Noctívaga

“Y las fieras del desierto se encontrarán con las hienas, y el macho cabrío llamará a su compañero;

la lechuza también tendrá allí descanso y hallara para sí lugar de reposo”

Isaías 34:14

Agi, el ave nocturna que reinaba Amelu, era la única que sabía el nombre sagrado de la Fuerza Suprema y también el único ser eterno que podía invocarla.

Durante la creación, al separarse la luz de las tinieblas, la energía de ésta última fue contenida por designio divino en Amelu, cúmulo de estrellas en el signo número trece, Balsâsi, la más recóndita y de brillo púrpura. La promesa sagrada residía en mantenerla fuera del alcance de la humanidad y de todo lo que hay y no, en el universo.

Pero la tendencia del hombre a querer dominar cuanto se tenga por delante, exasperó a Agi, la primera mujer-ave celeste que pisó la superficie de la Tierra.

Quiso el destino que la naturaleza del hombre se impusiera sobre la voluntad de Agi y sus hermanas; así que la noctívaga decidió revelarse, después de todo, no había sido traída desde los confines de las galaxias para ceder el poder que le confieren sus alas y relegar a su especie a ser objetos de ornato.

Agi tenía la llave en su voz para poder deshacer el sello en Amelu y desencadenar la calamidad en cada uno de los reinos existentes. Entonces el único y verdadero infierno se liberaría pero, condenaría también a su descendencia mestiza.

Soportó por un tiempo, el poderío de las criaturas mesiánicas sobre su raza, hasta que éstos comenzaron a mutilar, reducir a cenizas, o deshacer en ácidos esas alas que nunca podrían poseer.

Agi y sus congéneres se elevaron por los cielos y dejaron la Tierra, se dedicaron a vagar en el firmamento, pero su lazo maternal las conectaba con el planeta; así que les fue concedida la capacidad de visitar a sus hijos e hijas, pero únicamente en forma de visiones, sueños, avistamientos esporádicos, invocaciones o apariciones efímeras; para no despertar instinto destructivo alguno.

Cuentan las leyendas antiguas, que los seres que deambulan en las noches, descansan sobre los nidos de los desiertos, y se preparan para el final de los tiempos, cuando las arenas se expandan por todo el territorio de los que pueblan el mundo y deje de existir criatura alguna. Cuando el hambre y la sed comiencen a acechar a sus amados vástagos, Agi se manifestará y clamará el nombre divino tan fuerte, que Balasi se cimbrará liberando la oscuridad que va a purgar la vida en el tercer planeta.

Salvos serán los hijos e hijas que abracen el amor a sus semejantes y a sus creadoras.

Las Noctívagas han ideado como evacuarlos desde el inicio de los tiempos, lo han estado haciendo en nidos gigantes capaces de surcar el cosmos hacia un nuevo hogar.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *