Publicación por el primer aniversario de Letras Insomnes
Antes que saber las operaciones básicas de sumar, multiplicar y dividir, ya conocía los nombres de todas las piezas del ajedrez y sus movimientos. Su madre le enseñó todo lo que sabía. Roque siempre fue un niño enfermizo y reservado. No lo dejaban andar en la calle, no tenía amigos, no podía hacer deporte alguno. Largo, flacucho y con poca energía, pasaba horas en casa con su mamá, leyendo libros. Con el fin de distraerlo, su madre le empezó a transmitir sus conocimientos del ajedrez, juego que practicó por muchos años en su juventud, antes de casarse con el papá de Roque y dejarlo todo.
Desde muy pequeño aprendió las mejores aperturas: la siciliana, la francesa, la Ruy López, la italiana y la defensa eslava. No veía la televisión como los niños de su edad. Prefería subirse a su cuarto y leer revistas de ajedrez, aún complicadas para su edad. Por las mañanas, ya que no iba a la escuela, esperaba que su mamá terminara sus quehaceres para poner su pequeño tablero sobre la mesa del antecomedor y jugar cuantas partidas como su madre tuviera tiempo de jugar. Eso los unía mucho, Roque disfrutaba enormemente de esas horas compitiendo, riendo y platicando con su madre.
Desafortunadamente, siempre llegaba la hora en que mamá debía ponerse a preparar la comida y tenían que suspender el juego. Entonces Roque subía a su cuarto y repasaba los juegos del día. Por que su mamá no se lo enseñó, pero el aprendió la nomenclatura numérica, para poder entender las aperturas, trampas, trucos y celadas propios del juego. Después de comer subía a su habitación a descansar, pero aun sobre la cama hojeaba las revistas de ajedrez que tenía y guardaba celosamente en una caja de cartón bajo la cama.
Cuando estuvo más grande, hubo que llevarlo al club de ajedrez de la delegación, pues ya no se contentaba con lo que leía en las revistas o jugando con su madre. Ahí conoció otros similares a él, que pasaban los días leyendo, jugando y discutiendo sobre el juego. Allí tenían muchas actividades, como cursos y conferencias sobre el ajedrez en México y el mundo. Así tuvo oportunidad de conocer y discutir los mejores juegos de la historia del ajedrez, como ese famoso partido de Aronian contra Anand, en el 2013. EL partido que más le impresionó siempre fue el de los rusos Kasparov vs. Topalov, de 1999.
Para ese entonces, Roque vivía solo con sus padres en una modesta casa de dos pisos en el Sur de la ciudad. Pero la verdad es que el padre siempre estaba ausente, y Roque y su madre pasaban la mayor parte del tiempo solos. Roque pasaba muchas horas jugando en el club de ajedrez y otras contra su madre. Por las noches leía cuanto libro de ajedrecistas famosos caía en sus manos. Muchas veces, su madre tenía que abrir la puerta muy tarde y pedirle que cerrara su libro y apagara la luz. Entonces, si le era imposible cortar la lectura, se metía bajo las cobijas a leerlo con ayuda de una linternita.
Así pasaron los años y Roque saco la primaria y la secundaria sin excelentes resultados, pero sin problemas mayores. Solo el ajedrez llenaba su vida, el resto era meramente circunstancial. En esos años, empezó a apuntarse en campeonatos externos al taller de la Delegación, Tuvo por primera vez la necesidad de salir de la ciudad para competir en otro estado. Empezó en Guadalajara, pero siguieron Puebla, Monterrey y hasta Coahuila. Esas salidas tuvieron que hacerlas Roque y su madre, pero para ella era muy difícil acompañarlo y costoso también, Las siguientes, tuvieron que ser por su cuenta propia. En cuanto a los dineros, el taller de ajedrez de la delegación le apoyaba como podía con dinero para los transportes y tramitaba que Roque llegara a casa de algún anfitrión en la ciudad de la competencia, para no tener que pagar hoteles. Cada evento en el que participaba lo ganaba, dentro de su categoría, así que lo seguían invitando a más eventos.
