Estoy buscando la respuesta para la pregunta eterna ¿Quién soy? Desde hace días alguien, pero, sería hipócrita negar que hoy me sentí nadie. La edad nos respira en la nuca, debe ser también la muerte, esa siempre se pasa la vida flotando detrás de todos, pegadita ahí, a los talones. Me molesta que yo exista siendo tan insignificante; mientras tanto, los que creo grandes prodigios se apagan sin iluminar por lo menos cincuenta años.
Da igual, ninguna edad parece ser justa para morirse. Tampoco es que alguna deidad va a sentarse conmigo a la mesa para resolverme las dudas de su actuar. En alguna parte leí una comparación donde sería semejante a explicarse con hormigas cualquier actitud. Palabras más, palabras menos, simplemente: se entiende o no.
Para mí hay cuestiones positivas en estos monólogos, en estos soliloquios pantanosos, tratar de ordenar las palabras, la vida, los miedos como alguna fuerza externa y superior me dé a entender. Realmente no sé si haya mucho de afuera, últimamente y a disgusto empecé a mirarme y mierdearme por dentro.
Igual, la mierda no es tan mala, a veces sirve de fertilizante, la tierra hace lo suyo con todos sus problemas y mis crisis existenciales son equivalentes a una hormiga cuyo rastro la llevó a ingerir caramelos de CBD. Da igual, no es como que mañana la hormiga me cuente sus sueños, tampoco van a hacerlo los peces, las buganvilias ni esas flores que recogimos mi sobrina y yo en un intento de hacer el día un poco feliz.
Mientras veo las flores, recuerdo las palabras de mi suegra «Cuando el dolor es ajeno, parece sencillo y cosa de todos los días, cuando es propio, nunca es fácil». Se infecta de ira, de odio, a veces se pudre y te pudre.
Pensando en eso, compré unas buganvilias blancas, tratando de darle pureza y, legitimidad a mi dolor, queriendo explicar, queriendo no decir nada. Tengo poco gusto por mostrarme humana y dolorida. Lo cierto es que no sólo yo me caigo a pedazos. La pérdida tiene un efecto dominó, se lleva todo y te deja anonadada viendo cómo las piezas desfilan hasta el suelo, azotan el silencio.
Las flores curan, alimentan y dan alegría. Tal vez derribe la casa, tal vez me despida. A lo mejor soy sólo una hormiga durmiendo en el cuerpo de una planta, una semilla de sandía que escupió la niñita rubia pidiendo el deseo de ser nuevamente la hermana mayor.
Imagen generada con Gencraft.
Lyanne Acosta, nace en Guachochi, Chihuahua. Es autora de “Los fragmentos del espejo” (2020), “Cáscaras de Manzana” (2023) “TODAS” (2021). Su trabajo puede encontrarse en diversos medios físicos y digitales como columnas relacionadas con difusión cultural y periodística tanto a nivel local como internacional.