Huesos de Ave

A veces, volar se siente demasiado divino para ser alcanzado por el hombre. A veces, el mundo desde arriba parece demasiado hermoso, demasiado maravilloso, demasiado distante para que los ojos humanos lo vean.

                                                                                             Charles A. Lindberg

La aviación nace del sueño humano de ser ángeles, de tomar prestada la anatomía de las alas, armonizar con el aire y sentirnos parte de las pocas criaturas destinadas al vuelo. Para corroborarlo basta recordar el artefacto llamado “Peristera”, con forma de ave e ideado por Arquitas de Tarento, que alcanzó una altura de 180 mts. en el año 400 a.C. Después de idealizar a los animales voladores, vinieron los saltos al vacío de George Cayley, el inventor del primer planeador con cola en 1799. Hasta que llegaron los planeadores que despegaron con medios propios, como en el caso del de William Henson en 1843 y que registró la primera patente de una aeronave equipada con motores, hélices y provista de ala fija, llamada avión.

Se hicieron intentos de todo tipo para mejorar a las máquinas voladoras, incluso catapultarlas; como hizo el científico estadounidense Samuel Pierpont Langley en 1903. Así hasta llegar a los conocidos hermanos Wright que en el mismo año idearon un avión más pesado que el aire. Le fabricaron un motor con la potencia deseada y solucionaron los problemas de control de vuelo. Era el biplano llamado Flyer. En fin, este breve recorrido es sólo el principio de la historia de la aviación. Sin duda fueron hombres tenaces que tuvieron un sueño e hicieron todo lo posible para materializarlo.  

Como ellos lo han demostrado, para volar primero es necesario que seamos capaces de entregarnos a la aventura libremente. Asociamos la capacidad de volar con la libertad, con recibir al mundo con los brazos abiertos dispuestos a las alternativas que nos ofrece, pero tiene un precio: y es no tener miedo. Todos merecemos vivir la experiencia que alguna vez nos ilusionó de niños, movernos por los aires a nuestro antojo. La aviación recreativa de aviones ultraligeros nos recuerda que nacimos exploradores innatos y que si hemos desarrollado miedos infundados ha sido gracias a la sociedad manipuladora en la que crecimos. Como dice Alejandro Jodorowski “Las aves nacidas en una jaula piensan que volar es una enfermedad”. Volar en estas aeronaves permite que el viento se cuele por la piel y reviva el aliento de tormenta que vive en nosotros.

Hay personas que han dedicado su vida a volar ultraligeros y que no reparan en el propósito de compartirnos su pasión por las alturas, así como lo hace el capitán Armando Mendoza Martínez.

Hoy es sábado y son las 5:00 A.M.

Comienza la temporada de lluvias y el rocío descansa sobre los pastos exuberantes. Crecen a los alrededores de la pista de aterrizaje llanera del aeródromo de Vista Hermosa, ubicado en el municipio de Tequesquitengo. Ha pasado un año dos meses desde que inició oficialmente la pandemia mundial por coronavirus. Aún se iluminan los campos aledaños con los cientos de barrigas titilantes de las luciérnagas; para ellas no ha cambiado nada. Mientras afuera los grillos y las chicharraras todavía cantan en la oscuridad, el avión ultraligero Sport Fligth Talon XP color morado espera ansioso en el hangar a que su capitán Armando comience el día.

Hace ya algunos minutos el capitán salió de su casa, muy cerca del Santuario Forestal del Lago Guadalupe, en Atizapán de Zaragoza. Los fines de semana también son días de trabajo para él. En el mundo de la aviación recreativa, de aeronaves ultraligeras, hay que estar en donde el firmamento exija tu presencia. Es largo el camino hacia su destino morelense pero el tiempo no es problema, porque igual que él mientras vuela transcurre ligero cuando escucha su música favorita a todo volumen y conduce por la carretera libre hacia Cuernavaca.

Armando es parte del aire técnicamente desde que tenía quince años. Su padre, el capitán Javier Mendoza Rodríguez le enseñó el funcionamiento de los aviones surcando los amaneceres de Acapulco, cuando a su hijo adolescente le interesaba más pasar el rato con sus amigos que entender conceptos de aeronáutica. Tiempo después entendería la importancia de que su instrucción comenzara tan pronto. Para el chico no era nada nueva la experiencia de sostenerse en la transparencia. A los 5 años ya conocía la anatomía de las aeronaves ultraligeras. Pequeño y curioso, se sentaba a lado de su papá en el Bucanero anfibio amarillo y transitaban juntos los confines del aire.

El ultraligerismo nace en Ohio en 1976 con el ingeniero Johon Moody.  Moody había combinado un ala delta Icarus II y un motor de dos ciclos, creando un nuevo tipo de volante. Las alas delta se volvieron populares, sin embargo, sólo era posible volarlas en las costas donde los cambios de elevaciones geográficas hacían viable los vuelos. Las áreas donde las zonas eran planas eran inadecuadas porque no había acantilados de los cuales saltar.

Por ese entonces volar aviones convencionales se había vuelto una actividad muy cara. Muchas personas que tenían habilidades, pero no los recursos económicos y habían quedado excluidas de la aviación, aprovecharon esta alternativa para formarse como pilotos, simplemente la opción eran las alas delta.

7:00 A.M.

Armando llega al hangar despertando al día con su inconfundible estilo musical. Siempre alegre, con el cabello alborotado, igual que su actitud, y una enorme sonrisa que contrasta con su piel morena; marca inconfundible de sus extensas horas de vuelo. Con voz de locutor saluda vivaz a las personas que ha citado temprano para instrucción de vuelo. Las condiciones climáticas a esa hora son idóneas para capacitar principiantes; el viento sigue dormido y el sol apenas despierta.

Armando es heredero de un gusto volador que comenzó con su tío Juan, quien fue mecánico de aviación y después piloto, con su papá, que fue piloto y después mecánico y, al final, con su hermano Rodrigo que también es piloto y ayudó imprescindiblemente a su formación.

―Rodrigo y yo somos mejores amigos además de hermanos. Él también me enseñaba a volar, era menos estricto que mi papá, pero aun así me exigía mucho, a veces hasta me intimidaba. Yo sé que era porque se sentía responsable de mis conocimientos, y, en consecuencia, de mi vida.

La formación oficial de Armando como piloto fue realizada en la escuela AVOLO en Querétaro, ciudad la que viajaba diariamente desde Atizapán para presentarse a clases. Su papá insistió en ello y explicó con estas palabras sus razones:

―No es lo mismo volar un avión que operarlo. Volar cualquiera lo puede hacer, simplemente alguien te dice como mover los controles y listo. Lo complicado es lo otro, saber por qué suceden las cosas. Si no sabes eso, ¿cómo podrías solucionar un problema ya sea en vuelo o en tierra relacionado a la aeronave? Por lo mismo, en nuestra familia nos preocupamos también por aprender sobre la mecánica de los aviones. Como dijo alguien: Hay que aprender la disciplina de volar para tener la libertad del vuelo. La disciplina evita los choques.

El capitán Javier Mendoza le enseñó todo lo que la sabía a su hijo, además de inspirarlo con sus acciones a dedicarse a lo mismo que él. Así que cuando Armando ingresó a la escuela de aviación básicamente lo hacía para adquirir los conocimientos técnicos que le hacían falta.  Su padre le pidió que bajo ninguna circunstancia dijera que podía volar y mucho menos que alardeara.

―Yo nunca dije nada, así como mi papá me pidió que lo hiciera. Pero yo me daba cuenta respecto al asunto práctico, que él ya me había enseñado más de lo que en la escuela me podían ofrecer.

