La conquista

Llegué a la ciudad temprano. Subí desde Taxqueña para después transbordar al metrobús en la glorieta de Insurgentes. Al interior del transporte la gente iba pegada a su celular como nunca, los que no traían se acercaban a otro. Todos compartían risas, angustias y gritos diversos. Me asombré demasiado. No sabía exactamente lo que pasaba y no tuve el interés de saberlo. El ruido era insoportable, entonces, saqué unos audífonos para amortiguarlo con alguna canción. Sólo tenía en mente la encomienda a la que me habían mandado.

            Venía desde Chenalhó, Chiapas. Hace algunos meses un hombre trajeado, con corbata y zapatos absurdamente lustrados, fue al pueblo. Tocó mi puerta, inmediatamente lo reconocí. Era quien nos organizaba para ir al zócalo capitalino a marchar por distintas razones, siempre para mí desconocidas o más bien sin importancia, sólo me apetecía la recompensa. Dijo que esta vez no iba a marchar, que las cosas no estaban para eso. Amenazó con prenderle lumbre al pueblo. Acepté, pues las salidas disminuyeron con el miedo.

            Salí a la glorieta y rápidamente entré al metrobús. Lo mismo. La gente pegada al celular. Los restaurantes de la avenida Insurgentes estaban atiborrados de gente. Mis manos sudaban, la concentración se acentuaba sólo en lo que debía hacer, no en el mundo, subí el volumen de la música y es que pesaba la carga que traía sobre los hombros. Sólo tenía que hacerlo, salvar al pueblo. Bajé en la estación Reforma, caminé con dirección hacia el punto indicado, la avenida estaba cerrada, la gente sitiaba el lugar; los coches con el radio a todo lo que da. Tardé bastante en rodearlos, sin embargo, pude hacerlo. El hombre trajeado lo advirtió, no iba a sacrificar a mi familia. Puse la mochila donde debía, me alejé lo suficiente, me alejé hasta la estación donde había descendido; mandé el mensaje, le dije al hombre que estaba todo listo… la gente gritó, volteé al otro lado y un edifico se pintó de verde, blanco y rojo para anunciar: “¡Felicidades, México! campeón del mundo 2034.” El artefacto explotó, el Senado de la República explotó.

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