La casa fue construida en un terreno bastante amplio y de tierra fértil. La primera casa en aquella zona a orillas de la ciudad, en donde aún había más terrenos dedicados a la siembra que a viviendas.
Edificada ante miradas sorprendidas o celosas que miraban con duda como iba creciendo aquella construcción cuyos propietarios eran de costumbres cristianas no católicas. Era una casa de espacios amplios, bien iluminados y en la parte más alta una veleta en forma de garza indicaba la dirección del viento. Sus dueños la bautizaron “casa Garza” porque Garza era su apellido.
Poco a poco se fueron añadiendo nuevas partes: muros, balcones, herrerías, puertas. Los techos se hacían altos, el jardín se embellecía con árboles, plantas y bancas, al final, la casa quedó coronada con una bóveda que rebasaba la altura de los muros que rodeaban la propiedad. Cuando quedó terminada, la pareja Garza recorrió cada cuarto, no había aún nada dentro de ella, ni muebles ni adornos, solo puertas y ventanas, era algo fría, los pasos y su platica resonaban en todo ese espacio vacío. Caminar entre las habitaciones y luego recorrer los jardines, que aún estaban por ser terminados, los hizo sentir que la vida era suya y que la casa cuidaría de ellos por años, se sentían plenos…
La vida comenzó a llenar la casa desde el dormitorio principal, ese fue el escenario del nacimiento de los hijos de aquella familia: Abraham, el primogénito, Socorro, la favorita del padre, Iván, que nació con una inteligencia diferente, Alberto, que murió a pocas horas de nacer y Hernán, que años después, sería el salvador de la familia. Era una habitación elegante pero con poca decoración, una cama grande, un escritorio de madera, un armario con puertas de madera y vidrio. Al señor garza le quitaba el sueño que hubiera demasiadas cosas en donde dormía, para eso estaba el estudio.
La cocina, como todo en esa casa, era espaciosa, con ollas y sartenes colgando de las paredes. A los niños les llamaban la atención un par de cucharones de madera enormes y sus padres siempre bromeaban con que los usarían para disciplinarlos de ser necesario. Era un espacio de la casa que parecía estar siempre activo, en la mañana olía a café, en la tarde a guisados y en la noche a pan de dulce y tortillas de harina. Además de esos aromas, de ahí salían alimentos y grandes pláticas. A pesar de que el comedor era elegante y funcional, la mayoría de las comidas se servían ahí. Les gustaba estar cerca mientras comían. En la mesa del centro, que era bastante modesta a comparación de los otros muebles, dijeron sus primeras palabras todos los hijos Garza.
La sala tenía un techo especialmente alto y eso le daba una acústica peculiar. Estaba decorada con cuadros de gran formato, la mayoría de retratos familiares o de paisajes. Los sillones eran amplios y había pequeñas mesas con fotos de distintos momentos de la familia, era el único cuarto que no tenía mucha iluminación, un espacio más bien cerrado que solo se abría para reuniones, estar en él cuando no había nadie, era silencioso e invitaba a no romper ese silencio.
Conforme la familia crecía la casa fue adquiriendo atributos que la transformaron en algo más que un conjunto de muros, techos y puertas. Poco a poco, las risas y los llantos de los hijos, las pláticas de los padres, las reuniones a las que asistían socios laborales y, de cuando en cuando, familiares que venían de rumbos norteños a visitarlos, fueron llenando el lugar.
También llegaron las muertes. La madre de la señora Garza fue la primera en partir. Había ido a visitarlos y después de un desayuno salió a caminar por los jardines, la encontraron un par de horas después sentada en una de las bancas, su cabeza de lado y los ojos abiertos. Se veía plácida.
Siguió Iván, una mañana, a sus doce años de edad, simplemente no despertó. Fue una pérdida muy dolorosa para la casa, los padres sentían culpa, siempre había sido débil y frágil, pero nunca se esperaron que fuera a fallecer así de joven. El llanto de su madre se escuchó varios días. Su padre aparentaba fortaleza por su esposa, pero lloraba en silencio durante horas en su estudio.
