Simbiosis

Asociación íntima de organismos de especies diferentes
para beneficiarse mutuamente en su desarrollo vital.

Se asoma al espejo y mira esa horrible parte mutilada de su cuerpo. La incisión que ve ahí, donde debería haber un corazón. Le recuerda los días del amor. Cuando por las noches la llamabas con cariño y le decías siéntate a mi lado, con tus miles de historias sin final e inconexas, en las que las protagonistas eran ellas, su hermana y ella. No se dio cuenta cómo la pequeña fue ganando terreno y metiéndose entre ella y tú. La pequeña indefensa. Llantos inventados. Acusaciones falsas.

Mami, estoy convencida de que cada día me parezco más a ti, a veces siento como si tú y yo fuéramos la misma persona. Hace años que no te veo, sólo recuerdo el olor de tu café por las mañanas, tu perfume floral; ayer pasé frente a la boutique de los chinos, no pude resistirme de comprar una lata de té de jazmín. Me recuerda tanto cuando el sol entraba a nuestro balcón, cuando aún eras tú y era yo.

Se pregunta por qué la has abandonado. ¿Por qué el señor, que llamaban juez, tras ese enorme escritorio de madera, ha decidido alejarla de ti? ¿Por qué si ya no está su hermana, la han llevado a ese lugar horrendo donde le atan las manos? No quiere dormir. Entran y salen enfermeras. Ella no para de preguntar por su mami. Grita en la oscuridad, aterrada, mami, ven, no me dejes sola. Mami, vino mi hermana. No quiero que me toque. Me lastima. Me ha susurrado al oído los cuentos que inventabas para nosotras. No quiero que los escuche más. Me ha dicho que los inventaste para ella. Me tapo los oídos con fuerza. Ella me hace daño. Toma tu abrecartas del escritorio. Lo acerca a mi pecho, fue ella, madre, la que me sacó tu amor del pecho.

No sé exactamente si hicimos simbiosis. Lo más absurdo es que yo no quería ser como tú, siempre odié tu obsesión por el tiempo, por la puntualidad, por la limpieza y el orden, aborrecía tu perfección. Y ahora ya no sé qué de mí es mío. Me miro al espejo y estás tú en mis ojos, en mi cabello, en el parecido del movimiento de nuestros labios al hablar.

Desde este frío laboratorio donde trabajo, porque, al igual que tú, soy científica: mi-tú, nuestra ansiedad no me deja tranquila, me persiguen las manecillas del reloj que tanto te asustan, el delirio de bajar corriendo y contar los peldaños, no pisar las grietas que se forman en las aceras, no pasar debajo de una escalera, poner agua cuando se cae la sal, prender la veladora el primero de cada mes, dejar las llaves en el mismo lugar, la obsesión por el olor a huevo en los vasos.

Mami, no quiero parecerme a ti. Lo he pensado mucho y fuerte: quiero matarte en mí, pero tengo temor de que, al matarte, se muera también esa parte que me gusta de nosotras: contar historias, encontrar belleza en lo deplorable de este mundo, tener confianza por la humanidad.

Mami, ya no te siento, tomé el abrecartas por segunda vez, y esta vez me has visto a los ojos, incrédula, con los ojos desorbitados, al borde del llanto y rostro de terror. Los siento, mami.

Lo más molesto es que aún el reloj me persigue: sigo contando los peldaños al bajar, huelo los vasos después de lavarlos, me aterra la soledad…

5 comentarios

  1. Hola buenas noches que hermosos relatos wwauuuu lo leí y me encantó felicidades muchas gracias por compartir saludos

  2. Me encanta leerte Osiris, me adentro en tus historias y quisiera que no terminará nunca tu cuento felicidades

  3. Me encantó este cuento corto, espero con ansia el que sigue 😉
    Felicidades

  4. Esta hermoso, dices cosas muy ciertas y de alguna forma haces que uno se dentifique con los que escribes, ya quiero seguir leyendo tus cuentos Osis, eres una gran mujer, sigue triunfando y cosechando éxitos!!

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