El perro con sombrero


«Muchas cosas que consideramos

malas o perversas

simplemente son producto de la soledad

y de la falta de amabilidad»

Edward Bloom

Soy el perro con sombrero. Todos los días, al caer la tarde, corro ansioso a ponérmelo cuando me doy cuenta de que los niños y sus padres empiezan a llegar al parque de enfrente. Lo tengo desde que era un cachorro. Mi humano me lo regaló el día que sus padres me castigaron porque mordí y rompí los zapatos favoritos de su papá. Él llegó del trabajo, me encontró triste y amarrado al pie de un árbol en el jardín. Era su sombrero preferido. Me dijo que mientras yo lo usara, nadie más volvería a maltratarme.

Soy el perro con sombrero. Fui feliz en mi hogar hasta que mi humano se casó con una humana, y tuvieron un cachorro de humano que me molestaba siempre. Jalaba de mi pelaje y me pateaba a pesar de las llamadas de atención. Un día, cometió el error de hacerlo mientras yo usaba mi sombrero. Me giré y mordí su manita. Entonces, la esposa de mi humano me trajo a este lugar mientras él estaba trabajando. Me dejó abandonado, tan lejos de mi hogar que perdí el rastro y nunca pude regresar.

Salgo del hoyo en el que vivo y cruzo la calle hacia el parque. Algunas personas huyen de mí. Otras simplemente me ignoran. Pero nadie se atreve a molestarme, porque saben que inmediatamente les pego tremenda mordida que los hará llorar como cachorros. Como aquel anciano que me tiró un bastonazo y yo le respondí mordiendo su pierna. No se le ha visto nuevamente por aquí.

A veces venía al parque una humana que me acariciaba y me contaba sus problemas. Me gané su confianza un día que yo estaba dando un paseo mientras usaba mi sombrero, unos tipos intentaron robar su bolso, pero uno de ellos me pateó cuando intentaba huir. Naturalmente le mordí el trasero y soltó las pertenencias de la humana. Dejó de visitarme después de que en una ocasión, al marcharse, pisó mi cola y yo le mordí el pie. Salió corriendo y me miraba muy espantada. Parece que se olvidó muy rápido de lo que alguna vez hice por ella.

Nadie se mete conmigo, ni siquiera el niño grande y gordo que molesta a los niños pequeños en el parque. Una día, después de quitarle sus dulces a otro niño, pasó a mi lado mientras yo estaba echado descansando. Miren a este perro ridículo con sombrero, si existiera el país de los perros tontos él sería el rey, dijo mientras se burlaba de mí a carcajadas. Su alegría no duró mucho, porque le mordí la panza y destrocé su playera. Ese día, vinieron unos hombres con redes que querían atraparme. No pudieron, los mordí y fui a refugiarme a mi hoyo, hasta que desaparecieron. Los humanos son raros, victimizan a los villanos cuando se les da su merecido.

En las tardes salgo a pasear por el parque con mi sombrero puesto. Me gusta ver como los todos se quitan de mi camino. Recuerdo la única vez que salí sin mi sombrero: me molestaban y lanzaban objetos. Intentaban patearme y me corrían de donde me echaba a descansar. Sácate de aquí, pinche perro mugroso, me dijo la señora que vende agüita y me lanzó un trozo de hielo. Es por eso que ya no salgo sin él.

Soy el perro con sombrero. Me lo pongo para ir a buscar comida, porque al verme, otros perros huyen, y así puedo hurgar tranquilamente en el basurero. Los humanos que comen en el puesto de tacos de vez en cuando me arrojan un poco de carne, qué perro tan chistoso, dicen. Otros intentan correrme, pero al ver que gruño como lobo y les muestro mis colmillos, se alejan espantados.

Soy el perro con sombrero. Pero al regresar a mi hoyo, me lo quito porque sé que no hay peligro. Contemplo las estrellas echado a la entrada de cualquier casa o negocio, con la esperanza de que un día mi humano llegue y me diga ¡Vámonos! Entonces yo seré muy feliz y nunca más necesitaré mi sombrero, porque sabré que en esa casa no hay peligro ni nada qué temer.

1 comentario

  1. Me encantó tu texto. Tienes una manera clara y sencilla de narrar, un estilo muy limpio, sin rebuscamientos y eso a mi me agrada. Felicidades. Un abrazo

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