El tercero fue el señor Félix, él había trabajado con la familia del señor Garza desde bastante tiempo atrás y los siguió cuando migraron del norte al centro del país, era el encargado de cantidad de cosas, tantas que ya no se sabía cuales, pero su especialidad era cuidar a los caballos y las caballerizas, tenía una amistad bastante nutrida con el señor Garza, lo conocía desde que era un niño y se sentía orgulloso de sus triunfos. Un día de mucho viento subió a quitar unas ramas que habían caído sobre el tejado. En algún momento perdió el equilibrio y cayó, su muerte fue instantánea.
Los alrededores de la casa fueron cambiando, la ciudad crecía muy rápido y poco a poco fue envolviendo aquella zona que se mantenía como “exclusiva”. Los sembradíos cedieron su lugar a otras casas, todas grandes, todas reflejo del dinero de sus ocupantes, pero la casa Garza, con su veleta, siempre mantuvo la posición de haber sido la primera en haber llegado. Ésta también fue cambiando. Se construyó una alberca y un salón de fiestas que fueron escenario de reuniones para conmemorar cualquier cosa: bodas de otros familiares, cumpleaños, bautizos y quince años. Muchos familiares y bastantes amigos gozaron de la hospitalidad del señor y la señora Garza.
Las reuniones iban siempre acompañadas de comentarios acerca de la belleza de ese hogar y a la señora le encantaba llevar a sus huéspedes a recorrer los pasillos de tipo hacienda, los jardines adornados con bancos y arbustos muy bien podados, cada vez que pasaban por la banca en la que había fallecido la abuela, contaba la historia con humor. Al señor Garza lo llenaba de orgullo llevar a sus invitados a su estudio en donde ofrecía tragos finos y juegos de billar o llevarlos a las caballerizas y mostrar sus caballos que siempre recibían comentarios halagadores. Todos los festejos que se llevaban a cabo en casa Garza quedaban guardados en la memoria de los invitados. Para ellos era casi imposible no platicar durante días acerca aquella casa. Había incluso quienes eran aceptados en ciertos círculos sociales solo por haber asistido a alguna reunión ahí.
Los hijos también eran parte de la vida social, llevaban a sus invitados, pasaban el tiempo nadando y asoleándose o jugaban tenis en la cancha de arcilla construida cerca de los establos. Cada uno era muy distinto al otro, a pesar de haber sido educados en un marco de igualdad. El mayor de ellos, Abraham, tenía facilidad para convivir con su familia, platicaba mucho con su padre y con los familiares de más edad de la familia, pero fuera de su círculo familiar solía ser un tanto introvertido, tenía un gran aprecio por sus hermanos y era común que les solapara varias de sus “travesuras“. Socorro leía mucho, desde pequeña fue leyendo la colección literaria de la familia, las letras eran su delirio, tenía un buen número de amistades, no todas tan lectoras como ella, pero sabía acoplarse y nunca fue muy exigente con las personas. Iván era un chico con gran sentido del humor, tenía facilidad para reír y hacer reír sin caer en lo odioso, Hernán era el más carismático de todos, su presencia era notable y siempre atrajo la amistad de personas de su mismo temple. Conforme fue creciendo, la política lo fue atrayendo cada vez más, fue líder de sus grupos escolares, capitán de varios equipos, miembro de comités estudiantiles y así fue escalando. Al señor Garza no le gustaba la política, dudaba mucho de ella, pero confiaba en su hijo y creía, con firmeza, que la educación que le había dado era suficiente para que no cayera en corruptelas.
Uno por uno los jóvenes Garza se Fueron a estudiar, todos al extranjero. Pasaban largos periodos fuera de la casa y luego volvían. Sus cuartos siempre se encontraban como la última vez que habían estado ahí. Podían ver sus vidas en todo lo que ahí se había acumulado. Juguetes, libros, ropa, algún artículo deportivo. Regresar a esos cuartos les agradaba, les daba una sensación de continuidad. Cada que iban comían en la cocina. Los cucharones de madera seguían en el mismo lugar, ahora con polvo y telarañas, pero ahí seguían.
