… ¿y quién protege las imágenes de las víctimas?

La nota que te sacude te encuentra. Estaba yo desplazándome a través de las páginas
web y de pronto la vi, una nota roja que se añadía a la larga lista de estos crímenes. La
nota llamó mi atención porque se trataba el feminicidio de una niña de 12 años. Me
conmoví porque también el hecho conmocionó a una buena parte de la sociedad
colombiana; además, mirar las fotos de una pequeña cuya vida fue cegada, me llevó a
seguir el caso.

La noticia se hizo viral a nivel nacional, sólo bastaba escribir algunos datos en
un motor de búsqueda de la Internet para informarse. En su nota del 18 de octubre, el
periódico El Tiempo reportó que la Fiscalía General de la Nación de Colombia con un
“enfoque diferencial de género”, junto con la Policía Nacional, recogieron evidencias
que responsabilizaron a Brayan Snaither Campo Pillimué, de 32 años, en el asesinato y
ocultamiento del cuerpo de la niña Sofía Delgado Zúñiga de 12 años, el pasado
domingo, 29 de septiembre del presente.

El hecho ocurrió en el corregimiento Villagorgona en el municipio de
Candelaria, localidad de 23.992 habitantes ubicado al sur occidente del país. A
grandes rasgos, Sofía salió a la casa cercana de sus abuelos a recoger un champú para
bañar a su mascota. En su camino, pasó por una veterinaria, donde el inculpado la
atrajo con el engaño de regalarle un collar para su mascota. Rápidamente, el hombre
cerró la cortina del establecimiento. La descripción de los pormenores del asesinato
fue ampliamente detallada en las redes sociales con la típica saña para infundir
repudio ante un acto tan deleznable y por ello, no será relatada aquí.

Dicha noticia del periódico El Tiempo mencionó asimismo que minutos antes
de agredir a Sofía, el inculpado con el mismo modus operandi intentó agredir a otra
niña. Afortunadamente, la otra niña logró escapar al escabullirse cuando este personaje iba a cerrar la puerta de acceso. La niña alertó a sus padres, quienes debido al gran revuelo mediático en curso por la desaparición de la niña Sofía, interpusieron una denuncia telefónica ante la autoridad de seguridad de aquel país, la Seccional de Investigación Judicial y Criminal (SIJIN).

Me pareció insólito que las denuncias fueran realizadas con prontitud, pero sin
resolución por parte de las autoridades. La denuncia de la desaparición de Sofía fue el
mismo domingo 29 de septiembre y la de la niña que logra ponerse a salvo fue al otro
día, lunes 30 de septiembre. Mientras que la aprehensión del agresor fue 19 días
después. En este lapso, en el curso de las investigaciones, según la nota del periódico
El Tiempo, se descubrió que el sospechoso ya estaba vinculado a un proceso judicial
desde hacía 4 años por haber violado a otra niña de 14 años, empero aquel trámite ya
había prescrito.

Por su parte, el periódico El Colombiano, en su nota del 15 de noviembre
reportó que los familiares de la afortunada niña, quien logra huir del inculpado, se
preguntaron sobre el desempeño de las autoridades. Al respecto un familiar dice:
“¿Por qué no actuó rápido la Sijín sabiendo que nosotros ya les habíamos dado
indicios? Ellos (la Sijín) nos mandaron la foto y mi primita dijo que sí era el
muchacho. No nos dejaron publicar la foto porque, según ellos, eso entorpecía la
investigación. Mi familia advirtió de eso y queríamos entrar en el caso de Sofía, porque
ya sabíamos lo que le había pasado a mi prima”.

Me pregunté entonces por estos 19 días perdidos mientras el caso de Sofía se
hacía viral cada día más. En este lapso, además se publicaron alertas en la comunidad
con videos en las noticias locales y nacionales en los que los padres rogaban para que
la regresaran con vida. Al parecer, la insistencia de los habitantes de la comunidad y la
presión mediática lograron que las autoridades de la SIJIN identificaran al sospechoso.
Cuando por fin lo capturaron, el 16 de octubre, dicho personaje aceptó y confesó ante
la fiscalía la responsabilidad del crimen perpetrado a la niña Sofía.

