Can you explain to me how you’re so evil, how?
Deftones: Hole in the earth
Me costó más de un año recibir una oportunidad, tú sabías bien mi problema de ansiedad y depresión. Vivir de escribir no es nada fácil, muy pocos lo logran. Te pedí paciencia, pero cuando te enojas eres muy grosera. Más de una vez me gritaste en la intimidad: “¡Al menos cógeme bien, mantenido!” y no podía, inmerso en mis tribulaciones resulta imposible.
Una productora colombiana me dio la oportunidad de escribir un libreto para una miniserie que venderán a Netflix. El pago me motivó. Parecía que mi suerte mejoraba. Viajé a Bogotá a firmar el contrato y ver cosas con la producción. Gasté mis últimos ahorros en tramitar el pasaporte y pagar el vuelo. Recorrí junto con los productores toda la ciudad para conocer las posibles locaciones. Conocí el foro, el casting y al grupo de creativos con los que debía adaptar la historia. Todos los días te llamé, quería contarte sobre lo que había descubierto de aquella ciudad, su comida, café y costumbres. En cada llamada tu voz sonaba irónica cargada de irónicos reproches, “te estás dando la gran vida”. Necesitaba sentirte parte de esto, compartirte mi alegría. Nos casamos para ser equipo, ¿no?
Anticipé mi regreso dos días antes de lo previsto, me excusé con la compañía, les conté alguna mentira, ya no me acuerdo. Confesarles que me dejabas en visto me daba pena, no podía decirles que mi matrimonio se estaba derrumbando y que tenía un mal presentimiento.
Frente a los asientos del avión hay un compartimiento con revistas turísticas. Tomé una porque era de Bogotá y en la portada lucía el hermoso cerro de Monserrate; te la quería mostrar, contarte lo bonito que se ve desde ahí. Bajé del avión y con los últimos 200 pesos que tenía pagué el taxi. Cuando llegué a casa y entré, me di cuenta que el departamento había sido saqueado, mis libros estaban tirados por el suelo. Por unos segundos temí por ti, pero tus cosas no estaban, ropa, cosméticos, perfumes, la colección de vinilos de Cerati, nada. Te marqué por teléfono y me contestó una grabación. Te volví a mandar WhatsApp. Bloqueado. Me arrodillé en medio de la sala y me di cuenta que también te llevaste la pantalla y el dispositivo para ver Netflix.
Asfixiado entré a la cocina por un poco de agua, el refri rojo que compramos entre los dos también se esfumó. Me quité los lentes, entré al baño, me eché agua en la cara para aliviar el ardor en los ojos y controlar la ansiedad. Encontré mi rostro en el espejo y ahí estaba tu mensaje: “Ojalá que los libros te mantengan, yo ya me cansé”. El grafiti parecía arrepentido, creo que intentaste borrarlo, pero no se quita fácilmente lo que se escribe con lápiz labial y menos de color rojo.
Regresé a la sala, me senté en una pila de libros que tenía el de Ariel Alejo hasta arriba. Aventé contra la pared la estúpida revista que te traje del avión y de su interior volaron dos billetes de 100 dólares. Sí, mi suerte está cambiando…
(Cuernavaca, Morelos 1976)
Egresado del Diplomado en Creación Literaria de la Escuela de Escritores “Ricardo Garibay” del Estado de Morelos.
Felicidades Miguel. Disfruté mucho la historia y tu forma de narrar es muy amena.
Muchas gracias, Martita.
Este texto me hizo pensar en la frase que hace más de 20 a{os me dijo una aiga: “No hay mal que por bien no venga, ni bien que no traiga su mal”.
Como siempre, tus historias son muy buenas.