Era un día normal por la mañana y Guille estaba abrochando sus zapatos. Ya eran viejos y habían perdido el color, ya no se veían blancos como cuando eran nuevos, eran más bien de un tono gris percudido. Guille trabajaba con Doña Leobarda, dueña de la tienda de abarrotes, desde que su papá se había ido a México desahuciado por tuberculosis. Ella era la mayor de 8 hermanos y tenía que trabajar a los 15 años para ayudar a su mamá con los gastos de la casa, que eran muchos.
Sus papás tenían un puesto de frutas y verduras en el mercado de tierra caliente. Su papá viajaba a México cada 15 días por la carga, compraba en el mercado de la Merced y vendía en Arcelia, Guerrero. Él era muy inteligente y muy hábil en los negocios; si nadie tenía limones por no ser temporada, él siempre los tenía. Había ideado un sistema para conservarlos y guardarlos para cuando fuera necesario. En su casa de adobe y piso de tierra, típico del lugar, hacía que sus hijos escarbaran, no tan profundo, y luego acomodaban los limones separados uno del otro, de modo que no se tocaran. Después, les echaban la tierra, que habían levantado y ahí permanecían hasta que fuera oportuno sacarlos a la venta. Detalles como este habían hecho que el puesto de frutas y verduras fuera próspero, hasta que su papá enfermó de tuberculosis, y tuvo que ir a México a internarse a un hospital de Salubridad donde ya lo tenían como desahuciado. El puesto de mercado se perdió. Su mamá, una vez sola, la engañaban con la carga, siempre quedando a deber, hasta que el puesto desapareció. Entonces, compraba costales de frijol para venderlos en el piso afuera del mercado, esto no era suficiente para dar de comer a tantos hijos y por ello pidió a Doña Leobarda que le diera trabajo a Guille en la tienda de abarrotes que ella tenía.
Esa mañana Guille, sentada arriba de los costales de frijol pensaba que, con el dinero que Doña Leobarda le pagara, se compraría unos zapatos rojos para estrenar en el baile del 21 de julio, ¡ya se los veía puestos!, un día antes los había visto en la zapatería de Doña Carmen y los había apartado. En eso estaba cuando entró su mamá y le dijo:
-Ya pasé por tu paga con Doña Leobarda, tenía que pagar la carga-. Te lo digo para que no le vayas a cobrar…
Nací en la ciudad de México el 5 de marzo de 1966, estudié la Licenciatura en Turismo en el Instituto Politéctico Nacional, Maestría en Sistemas de Calidad en La Universidad a Distancia en Cuautla, Mor. y el Diplomado en Creación Literaria en la Escuela de Escritores “Ricardo Garibay”. Tallerista de Mujer: escribir cambia tu vida,
Mediadora de la Sala de Lectura “Travesías Literarias”.
Inicié la aventura con la creación del grupo de escritura creativa para mujeres de 15 años en adelante y en marzo de 2019 nos dimos cita a través de una ventana llamada zoom, que nos permitió, un espacio de acompañamiento virtual en tiempos de crisis, creando una comunidad de aprendizaje, esparcimiento y reflexión. Se descubrieron ideas, noticias, sugerencias y enlaces de la vida misma, permitiendo escribir historias propias.
Hermosa, inteligente y carismática mujer siempre con esa gran sonrisa sincera que la caracteriza honrada de ser su amiga.