Tres sueños

La vie est un sommeil, l’amour en est le rêve

Alfred de Musset

-¿No te has cansado de ver eso?- preguntó Cristina en un tono bastante molesto. -¡Llevas horas frente a la pantalla!- remató muy irritada.

Juan, sin voltear a verla, le respondió tranquilo, pausando la transmisión:

– No entiendes, es muy importante, vital incluso, que vea “eso”. “Eso” es un maravilloso seminario que Fernando Zalamea dio en la UNAM sobre Alexander Grothendieck, tal vez el matemático más importante de la segunda mitad del siglo XX y cuyas ideas, sospecho, tienen la clave para demostrar la hipótesis de Riemann de 1859, relacionada con la distribución de los números primos, y uno de los problemas más famosos planteados por Hilbert en 1900, y el único también incluido en los siete del milenio.

-¿No lo habías visto ya? ¿Hace como tres meses?

-Sí, tienes razón: vi cada una de las sesiones del seminario a lo largo de una semana.  Sin embargo, ahora es diferente. Te cuento: la semana pasada, mientras estabas de vacaciones en Zipolite, volví a ver todas las películas de Tarkovski, empezando por “Sacrificio” y terminando con “La infancia de Iván”. Las vi de corrido en un solo día, una tras otra, sin parar, y cómo ves que soñé que volaba? ¡Sí, volaba! ¡Loquísimo! Fue uno de los sueños más vívidos que he tenido en toda mi vida. ¡Te juro que era absolutamente real! ¡En verdad sentí que podía volar! No me creerás, pero cuando desperté estaba encima del armario. Supe que en realidad había volado; era la única explicación posible. Mi hipótesis (la llamaré la “hipótesis metaonírica”) es que ver todas las películas de corrido hicieron que me identificara de tal manera con los personajes que vuelan, en particular con Iván, que propició que yo pudiera volar no sólo en el sueño, sino durante el sueño. ¿Recuerdas los sueños de Coleridge, Caedmon, Tartini o Stevenson? Creo que fueron casos similares, donde una realidad particular invade tan perfectamente el imperio de los sueños, que éstos llegan a materializarse en nuestro universo. Así que estoy empapándome lo más que puedo de las ideas de Grothendieck, sumergiéndome durante horas en sus conceptos y teorías, para poder soñar con la hipótesis de Riemann y, seguramente, así poder demostrar que es verdadera, definitiva y perfectamente. Y mañana me dedicaré a ver las fotos que tomé de Juliana en la sesión de la semana pasada… ¡A ver qué sucede!- dijo eufórico, guiñando un ojo y quitando la pausa a la transmisión.

No sabremos qué soñó Juan esa noche, ni conoceremos jamás si consiguió demostrar la hipótesis de Riemann, porque, mientras dormía soñando quién sabe en qué, Cristina lo asfixió con su almohada…

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