Esa noche Daniel escuchó que alguien golpeaba a la puerta de su casa. De igual manera creyó que sus oídos percibían unos murmullos, como si quien esperara afuera de la puerta hablara para sí mismo en voz baja. Miró el reloj sobré el buró de su cama, eran a las 2.20 de la madrugada. Pensó en el vecino que siempre se quedaba dormido viendo televisión en su sala. Pero los posibles golpes en la puerta lo dejarían inquieto y aún faltaba mucho tiempo para el amanecer. Se puso de pie muy lentamente para no despertar a la mujer que dormía a su lado, mientras se colocaba una bata miraba el rostro de Mariela, la envidiaba por tener un sueño tan profundo, que solo un cataclismo podría interrumpir. Se sintió tonto por los cuidados que tenía para no despertarla. Daniel pensó “si levantó soplando un trombón ella no se daría cuenta”.
Caminó hasta el pasillo, de allí bajó por una larga escalera hasta pisar la sala, se dirigió a una ventana que daba al exterior movió una de las cortinas, para percatarse enseguida que no había nadie afuera. Únicamente el viejo árbol de hojas secas y una lampara que desde lo alto del poste alumbraba casi toda la calle. Abrió lentamente la puerta y sintió una moderada brisa como una energía o algo invisible entrara a la casa. Creyó que simplemente era el viento recorriendo cada rincón de la ciudad, pero notó que las hojas secas de calle permanecían inmóviles.
Daniel escuchó que golpearan la puerta de su casa, el reloj marcaba 2:20. Cerró los ojos y con las dos palmas de la mano se frotó la cara. Diciéndose “¿qué chingados me pasa? ¿Fue un sueño? ¿pudo a ver sido tal lúcido? abrí la puerta hace unos minutos, esto es como si viviera al interior de un cartucho y hubieran apretado el botón retroceder la cinta en la videocasetera. Daniel cerró los ojos en su mente y recitó un mantra taoísta que le habían recomendado para poder controlar sus emociones.
Daniel nuevamente se colocó la bata para salir a la calle, caminó hasta donde vivía su vecino, atravesó la cerca y se dirigió a la ventana que daba a la sala. Job era viudo, su mujer y su hija de 11 años habían fallecido décadas atrás en el accidente de una feria de atracciones. Job ahora era jubilado vivía solo, acostumbraba beber por las noches hasta quedarse dormido sobre un mueble mientras veía películas frente a un televisor. Años atrás ambos fueron productores de películas para videocaseteras
La luz de la sala únicamente provenía de la pantalla de la tele. Job yacía en el sofá durmiendo con el rostro mirando al techo. En el suelo había dos botellas de licor vacías, en una mesa que contenía un cenicero repleto de colillas.
Daniel abrió la puerta de su casa y sintió una moderada brisa como si una energía o algo invisible, miró las hojas inmóviles Pero esta ocasión fue como un recuerdo hiperrealista, como si desde la ventana de la casa de al lado hubiera viajado al pasado y regresado unos segundos atrás en el tiempo, lo comparó como una cinta rebobinada hacia atrás. para Daniel nada de eso le era indiferente, sabía que algo andaba mal en su mente. Nuevamente se dirigió al domicilio de su vecino. La ventana está abierta entró atreves de ella le hablo a su antiguo socio. mencionándolo por su nombre en tres ocasiones, pero este se encontraba completamente inerte, Miró hacia la tele. Antes de dormirse Job veía una película desde una ruidosa videocasetera, pero la cinta parecía estar atorada, se acercó a la pantalla y observó una imagen en blanco y negro y con bastante estática como una señal atravesando la media mitad del universo. Daniel sacó el cartucho leyó el título de la película. Ésta decía “historia para disfrutar durante el fin del mundo” sopló la cinta y le dio unos golpecitos al cartucho para aflojar sus carretes.
La videocasetera inicio hasta donde se había quedado atorada. La filmación era en blanco y negro. Se veía una figura humana cubierta por una bata negra o posiblemente fuera purpura oscura. En lugar de cabeza tenía el cráneo en huesos de un venado, las dos cuencas de los ojos eran enormes y oscuros, solo provenían de ellos una chispa rojiza, en los largos tarros se encontraban enroscados vejucos secos con espinas de donde brotaban sangre. Daniel se acomodó frente al televisor pensó “¿Qué sucede viejo? Ya te aburrieron nuestras películas… qué bizarro es el cine experimental, es como esas películas de autor de los setenta. Donde los guionistas escribían bajo los efectos de drogas psicodélicas, no tenía la menor idea que te gustaran esas películas” estuvo mirando la cinta con el rostro entre incredulidad y horror durante unos veinte minutos.
