Superkarkinos

El cohete voló por la estratósfera dejando una estela de humo gris a su paso. Supervir volaba detrás de él tratando de alcanzarlo mientras era seguido por un par de drones ultrasónicos que lo grababan todo. Era el último de los cohetes lanzados por la República unitaria del norte contra su propio territorio simulando un ataque terrorista. El superhéroe también era suyo. Hace tiempo que habían sometido su voluntad a cambio del perdón de sus crímenes. La trayectoria del cohete comenzó a inclinarse hacia la ciudad de Carmeniz, mientras el héroe seguía detrás acelerando a toda potencia para alcanzarlo. La ciudad estaba en vilo viendo a su héroe tratando de salvarlos sin éxito. Supervir iba quedándose atrás. Pero entonces se despojó de la parte superior de su traje y despertando un nuevo estado su cuerpo se iluminó de neón, atrapó el cohete con ambas manos y desapareció con él dirigiéndose al espacio. La transmisión cambio hacia el set de producción dando paso a un grupo de comentaristas de ojos rojos y mejillas húmedas.

Supervir dirigió el cohete hasta una base militar escondida en la fría Alaska, después regresó a su mansión para jugar con sus supervillanos esclavos. Mientras que en los hogares de toda la ciudad mostraban una entrevista suya grabada con antelación dónde además de presumir sus abdominales hablaba de su despertar y se presumía el superhombre más poderoso del universo.

En aquella entrevista hablaba de su radiación interior, de la energía autoproducida por su cuerpo y del resto de sus músculos, mientras sonreía a la cámara. Además anunciaba su nuevo documental en las profundidades del mar dónde mostraría imágenes exclusivas de su visita a la  fosa de las marianas. Para terminar, Supervir ofertaba un paquete completo con artículos exclusivos con su rostro. Paquete que media ciudad se apresuró a adquirir por el precio de dos semanas de comida.

Supervir en verdad disfrutaba nadar en el mar profundo, mucho más que salir al espacio. En el mar no se sentía tan diferente, pues podía ver con asombro todo el ecosistema abisal sobreviviendo a condiciones increíbles. Una noche mientras hacía uno de aquellos paseos sintió la vibración de su tectuaje en el brazo. Era la señal destinada para las llamadas del general Almonací, comandante supremo de las fuerzas armadas y el poder tras el trono. Supervir decidió ignorarlo, siguió nadando hasta que la señal se intensificó haciéndola realmente molesta. Todavía se lamentaba haber caído en aquella trampa que permitió que le instalaran aquel dispositivo. Dejó pasar la señal una vez más antes de contestar al llamado. Se trataba de una emergencia espacial, una amenaza real, una invasión extraterrestre proveniente del planeta FED37.

Cuando aquellas criaturas de 10 brazos llegaron al planeta. El ejército de la República se apresuró a neutralizarlo, una docena de sus superhéroes murieron en el intento. Fue así que tras el primer informe tomaron la decisión de enviar a Supervir, aún con todo lo que eso representaba. Cuando llegó al sitio de la invasión al sur de Carmeniz observó de lejos las naves y los campamentos instalados. Después decidió terminar lo más pronto posible con la situación que había interrumpido su paseo submarino. Activó su modo radioactivo, atacó los campamentos mientras los Fedianos intentaban desesperadamente resistir. Con sus armas de sílice, su fuerza bruta y su inteligencia, lograron lo que en muchos tiempo no había ocurrido, dañar a Supervir abriendo su piel un poco justo  arriba de su pelvis. El superhéroe comenzó a sangrar, su sangre plateada fluía por la piel neón dando un verdadero espectáculo luminoso.

Supervir se molestó tanto con esta situación que aumentó la potencia de su radiación. La sangre en su estómago dejó de fluir, luego de un crecimiento celular acelerado y con una descarga de golpes  explosiva terminó con los invasores en su propio campamento. Después se fue dejando que alguien más limpiará su masacre.

Supervir regreso a casa, cansado de la rutina se tiró en sillón hasta quedarse dormido. Al despertar pensó en regresar a las profundidades del mar para distraerse. Se metió al baño para cambiarse el traje lleno de sangre Fediana que aún tenía puesto. Observo sus trabajados abdominales en el espejo y descubrió que justo en el lugar de la herida tenía una pequeña bola de carne. Cómo si su piel no estuviera cerrando bien. Era la primera cicatriz que tenía. Se encontraba inquieto, así que usando su vista láser la cortó. Luego se fue a nadar al abismo marino.

Díaz después Supervir observó que en aquel sitio había vuelto a crecer aquella protuberancia, está vez era más grande y estaba acompañada de otra menor. Tratando de no darle importancia Supervir salió a cazar otro villano para su colección. Mientras Supervir perseguía a Chamandoni por las selvas de binduan las dos protuberancias se habían duplicado, conforme pasaron las horas el proceso se hizo más rápido. Pequeñísimas bolitas de carne comenzaron a cubrir a Supervir. Este intentó cortarlas todas pero tras descubrir que eso solo aceleraba su multiplicación dejó de hacerlo. Supervir estaba por primera vez aterrado, pues no era capaz de entender la naturaleza de aquellas protuberancias. Desesperado activó su radiación, pensando que de esa forma aquellas bolas de carne se caerían de su piel. Pero para su sorpresa eso solo hizo que las bolas de carne crecieran.

En poco tiempo las esferas de carne cubrieron sus abdominales. Y se fueron expandiendo por su cuerpo hacia la pelvis y el pecho. Supervir no entendía lo que estaba pasando así que entró en el mar y nadó a través de él a toda velocidad. Regresó a casa y asesinó a sus esclavos. Luego se recostó en su sillón mientras lloraba por primera vez. Presa del miedo y la incertidumbre. Las protuberancias comenzaron a llenar todo su cuerpo. A borrar su contorno convirtiendo a Supervir en una masa informe de células descontroladas que habían olvidado cómo dejar de ser piel para ser cáncer.

Aquella masa de carne, de células indestructibles y radiactivas en que se convirtió Supervir pronto dejó aquel cuerpo para expandirse por el suelo, creciendo sin control, engullendo todo aquello que poseía vida. Moviéndose de cuerpo en cuerpo, un agujero negro de carne. Una amenaza sin par que pronto comenzaron a llamar Superkarkinos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *