Crónica de una chaquetita ajena
Luego me despierto así como queriendo robarle vida al día. Luego hasta voy chiflando por las calles y, de vez en vez, me atrevo a sonreírle a las señoritas con todo y el mordaz “buen día” que, para estos tiempos nomás uno recibe la mirada ojeís que dice “si me miras te cacheteo y grito y te sigo cacheteando y gritando” como el otro día que le dije a una amiga que si me daba unos besotes yo le daba más y chance hasta le cumplía con el quite de cara amargada que se cargaba, entonces ella dice que me iba a dar unas patadas y yo pues le dije que con tal de besar su boquita de chocolate me late me late… Ton’s rió y yo supe que unas palmaditas a la tarántula y con eso salpicaba todo, pero nel, no pasó, le apretó el chichero.
Bueno, de esa mañana en la que seguí caminando así como si no fuera camino al trabajo, me encontré con un vagabundo que se escondía en la sombra de un árbol y se jalaba la reata mientras que unos pasos más adelante unas `ñoras hacían como que no veían, como que esperaban el camión, pero sé que sí veían lo mismo que yo, por el rabillo, disimulaban y le miraban la ñonga al chaquetón sindomicilio, que por si fuera poco, cargaba con tremendo chisme. Bueno, el menesteroso ése, también le rascaba a su animal tirándole miraditas a las señoras (súpermega) ofendidas (we), y ya no vi más porque tampoco uno debe ser descortés con la chaqueta ajena. Pero luego ya pensé, pos si yo pudiera de pronto hacerme una chaquetita al aire libre, pos taría padre, así también, unos años atrás (como diez), otro errabundo le dio por cogerse un bote de basura, sí, estaba loquito pues. Pero sí, hacerse una chaquetita al aire libre sería cool, echarse un palito ha de ser más divertido, aunque fuera imaginario. Yo por ejemplo si le andaba tronando sus ramitas a un guayacán que está bien floreado, así, amarillo, amarillo.
Pero no, no es padre que pasen esas cosas que ofenden, debe de haber tantito pudor, tantito escrúpulo más que nada para los chavititos, porque irén, yo vi porno desde chiquito y miren, quedé bien idioto.
Ya, fin.
(Es bonito caminar sobre las palabras, también.)
Crónica de una cama debastada
Diré como un pacto nocturno que nadie ha salido vivo, que nadie pudo verte a los ojos y luego que me pongo chípil n’mas de ver como se cae el cielo como con permiso de acariciar tu cuerpo. Lo digo pues, ando así, arrastrando la cobija, viendo que la soledad forja, lía y sirve caballitos de mezcal, corta limones en cuatro, riega la sal y brinda ——pinche soledad brindona—— con un fantasma todo guapo, simpaticón, del otro lado del espejo.
Pero luego esa soledad se desborda como leche hervida de la olla. Ya no cabe en bares, banquetas, cines o terminales, se refugia cual gusano que no podrá nunca convertirse en mariposa y anida, parásito, sabandija, zángano entre los cadáveres de esos que nunca han sabido amar.
Tengo entonces una cama, haciendo ojitos de telaraña. Acá, chiquita, acá te hago cachito, deja quito esos libros, esa ropa, ése otro cadáver de soledad rancia, no no, no le prestes atención, ella no era como tú, tú eres especial… Monstruos que han vivido debajo de mi cama asoman las garras y muestran unos colmillos sonrientes, muajaja, baja calzón, baja chichero, baja guagüis, lameré todo, acariciaré todo, besaré todo, morderé, versaré… así, dos solitarios hacen el amor.
Editor, escritor y promotor de lectura. Ex godín alcohólico, poeta frustrado. Ciclista emergente. Eterno padre de Camila.
Hay cierto intento de crónica pero se quedan cortos; estas mini estampas entre el cuento y la anécdota, se agradece la sinceridad y crudeza, pero mal la ortografía en general y el descuido con que están escritas.