Escuchó un ruido a sus espaldas. Ahora la luz solo provenía de la lampara que alumbraba la calle. Pensó que su vecino había despertado, miró hacia atrás: pudo observar a una niña con la mitad del rostro ensangrentado, un tubo que le atravesaba un costado del abdomen. La niña dijo: “Ayúdame, la rueda de la fortuna de cayó y no encuentro a mi mamá entre tantos muertos” Daniel sintió un dolor de cabeza que en instantes llegó a ser tan intenso, que la mente se desconectó de su cuerpo, su cuerpo se asentó violentamente sobre el suelo.
En las primeras horas de la mañana dos camilleros tapaban el cuerpo sin vida de Daniel. Para subirlo a la camioneta de traslado forense, un par de patrullas hacían parpadear sus torretas. Una cinta amarilla cercaba el área. Un policía del departamento de investigación criminal hablaba con Mariela, ésta únicamente mantenía un rostro serio, no demostraba ningún dolor. El policía le dijo a la mujer.
— Según nuestros archivos, la casa donde se encontró sin vida a su esposo, perteneció al señor Job. Mismo que se quitó la vida hace cuatro años, unos meses después que la esposa e hija, perdieran la vida en un parque de atracciones. ¿Asi es? — la mujer respondió.
—Si efectivamente. Pero Daniel no era mi esposo, vivía con él desde hace un par de años.
—¿Usted conoció a sus vecinos?
—No, cuando me vine a vivir con él, la casa ya estaba abandonada y todos en esta familia estaban muertos. Pero si fueron muy amigos de Daniel incluso producían películas en sociedad.
—¿Qué hacia el señor Daniel en esa casa?
—Antes que el señor se suicidara, la seguridad social le fue mandando cajas de drogas antidepresivas para evitar el suicidio, pero el señor Job nunca las consumió y se fueron acumulando. Daniel que conoció bien la casa entraba y las tomaba según cómo las iba necesitando.
—¿Por qué hacía eso?
—Tenía una enfermedad, una especie de alteración neuronal poco común. Entre sus síntomas se encontraba la despersonalización y alteraciones con el tiempo. Se levantaba por las noches, decía que veía al difunto de su socio viendo películas de terror. Que una energía invisible le golpeaba la puerta y se metía a la casa. Además, tenía problemas cardiacos, creo que no distinguía entre lo real y lo que sucedía en su mente — el policía se quitó la gorra, diciendo:
—Lamento mucho su perdida, no es el momento adecuado, pero sé que le nombraron presidenta del consejo de una importante compañía. La puedo reconocer, está en la portada de algunos periódicos. — la mujer con el rostro serio dio las gracias. Después de despedirse del policía Mariela regresó a su casa, pero en esta ocasión entró a la cochera abrió un grueso gabinete de madera y miró al interior, en una de las repisas se encontraba un altar. Era visible una figura antropomórfica de madera que tenía como cabeza el esqueleto de un reno. En sus cuernos tenía enredado vejucos con espinos manchas de sangre seca, a un costado siete pequeños vasos con tierra, la foto de Daniel y la el recorte de un antiguo periódico donde se veía la foto de la niña muerta en el accidente. Mariela dijo en voz alta.
—Esta es ya la última ofrenda que te doy — en ese momento tomó una navaja se cortó la punta del dedo pulgar y con su sangre fue cubriendo las espinas que se retorcían en los cuernos del ídolo. Mariela decía.
—Me gustaría decirte que lo lamento Daniel, pero no puedo, ya no había sentimientos entre nosotros. Tus mejores épocas ya han pasado solo vivías de los recuerdos. Estabas destinado a muchos cuidados, yo toda mi vida me preparé para la responsabilidad que me esperaba. — en ese momento escuchó que alguien le hablara a sus espaldas. Miró a ver y era la niña con la mitad de rostro desfigurado la piel gris propia de los cadáveres y las venas oscuras, casi por rodo el cuerpo tenía incrustado fierros y esquirlas metálicas. El espíritu dijo:
—Estoy perdida, ya no puedo regresar a donde están los que murieron conmigo. —la niña corrió hacia el interior de la casa, dejando huellas de sangre a su paso. Mariela tomó al ídolo y lo arrojó gritándole.
—Este no fue el trato— la mujer se dirigió al domicilio siguiendo las pisadas de sangre.
—En la sala se encontró con un hombre de unos cincuenta años de cuerpo grueso y espesa barba. — la mujer dijo.
—¿Quién eres? — el hombre sujetaba en una mano una videocasetera.
—Soy el señor Job. Le pediste a un demonio que trajera el alma de mi hija para para apagar la vida de Daniel. — la mujer fue paso a paso subiendo la escalera de la segunda planta. Sin quitarle la vista al intruso, el hombre siguió diciendo.