Mantener viva la afición de su padre por los ultraligeros es un orgullo y un legado importante para Armando. El gusto del capitán Javier Mendoza inicia en los años ochenta justo cuando el interés por el ultraligerismo nace en México. Los ultraligeros se definen por las restricciones impuestas por el artículo 103 de la Administración Federal de la Aviación. La aviación recreativa, en donde están ubicados los aviones ultraligeros, se basa en vuelos y operaciones de aviones de poco peso (un máximo de despegue de 450 kg para un avión biplaza), de poca utilización de combustible (5 galones de gasolina) y desplazamiento lento (una velocidad máxima de 63 mph y una velocidad de perdida de energía de 27 mph). En la actualidad la calidad de construcción y buenas condiciones para estos, son semejantes a los aviones ligeros certificados. Se ha hecho una tradición familiar que los Mendoza vuelen estas aeronaves. Armando tiene la convicción de continuar con el sueño de su papá.

―Yo veo a mi papá como un super héroe que lo puede todo. Nunca se echa para atrás ante ninguna situación complicada, siempre encuentra la forma de resolverlo. Y esa misma forma de ser nos la enseñó a nosotros sus hijos: a no tener miedo. Y si algo pasaba sabíamos que él estaba respaldándonos. Él nunca nos impuso la aviación, si nosotros decidíamos volar ya en el aire sí se ponía estricto con las clases, pero si no queríamos volar no nos obligaba. La pasión fue madurando poco a poco.

8:00 A.M.

Es la hora en que Armando habitualmente hace el pre vuelo después de estar seguro que las condiciones atmosféricas son las idóneas. Confirma que todo esté en orden antes de iniciar cualquier actividad aérea. Desinfecta el Talon XP y se coloca cubrebocas. Checa que los sistema e instrumentos estén en funcionamiento óptimo (altímetro, indicador de velocidad del aire, tacómetro del motor, indicadores de temperatura de agua, niveles de combustible y el medidor de temperatura del escape). También revisa la condición general del avión (la estructura, que no haya fisuras en los materiales, tuercas sueltas, que la cubierta de las alas no esté rasgada y que los controles funcionen libremente, entre otras cosas). Hace algunas pruebas al motor, lo enciende y lo vuelve a apagar. El tripulante ocupa su lugar con ayuda de Armando. El capitán toma los controles y tras verificar la radio comunicación entre él y su pasajero, ya están listos para dirigirse a la cabecera de pista.

En la actualidad la fabricación de ultraligeros es muy confiable. Algunos de los pioneros en su manufactura regulada bajo estrictas normas de desarrollo son las marcas Quicksilver, CGS Hawk, Kolb, Challenger y RANS. El vuelo ultraligero está renaciendo y es más seguro, emocionante y asequible que nunca.

8:20 A.M.

Antes de tomar pista, Armando hace otra prueba con el motor en marcha para verificar que los magnetos auxiliares estén funcionando. Comprueba la temperatura del agua y las revoluciones. Se cerciora que el área esté libre de otros aviones o paracaidistas en descenso, se enlaza con la frecuencia 118.2 para dar aviso del despegue. Inicia la carrera e incrementa la potencia. Mantiene el avión en línea recta controlando la dirección del patín de cola. Aumenta la velocidad hasta 45 millas y despega. Mantiene el ascenso hasta llegar 5,500 pies con ayuda del motor, indicador de velocidad y altímetro. Para los ascensos la regla es 6,200 revoluciones en el motor, 45 millas en el indicador de velocidad y verificar en el altímetro la elevación. Ya en 5,500 pies nivela el avión de manera visual apoyándose del altímetro. Baja la potencia a 5,800 revoluciones. El avión está estable y listo para que sea un vuelo panorámico inolvidable.

El miedo que podría sentir alguien al volar por primera vez en ultraligero desaparece cuando Armando comienza a platicar, hacer bromas y a interesarse en que pases un momento genial. La tensión que genera el despegue queda atrás igual que la sensación de ser un simple mortal. Armando transpira confianza, es inevitable que el tripulante no lo detecte y que eso lo haga concentrarse en la hermosura del paisaje y en las sensaciones que con los pies en la tierra jamás experimentará.