La última construcción que se llevó a cabo en la casa Garza fueron tres departamentos que a pesar de su estilo moderno no rompían con la estética del resto del lugar. Era uno para cada hijo y durante un tiempo los utilizaron cada vez que tenían vacaciones e iban a visitar a sus padres. Los hijos volvían cada vez menos y sus cuartos se fueron vaciando de los recuerdos que habían estado ahí por años, cuando llegaban a quedarse varios días lo hacían en los departamentos. La casa comenzaba a sentirse vacía. A pesar de que los padres seguían organizando reuniones en casa Garza, cada vez eran más pequeñas y con menos invitados, ya no se utilizaba la sala y más bien se usaba un balcón que había sido acondicionado para recibir. Aun así, las reuniones siempre eran agradables y los señores Garza seguían siendo excelentes anfitriones.
La boda de Abraham, fue un momento de vitalidad para aquel lugar. Se repintaron las paredes, el jardín se podó, la sala principal abrió sus puertas y la casa llegó a parecer recién construida. Había pasado algo de tiempo desde que toda la familia se reunía completa y la felicidad invadía a los asistentes. En algún momento de la fiesta, los hermanos Garza se juntaron, todos compartieron lo que estaban haciendo en esos momentos: Abraham trabajaba con su padre, Socorro era editora y pasaba gran parte del tiempo en España, Hernán había logrado integrarse a un partido político y su carrera era veloz y bastante definida. Pero más que sus carreras actuales, disfrutaron los recuerdos que se habían formado bajo ese techo, fue un momento de felicidad sincera. Aquella fue la última fiesta.
La empresa del señor Garza comenzó a decaer de manera veloz e inesperada, ni él ni Abraham lograban recuperarla, el entorno económico en el que había prosperado el negocio de la familia había cambiado. Este declive se reflejó de inmediato en la condición de la casa que poco a poco fue decayendo.
Vendieron los caballos, las obras de arte, los autos y poco a poco fueron desmantelando la casa tratando de obtener algo de dinero para poder pagarle a banqueros, proveedores y prestamistas. En un momento de desesperación, ofrecieron vender la mitad del terreno que ocupaba el jardín. Al rededor de la casa Garza, las otras casas cambiaban de dueños y en poco tiempo varías fueron destruidas para dar paso a locales, plazas comerciales edificios de departamentos. En vano intentaron el señor Garza y Abraham, su primogénito, salvar el negocio.
Perdieron la guerra y como golpe final, casa Garza fue embargada, Tanto la señora como el señor Garza escondieron su dolor con frases llenas de reflexión, en el fondo ambos estaban devastados. El banco no pudo vender la casa, no había quien tuviera el dinero suficiente para comprarla. La casa quedó abandonada. La pintura seca y cuarteada de los interiores, la alberca como un pantano, la hierba había invadido todo el jardín y la veleta que por el óxido se había quedado apuntando al mismo lugar dando la impresión de que el viento se había detenido. Casa Garza había muerto…
La sala principal de la casa estaba llena de polvo, hojas secas y hierba, en silencio y con sus muros manchados y el piso cuarteado. Parado en medio de todo ese caos se encontraba el pequeño Emiliano que miraba aquel espacio con admiración. Salió del trance cuando Hernán, su padre, llegó y lo cargó, mientras lo llevaba el jardín le contó cómo había sido crecer ahí y como esa sería su casa Una vez que terminaran la reconstrucción. Toda la familia regresaría a vivir ahí gracias a la exitosa carrera política de Hernán que lo había llevado a esferas muy elevadas de la política.
En el jardín, invadido por la vegetación, caminaban los señores Garza, se les notaba la edad y el cansancio, se detuvieron frente a la banca donde había muerto la abuela y rieron.
A unos cuantos meses, la veleta con forma de Garza indicaba de nuevo los rumbos del aire.
Ulises José García Rodríguez, nacido en Cuernavaca Morelos el 3 de diciembre de 1974. Estudié servicios editoriales con el grupo editorial Versal de 1999 a 2000. Manejé un proyecto editorial llamado TREBUCHET EDITORIAL del 2000 al 2005, he trabajado como asistente en distintos proyectos de edición impresa y digital así como en el transporte de libros en papel a versión Epub. Egresado del Diplomado en creación literaria de la escuela de escritores Ricardo Garibay.