—El camino hacia la muerte no se puede tomar de regreso. Abriste el portal del infierno, un demonio fue quien vino, no la niña. Ahora a quien tanto invocaste te espera. — en ese momento el hombre desapareció, la mujer miro en cada rincón de la sala. se escuchó un crujido como de huesos triturándose, y las paredes se impregnaron de sangre, un solo golpe con la videocasetera en la nuca había bastado.
El policía del departamento de investigación criminal, esperaba fuera de la casa. Un médico forense, se le acercó dijo.
—No hay signos de lucha, ni huellas ni nada que nos haga pensar que fue un crimen, la mujer cayó de las escaleras y se destrozó la cabeza en los escalones. — el policía entró a su patrulla, mientras decía, — uno siempre dice que ya lo ha visto todo.
El despertador sonó, Mariela abrió los parpados, pero se asustó al ver a Daniel parado en la puerta de su recamara mientras la observaba, el hombre tenía entre las manos una pequeña bolsa de papel y se reía de manera muy inquietante, no mostraba emociones en el rostro solo sonreía. Mariela le dijo.
—¿Qué haces ahí parado? — Daniel le dijo:
—Anoche estuve en casa de Job, se quedó dormido viendo una película.
—Daniel…Job está muerto, entiéndelo, se suicidó.
—¡Está muerto! Es posible que sí, es posible que no. Pero miré algo de la película que estaba viendo. — Mariela en tono de hartazgo, alborotándose el cabello dijo
—¿Y qué película era?
—Una muy extraña, nosotros éramos los personajes. El guion era absurdo y la producción era mala nunca ganaría un Oscar. Pero era tan extraña vernos dentro de la historia. Como si nos hubieran contratado para hacer los personajes— Mariela dijo.
— Tienes razón es una película muy extraña. Por cierto, ¿qué traes en tus manos? — Daniel rompió la bolsa mostrando un pequeño revolver. Dijo
—Es una pistola, la tomé de la casa de Job. La guardaba en su cocina arriba de la alacena para que su hija no la alcance. — Mariela ya con un rostro de angustia dijo.
—¿Qué piensas hacer con esta arma?. — Daniel apuntó a la mujer diciendo:
—Solo quiero confirmar algo, ponte de pie y haz todo lo que yo te diga — la mujer dijo
—Creo que tu situación de no poder distinguir la realidad ya está volviendo muy peligroso. Baja la pistola esto es real no somos actores en una película.
—También quiero que te calles. — la mujer se fue levantando mientras decía
—¿Qué deseas que haga?
—Camina hasta donde yo te diga, iré detrás de ti si intentas huir o gritar disparo. — Daniel dirigió a la mujer hasta la cochera y la situó frente al gabinete de madera, expresó
—Tengo años sin abrir ese gabinete, ábrelo quiero ver que hay adentro.
—No tengo por qué hacerlo, está lleno de herramientas y botes con resto de aceite
—¡Ábrelo o disparo!
—No te atreverías.
—¿Por qué no? Acuérdate que no distingo entre lo real y lo irreal, tal y como le dijiste al policía — la mujer dijo mientras habría el gabinete
—Y de qué genero era la película en la que éramos los protagonistas.
—De terror, por cierto, tus mueres, un demonio te destroza el cráneo con una videocasetera, te puedo asegurar que nadie en el mundo ha muerto de esa forma. — Mariela abrió el armario en la repisa superior se veía un altar con un ídolo de extensa cornamenta, frascos con tierra y dos imágenes. — Daniel le gritó
—Explícame esto. — La mujer dijo.
—Me asusta, es la primera vez que lo veo, ¿no será que tú lo pusiste y no lo recuerdas?
—Es tuyo, es más mira allí tienes el cuchillo con el que te cortas para ofender al demonio. La mujer tomando el cuchillo dijo— ¡me refiero a esto! — y con gran rapidez se viró incrustándoselo a un costado del cuello de Daniel, este cayó al suelo, la sangre la brotaba como el chorro de una fuente. Él jaló del gatillo, la bala le entro en la cabeza a un costado de la nariz.
En la casa de Job alguien veía en una pantalla de televisor la palabra FIN, la imagen era en blanco y negros y de pésima calidad, como si fuera la copia de muchas copias. La música de fondo era como una grabación en una feria de los años veinte. Un dedo empujó un botón de apagar en la videocasetera, la pantalla se oscureció.
Iván Noé Espadas Sosa, Cacalchén Yucatán México. Trabajó en un cine como proyectista hasta 1994 ha publicado seis libros, entre los que se encuentra “Crónicas de los cines de Yucatán 1970-1990” Editada con la beca PECDA 2021 y “Cinema Palacio” Editado por la dirección de cultura de la ciudad de Mérida. Incursionó en el género de terror psicológico con el cuento Cine Bizarro seleccionado y editado por la editorial Lebrí en su libro Terror volumen cuatro. Algunos de sus textos se encuentran en las antologías:La perra que conoció el mar, Atorrantes Perversiones, Mérida palabras y miradas II.