El cuerpo flota, por un instante se olvida que toda esa magia es gracias a una máquina extremadamente ligera y hueca, igual a los huesos de las aves. Sucede un arrebato de alegría, olvidas los temores. Estás en contacto directo con el viento, no hay barrera entre tú, tus sueños y el flujo del aire. Entonces volar parece la cosa más sencilla del universo y si alguna duda sobrevive a la experiencia, Armando se asegura de extinguirla con su plática amena. Su esposa Marina Zendejas Cervantes confirma esta cualidad:

―Soy temerosa, siempre lo he sido, pero Armando me hace sentir segura, gracias a él he podido dominar mis miedos. Siento que a su lado nada malo puede sucederme. El miedo que pueda sentir relacionado al hecho de que se dedique a la aviación, se disipa cuando recuerdo que es un profesional, una persona apasionada que pone todo de sí en lo que ama.

8:45 A.M.

El aterrizaje se ha efectuado, los tripulantes del ave morada ya están en tierra. El pasajero se sobrepone a la emoción, se despide del capitán con una sensación de alas en los brazos. Lleva para el camino de vuelta a casa un pedazo de cielo en el bolsillo y una sonrisa igual de grande que la de Armando.  Leonardo Da Vinci ya lo había dicho “Cuando hayas probado el vuelo, caminarás por la tierra para siempre con los ojos puestos hacia el cielo, porque allí has estado y allí siempre anhelarás regresar”. En pocos minutos llegarán los próximos clientes dispuestos a experimentar la misma sensación.

Es así, con esta experiencia que dura aproximadamente 20 minutos de pura adrenalina, como puedes comenzar a imaginar lo que siente una persona que ha nacido con el alma presta a las audacias. Una criatura hecha para ser terrestre pero que tiene el pensamiento de otra estatura y que busca siempre su corazón entre las nubes. Una criatura que se debate entre lo que le tocó ser, un habitante de la tierra, y entre lo que la ligereza de sus anhelos le dicta, ser un navegante de las alturas.

Armando ama tanto el vuelo de ultraligeros que se le olvidan o pasan por alto algunas actividades o necesidades propias de los individuos terrestres, por ejemplo, comer.

―Cuando estoy volando prefiero no comer o simplemente se me olvida, me concentro mucho en lo que hago. Ya hasta la tarde me da hambre, es en ese momento cuando mi cuerpo se repone con una comida sustanciosa.

¿Qué hace que el vuelo de ultraligeros sea diferente? Los instrumentos de un avión ultraligero son limitados, pero no por eso obsoletos. No cuentan con las comodidades que otros aviones tienen, por ejemplo, la asistencia de un piloto automático, el director de vuelo y coordinador de giro u horizonte artificial. Para volar un ultraligero los principios básicos son los mismos que para volar cualquier otro avión, sin embargo, acuden a Armando pilotos de otro tipo de aeronaves, incluso de helicópteros, para aprender a controlar una máquina diferente a la que ellos están acostumbrados. El piloto de helicóptero Carlos Vela Saracho cuenta su experiencia:

―He podido encontrarme con un mundo muy diferente al que conozco, pero con algunas similitudes. Una de las principales es el control, siempre he dicho que volar helicópteros es integrarte a la máquina y sentir la respuesta en los controles. En el ultraligero es prácticamente lo mismo, si pudiera decirlo en una sola palabra sería: orgánico.

Una de las principales diferencias es el tipo de vuelo, en helicóptero tienes la ventaja de que tus alas crean su propia sustentación y en consecuencia puedes incluso volar hacia atrás, mantenerte flotando en un solo sitio o volar de manera lateral. En un avión no, necesitas siempre velocidad y movimiento hacía adelante. Lo más intimidante de volar el ultraligero fue la aproximación para aterrizar. En helicóptero puedes hacerlo a una velocidad casi mínima, con el avión es forzosa la velocidad para mantenerte en el aire, controlar la aeronave y aterrizar de modo seguro.