Roque era muy apreciado por los maestros y organizadores, pero no guardaba buenas relaciones con los compañeros, ni con los del taller, ni con los que le tocaba competir. Era huraño, silencioso y tenía el mínimo trato con la gente. Solo se sentía a gusto sentado frente al tablero de 64 cuadros bancos y negros, jugando solo, acompañado y fantaseando con nuevas jugadas y terminaciones posibles.
Así llego su oportunidad más importante: el campeonato nacional de ajedrez, en el que asistirían jóvenes de toda la república, en la ciudad de Ensenada, en Baja California. Se hicieron todos los arreglos para que Roque fuera a representar a su ciudad y le consiguieron los apoyos para pagar la inscripción, el pasaje y los viáticos para asistir al evento. Tuvo que asistir solo, aunque le había pedido a su madre que lo acompañara. Era muy difícil conseguir todos los apoyos para dos personas, así que tuvo que ir solo otra vez. En el torneo le fue muy bien. Demostró su gran imaginación, control y disciplina, venciendo a los jugadores en la primera ronda y pasando a las semifinales. Allí derroto a los mejores del otro grupo y se perfiló para la gran semifinal. En ese juego se definiría todo: al final gano. Fue un éxito bien merecido, y los organizadores y os demás participantes, lo vitorearon como el campeón nacional de ajedrez de aquel año.
Cuando regreso a su habitación del hotel, trató de hablar por teléfono con su madre para contarle la noticia, pero extrañamente nunca le contestó. El no podía crees que su madre no estuviera en casa a esas horas, así que pensó que era un problema con la línea telefónica. Espero toda la noche y regresó en el primer avión del día siguiente a la ciudad. Cuando llegó a casa, le extraño que había gente frente a ella. Al atravesar ese grupo de personas, llegó a la puerta y lo detuvieron dos hombres. Algo muy raro estaba pasando.
Su madre había muerto por una fuga de gas en la casa. Ella se acostó a dormir y no se dio cuenta de que dejó abierta una de las llaves de la estufa. Fue a acostarse a la cama a buena hora y murió por intoxicación. No dejaban entrar a Roque a la casa, quien desesperado gritaba y exigía ver a su madre. Después de airear la casa y hacer las investigaciones de rutina le permitieron entrar a verla. Allí estaba ella, como dormida sobre su cama, con una cara de tranquilidad absoluta. Roque la miró y se dejó caer en el piso, junto a la cama.
Se llevaron el cadáver, dejándolo solo. Él sólo empezó a desempacar la maleta y tirando la ropa sobre la cama, sacó su tablero y piezas de ajedrez. Lo puso sobre la cama a un lado de donde estaba su madre y acomodó todas las piezas. El jugaría las bancas y su madre las negras. Se sentó ahí de lado del tablero e hizo su primer movimiento: sacó un peón para iniciar una siciliana cerrada. Entonces se quedó esperando eternamente a que la contraparte hiciera su movimiento. Nunca más volvió a jugar ajedrez, ni a leer sobre su historia ni sus mejores partidas. Nunca mas volvió a hablar y vivió una vida de ermitaño, por lo que no se supo más de él, el recién nombrado Campeón Nacional de Ajedrez.
Luis G Torres nació en la CDMX, hoy avecindado en Cuernavaca Morelos desde hace años. Es egresado de la Escuela de Escritores Ricardo Garibay, de Morelos. Ha participado en cursos y talleres de cuento con Frida Varinia, Daniel Zetina, Miguel Lupián, Alexander Devenir, Gerardo H. Porcayo, Roberto Abad, Efraim Blanco y otros. Ha publicado en una treintena de revistas electrónicas. Otros cuentos están incluidos en antologías nacionales y latinoamericanas. En 2021 publico en INFINITA su primer libro: Pequeños Paraísos perdidos, y el año de 2022 Sin Pagar boleto, cuentos y narraciones de viajes por México. En febrero del 2023 presentó su tercer libro de cuentos INQUIETANTE, bajo el sello de Infinita. En enero de 2024 presentó su más reciente libro de cuentos, titulado OMINOSO (En editorial Lengua de Diablo). Colabora activamente en la revista LETRAS INSOMNES.
Me gustan las historias donde los niños realizan hallazgos inesperados. Ya me estaba emocionando y luego me rompiste el corazón. ¡Muy bien!