidad, la mente o la conciencia¨.[2]
En esta condición que el hombre no puede permanecer ajeno a sus rasgos característicos, podemos darnos una idea de las relaciones de este con el mundo. Como vemos todo este rasgo, se muestran intrínsecos en el Dasein; como un ser corporal que se desenvuelve entre los demás. La sociabilidad con sus semejantes y el ser consiente de sí mismo de su realidad de su pregunta por el ser. Un leguaje que expresa de distintas maneras, ya sea corporal, verbal, u otros medios, como pueden ser por; la música, pintura, escultura, poesía, en otras palabras todas aquellas manifestaciones en que las palabras verbales no le alcanzan al hombre, son estas manifestaciones, que el hombre expresa de distintas formas, a él lo forjan como hombre como ser-en-el-mundo, pues como dice Heidegger: “El hombre se comporta como si fuera él el forjador y dueño del lenguaje, en cuanto en realidad es el lenguaje el que es y ha sido siempre el señor del hombre”.[3]
Por lo tanto, el hombre es un ser inmerso en el lenguaje, no es el hombre que trasciende el lenguaje, sino el lenguaje lleva a trascender al hombre. De esta manera, el lenguaje, en todas sus expresiones es la primera y más importante cualidad del hombre.
Ante esta perspectiva sobre el lenguaje, como elemento fundamental en el hombre cabe cuestionarnos ¿en donde habita el lenguaje? Como mencionamos anteriormente, el hombre habita en el mundo y su modo de habitar es construir el mundo, pero el hombre no es permanente en el mundo, es un ser que está de paso, tarde o temprano tendrá que dejarlo para siempre. Al dejar –el-ser-arrojado- el mundo, dónde queda toda su expresión lingüística que el mismo ha expresado, en las cuales él se ha construido. Por lo tanto, el lenguaje es una relación profunda en cuanto al estar en el mundo del hombre, pues este lo lleva al plano en el cual el hombre realiza su proyecto, su vida auténtica.
El hombre como proyecto para llegar a lo ontológico, se encuentra habitando en un espacio y lugar, que le servirán de sustento para poder llegar a su fin ontológico, al contemplar el ser, no el ente divino, si no el ser infinito del cual no podemos decir nada solo tener una experiencia.
Lo que aparece no es el mundo o una parte de él, sino el sentido del mundo, un saber eidético¨. Husserl
Este sentido es: el habitar, contemplar y escuchar al Ser, para que se nos revele el misterio. Abraham respondió, y dijo: He aquí, ahora me he atrevido a hablar al Señor, yo que soy polvo y ceniza¨. Génesis 18:27. Es interesante este versículo bíblico porque nos afirma como mortales que somos, un soplo de ceniza que vamos volando por el mundo, un día estamos aquí y otro día en diferente lugar, así que nuestra estancia en este mundo es temporal y claro como dice Heidegger eso nos genera angustia y para contrarrestar esta angustia debemos de saber vivir en este proyecto sabiendo que somos seres inacabados, que solo nos podemos complementar con los otros y con el mundo, para lograr una experiencia mística y una vida auténtica que se pregunte por el ser en relación al mundo y en relación a las cosas, así como para comprender el sentido nuestra existencia, como lo dice el texto construir, pero es un construir desde el cuidar, el velar, es decir estar en la tierra, para la experiencia cotidiana del ser humano, cada mortal tiene un habitar.
“El hombre debe preparar el terreno para su propio ocaso, debe avanzar con alegría hacía su ocultamiento, como hace el sol durante el día, avanzando hacia la noche. Lo valioso del hombre dice Zaratustra,” es que es un tránsito y un opúsculo”. El hombre es como una tierra tendida entre el animal y el superhombre, los hombres conscientes y “superiores”, deben sentir esa tensión y utilizarla como un vehículo de su voluntad, orientada a su propio ocaso, y al amanecer del superhombre”[4].
En esta preparación debemos de saber escuchar al ser para que se revele la verdad y el silencio es necesario para poder arrancar el sentido, solo quién comprende puede escuchar.