Volar un ultraligero es como montar un caballo a pelo; las cosas son menos sencillas con respecto a las herramientas de control, pero más completas desde lo sensitivo. Un buen jinete prácticamente lee la mente de su caballo.  El piloto de ultraligero se fusiona con el ave mecánica a tal punto que sin ver los instrumentos sabe lo que está sucediendo. Los alumnos de Armando bajan de la aeronave emocionados de tener un maestro con tales capacidades y ansiosos de lograr lo mismo con la práctica.

―Es sorprendente como Armando desde la parte posterior del avión, sin ver los indicadores, se da cuenta cuando estamos perdiendo potencia, cuando se pierde la horizontal por mínimos que sean los grados. Puede describir exactamente los movimientos que estoy haciendo al frente por la simple reacción de su avión, incluso la más imperceptible.

Los de su especie, me refiero a las criaturas del viento, dejan a un lado esa otra vida a la que sienten que no pertenecen, la vida común y corriente de individuos terrenales que la mayoría poseemos. Su anhelo más grande es estar en los cielos y su deseo, transformarse en extensiones libres de límites geográficos; imaginar que son aire, pintarse de su transparencia, estar lejos de la gravedad; intentan a costa de todo librarse de esa fuerza que los devuelve a la piel del mundo. Los que no encuentran su tranquilidad aquí abajo crean en su ser un espacio personal seguro, una burbuja de tropósfera, mecanismo que los mantiene vivos y con ganas de seguir habitando este cuerpo celeste llamado planeta tierra. Hace tiempo lo dijo con estas palabras la aviadora Beryl Markham: “La tierra no es tu planeta más de lo que pueda serlo una estrella distante, si es que se aprecia el brillo de alguna: tu planeta es tu avión y tú su única habitante”

3:00 P.M.

Antes que llegue el siguiente grupo de personas Armando tiene que olvidar durante algunas horas que no está allá arriba. ¿Y cómo lo hace? Pues escuchando música y cantando. Medicina para sobrellevar los pensamientos necesarios de atender y los problemas cotidianos a resolver. Pero como sea, hay que darse tiempo para vivir esta vida, hayamos nacido en las condiciones que sean y en la forma que sea, aunque no sea la de una flecha al vuelo. Resolver los menesteres de la vida diaria, encontrarle solución a cómo vivir este padecimiento de ser homos sapiens; en pocas palabras, resolver la sobrevivencia y manutención de nuestros exigentes cuerpos. Sin embargo, de alguna manera Armando se las arregla para seguir montado en el cielo pensando en otras actividades relacionadas con los aviones. Por ejemplo, los servicios de las aeronaves, alguna pieza que tenga que reponer, otros vuelos, otros clientes, en lo que les enseñará en su próxima sesión a sus alumnos, etc.  Tener en orden el hangar con ayuda de “El Galán” y “Jimmy”, encargados del mantenimiento. Comunicarse con su esposa para saber de ella y de que todo en casa esté en orden. Limpiar la aeronave y los espacios en común con los clientes. Supervisar la reparación del sanitario, comprar combustible para los siguientes vuelos, sustituir las baterías del equipo de filmación, comprar cualquier cosa necesaria para el campamento que más tarde iniciará. Volar tranquilamente y seguro implica mucho trabajo previo, pero una vez que esos aspectos técnicos están solventados el avión está listo para transportar a sus jinetes al idilio de la atmosfera dejando atrás la rutina, porque cuando un vuelo avanza increíblemente bien se nos olvida que fuimos hechos para caminar.

5:00 P.M.

Poco a poco llegan en sus automóviles las personas que contrataron el servicio de campamento aeronáutico. Se estacionan a un lado del hangar dejando espacio libre en el pasto para montar sus casas de campaña. Armando les da la bienvenida y deja que se instalen antes de darles una plática introductoria sobre lo que es volar y como conducir el Sport Fligth Talon XP. Algunos volarán y otros simplemente son acompañantes. La música y la carne asada no pueden faltar. “¿Por qué vuela un avión? ¿Alguien me lo puede decir?” Estas son las preguntas con las que Armando inicia el tema de conversación sobre aviación y comienza la instrucción general:

 ―El peso de la aeronave (la gravedad) tira el avión hacia abajo y lo mantiene en el suelo. La sustentación tira la aeronave hacia arriba y la mantiene en el aire. Pero sólo cuando la sustentación es mayor que la gravedad, el avión puede despegar. El empuje, a su vez, hace que el avión avance y la resistencia (fuerza contraria) lo frena. La interacción de estas cuatro fuerzas es un conocimiento complejo y la base de la construcción de aviones.

«Las alas con su perfil curvo son las responsables de la sustentación dinámica. Debido a la forma de las alas, el aire puede fluir más rápido en la parte curvada superior que en la parte recta inferior. Por encima de las alas, por lo tanto, surge una mayor succión. Y ahora se involucra la velocidad del avión. Cuanto mayor sea la velocidad (empuje), más aire puede fluir. La succión se vuelve mayor y lo mismo ocurre con la sustentación. El físico y matemático suizo Daniel Bernoulli descubrió este fenómeno, en el siglo XVIII.

«Por supuesto, los motores juegan un papel importante en el empuje, porque proporcionan la potencia necesaria para altas velocidades. En un determinado momento, el avión puede superar la gravedad, es decir, la sustentación es mayor que la gravedad y el avión despega.

«Así que los aviones vuelan porque hay una presión de aire diferente por encima y por debajo de las alas. Durante el vuelo se producen turbulencias de aire (resistencia del aire) en las alas, lo que hace que la aeronave se ralentice. Por lo tanto, la forma y la calidad de la superficie de una aeronave juegan un papel muy destacado en la resistencia del aire. Cuanta menos resistencia hay que superar durante el vuelo, menos gasolina tiene que quemarse para generar empuje.»

Hay quienes en los últimos momentos se animan a subirse al avión, entre la plática, las fotos y las dudas disipadas. La incertidumbre más común se relaciona a la seguridad. Los aviones ultraligeros a primera vista, para quienes no tienen ninguna noción de aerodinámica, podrán parecer inseguros, inestables y hasta demasiado frágiles, pero no es así. Hay que recordar que han pasado muchos años e innovaciones tecnológicas tanto en materiales como en conocimientos científicos que han logrado hacer de estas aeronaves maquinas confiables.

La seriedad y compromiso que ha demostrado la familia de Armando en la aviación sustenta el cuidado que tienen con sus máquinas y las que están a su cargo. La pericia y el saber con los que afrontan los acontecimientos que pudieran ser de riesgo al volar, dan tranquilidad. Conocer sus experiencias es emocionante y nos hacen comprender que cuando un piloto sigue protocolos y se mantiene actualizado reduce los riesgos, da márgenes enormes para que no ocurra una catástrofe. La posibilidad de accidentes siempre está latente, somos criaturas muy frágiles, eso ya lo sabemos, basta poco para que nos rompamos, pero existen estadísticas y esas estadísticas juegan a favor de la aviación. También sabemos, que, aunque se tenga todo al 100% en regla, hay sucesos que salen de nuestras manos y hay que estar preparados para actuar.

9:00 P.M.

Armando siempre cuenta con un invitado que está relacionado con la aviación en sus campamentos: pilotos, mecánicos, gestores, paracaidistas, etc. no están allí intencionalmente para ser una atracción más a los clientes, lo que sucede es que tiene muchos amigos y esas visitas son inevitables como nos cuenta su esposa.

―Armando tiene un carácter muy bonito, tiene carisma. Lo buscan y lo quieren mucho, incluso los niños. Aparte de ser buen piloto, es alguien que transmite alegría y buenas vibras.

Se nota cómo lo aprecian sus amigos y compañeros de trabajo. El capitán Horacio Rivera nos habla un poco de la relación que tiene con Armando.

―Armando es un excelente piloto y sólo hay algo que puede superar eso, y es que es una excelente persona. Me siento muy orgulloso de trabajar con él desde hace siete años y por poco me lo pierdo. Debido a un descuido no mal intencionado, pero sí por exceso de actividades, olvidé nuestra primera cita de trabajo.  Pero Armando lo hizo a un lado y después pudimos organizarnos a la perfección para trabajar. He pasado muchas experiencias y aventuras con él.