Como hemos visto en la introducción construir ya es en sí mismo, habitar, y este habitar es la esencia del construir y cuidar es el rasgo fundamental para que el ser se manifieste, por lo tanto, es importante el lenguaje. Estar en la tierra es conforme a la cuaternidad, habitamos en la medida en que salvamos a la tierra, y como se logra? reconociendo al otro, cuidando nuestra cultura, somos seres en relación, y salvar la tierra no es adueñarse de ella, no es someterla, ni explotarla y precisamente en este tiempo en el que vivimos no se está habitando ni cuidando a la tierra ( naturaleza), con el avance tecnológico y científico en nombre del progreso estamos destruyendo la tierra contaminándola y lo que nos propone Heidegger es un detenerse para pensar y el pensar pertenece el habitar, y ese pensar es salvar a la tierra, volver a los elementos, esperar a los divinos, conducir a los mortales.
“Para Hölderlin, el habitar es el “estar” del hombre, y lo poético es ése habitar desde un modo esencial. La poesía no es un adorno de la existencia, poesía y existencia son uno mismo. Poetizar permite al habitar ser un “habitar” antes que otra cosa: la poesía es condición de posibilidad. Poetizar es, en sentido estricto, dejar de habitar, pues dejar de habitar implica haber construido algo para habitarlo. Habitar y poetizar, necesitamos “primero pensar lo que denominamos ‘la existencia del hombre’ desde la esencia del habitar; luego, pensar la esencia del poetizar”[5].
El lenguaje lleva al hombre a su plano espiritual del cual no se puede decir nada, sino solo tener la experiencia de ello, pero si podemos afirmar que el lenguaje es la forma que tenemos de estar habitando el mundo y que mejor que el lenguaje de la poesía, lo inefable.
[1] Cfr. FAZIO, Mariano, y LABASTIDA FERNÁNDEZ, Francisco, Historia de la filosofía IV. Filosofía contemporánea¨, 2a ed., palabra, Madrid, 2009, p.352.
[2] AMEGUAL, Gabriel, Antropología Filosófica, BAC, Madrid, 2016, p 38.
[3] HEIDEGGER, Martín, Construir, habitar, pensar, trad, Cris García, Fotocopia, México, 2014, p 3
[4] F. Nietzsche, “Así habló Zaratustra”. Grupo editorial tomo 2009, pág. 7.
[5] Revista filosófica, https://aion.mx/arte/holderlin-y-el-habitat-poetico 2010.

Víctor A. Balderas Flores. Licenciado en Filosofía por el Instituto Sapientia del Seminario Diocesano San José de Cuernavaca, Morelos. Nació en la Ciudad de México en 1987. Cuenta con estudios teatrales y un Diplomado en Arte Dramático por la Compañía Ápeiron Teatro, así como también diferentes cursos de humanidades; ha participado en obras teatrales ganadoras por el FOCAEM (2012), PECDA In Ixtli in Yolotl (2014) y actualmente es profesor de asignaturas de humanidades y ciencias sociales.
Organizador del primer Coloquio de Filosofía Hispanoamericana, Ciclos de Conferencias por una Cultura de Paz (manera virtual) y fundador del CIIF (Centro Interdisciplinario de Investigaciones Filosóficas), junto con personalidades con amplia trayectoria en diferentes campos del saber (filosofía, artes, deporte, ciencias, educación), con el objetivo de reflexionar las problemáticas que nos atañen como sociedad. Hoy presenta su primer libro de poemas titulado: “ FILOSOFANDO CON POESÍA”, una investigación y exploración de los conflictos humanos, uniendo la filosofía y la poesía, dos maneras de expresión humana muy cercanas que hacen habitar el mundo, haciendo que el lector haga una introspección de su ser y se vuelva a descubrir como un ser pensante, sensible y bello a través de estos dos lenguajes, con la finalidad de que explore su propio camino hacia la trascendencia.