La convivencia se puede prolongar hasta la media noche, pero nunca excediéndose. Los campamentos casi siempre son en plan familiar y todos, principalmente Armando, deben descansar, estar en óptimas condiciones para que, a la mañana siguiente, a las 8 de la mañana, inicien los vuelos. 

Los ultraligeros recuperan la experiencia de los primeros pilotos de aviones, hombres que no tenían más tecnología que un reloj de pulsera para guiarlos a través de interminables azules y una geografía muy similar a todas las demás a determinada altura; garabatos indistinguibles desde las cumbres del cielo, y que sus aeronaves estaban fabricadas con materiales básicos como madera y tela. El romanticismo por la aviación se intensificó a partir de la primera guerra mundial cuando la especialización de los aviones se hizo necesaria para mejorar las tácticas de guerra.

Hubo un grupo de jóvenes que se hermanó gracias a la aviación y a un código de honor que aplicaban tanto para ellos como para los enemigos. Pertenecían a una estirpe casi principesca de individuos aristócratas que veneraban sus logros al punto de categorizarlos entre países contendientes, como es el caso de los ases de la aviación. Este término nació cuando la prensa francesa lo utilizo para designar a Adolphe Pégoud después de haber abatido a 5 aviones alemanes. El mundo los veía como un tipo de héroes casi angélicos que tenían capacidades bélicas especiales, además de ser capaces de operar esas máquinas voladoras maravillosas que en poco tiempo colmaron el aire de orgullo y terror. Algunos de estos ases siguen provocando suspiros entre hombres y mujeres como es el caso de Manfred von Richthofen, apodado el Barón Rojo.

Domingo 8:00 A.M.

Después de disfrutar una noche acompasada por el acontecer de los insectos, después de tal vez haber soñado con algunas de las anécdotas contadas en la noche anterior, antes del devenir del rocío y la aventura del vuelo los campistas se despiertan con la emoción de la navidad erizándoles la piel. Sus sonrisas no caben en toda la extensión del aeródromo. Algunos toman café, otros desayunan algo muy ligero mientras Armando ya está listo esperando al primer piloto por un día.

Aunque no lleguemos a ser como esos ídolos del aire no podemos perdernos la oportunidad de ver el mundo desde su posición. Regresar el tiempo a la época dorada que vivieron y despegarnos unos instantes de la realidad que tenemos; un fuselaje enorme presurizado con una multitud de pasajeros apretujados a nuestro alrededor y con la ínfima posibilidad de tener a nuestro costado la ventanilla.

 El halo de aventura que envuelve a los pilotos aviadores es una compleja red de idealizaciones; el origen de su cuna, la vestimenta que portaban y las naves que pilotaban por citar algunas. Con el tiempo este romanticismo llegó a las letras convirtiéndolos en dioses terrenales a la mano de nuestros deseos. Como podríamos olvidarnos de Antoine De Saint-Exupéry con sus obras Vuelo nocturno y El principito; Roald Dahal, con Los Gremblins; Richard Bach, con Juan Salvador Gaviota; y a Beryl Markham, con Al oeste con la noche. Porque una cosa es volar y otra cosa muy diferente volar acompañados por los pilotos de antaño, saber exactamente desde sus palabras, sentimientos y miedos de lo que fue el paraíso celeste en su vida.  Hay otras maneras de sentirnos cerca de la experiencia aparte de la literatura: películas, simuladores, aeromodelismo o armar modelos a escala, etc. Hay gran variedad de opciones, pero todas ellas complementarias, ninguna como experimentarlo de primera mano, en el propio cuerpo, en las entrañas. Mientras nos decidimos a vivir la experiencia que nos pondrá los sentidos al límite, el resto del domingo, en el Aeródromo Vista Hermosa transcurre con el cielo surcado por un meteoro morado, con el capitán Armando conduciéndolo e iluminando las sonrisas de sus tripulantes convertidas en estrellas sobre nosotros los espectadores.

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