Este es tan sólo uno de los casos ocurridos en este año en Colombia. El boletín
estadístico mensual del Instituto Nacional de Medicina legal y Ciencias Forenses de
Colombia reporta casos de asesinato de niñas, niños y adolescentes entre 0 y 17 años.
Estas cifras son las acumuladas hasta el mes de septiembre de cada año. Para 2021,

379; en 2022, 375; en 2023, 400; y en 2024, 387 casos. A partir de 2022, dicho
instituto crea el rango de edad de 10 a 14 años, donde entra la edad de Sofía. En
efecto, es mayor la cantidad de homicidios a partir de 15 años; sin embargo, este
rango 10 a 14 años es sensible y de una mayor vulnerabilidad porque es donde inicia
el incremento de las cifras.

Para indagar en este caso, también yo “caí” en las primeras entradas de la web
con descripciones de los hechos y fotografías de los implicados. Después revisé los
periódicos para saber a detalle y me alivié parcialmente al notar que los periódicos
mostraban asimismo muchas fotos y por lo menos, omitían las fotos de Sofía.
Regresando al manejo de las imágenes en las otras plataformas, me di a la tarea
de escribir el nombre Brayan Campos en la plataforma de Facebook. Tan sólo al bajar
el cursor visualicé varias entradas de blogs recopilados allí que informaban del caso a
detalle con fotos del lugar, los implicados como la esposa del agresor y diversas fotos
de la niña.

Lo que me sorprendió fue el tratamiento de estas fotos. Me aventuré a
construir otro “acontecimiento”. En una aparecía la superposición de dos fotos: la del
inculpado y la de Sofía como en una sola toma, casi como en close up. Es decir, se
dedica el mismo tamaño a cada uno indicando dos rostros unidos. En otras fotos
aparece el inculpado en mayor tamaño con tatuajes, mostrando “todo su poderío” y la
de Sofía en menor tamaño. En otras, la foto de Sofía es ampliada, “casi angelical” y la
foto de su asesino en un tamaño más pequeño. En otra imagen más, igualmente la foto
de la niña ampliada al fondo y en primer plano los inculpados, el agresor y su esposa.
Tal cual, un espectáculo de imágenes: dos rostros de personas de gran belleza,
un joven y la niña agredida. Lo anterior recuerda el estereotipo de romantización del
abuso en un clima de violencia generalizada que origina multiplicidad de opiniones en
cada blog o foro.

Efectivamente, los comentarios en el blog son de denostación y repudio para el
inculpado. Además de las imágenes, el morbo se alimenta de las descripciones paso a
paso de lo sucedido a la niña hasta su muerte y desaparición del cuerpo. Así pues, la
nota roja se expande desde ámbitos local y nacional hasta el global en las redes.

Además, en los comentarios en estos blogs se recrea este morbo inaudito que
genera el odio hacia el criminal, llamándole “monstruo” y comentarios relativos a que
dejen descansar el alma de Sofía. Interesante que no leí comentarios en torno a la
petición de respeto por la memoria de una niña ni por su identidad.

Por otra parte, los creadores de contenido de blogs, videos y podcast explotan
el dolor a nivel global para ganar más índices de audiencia y obtener seguidores e
íconos de pulgares arriba para sus emisiones o cápsulas informativas porque la nota
será reemplazada prontamente y así con las siguientes. Efectivamente, después del 20
de octubre ya no hay más información de este caso, a excepción de la nota mencionada
anteriormente de noviembre del periódico El Colombiano.

Aunque los padres hubieran autorizado la publicación de las fotos de la niña,
me surge la pregunta de si este acto inocente mantiene su sensibilidad y su pena a
nivel de las redes. Supuse las fotos de la vida y la cotidianeidad de Sofía puestas a
disposición como si los padres las hubieran repartido precisamente ahora que ya no
se encuentra en este mundo para que no la olvidemos, para mantener su memoria.
Consideré el amor de los padres, de la familia y toda la solidaridad y, el enojo de los
vecinos de aquella reducida comunidad quienes incluso quemaron la casa del asesino
confeso.

Nuestra alfabetización digital y de género podría indicarnos que ésta no es la
forma del tratamiento a las publicaciones sobre una víctima. Es un reto desafiar el
morbo que nos presentan, el dolor de los familiares, el respeto a una menor de edad.
Además, este manejo informativo de las imágenes para construir otro
“acontecimiento” como espectáculo de hechos hacia otros significados distractivos,
que a su vez sitúa a las niñas, niños y adolescentes como objetos para que cualquier
persona pueda atentar o agredirles.

Finalmente, el exhorto a analizar los fines mercantiles de las publicaciones de
estos casos en las redes, el contexto de impunidad y la falta de justicia en las
instituciones. Lo anterior funciona para eludir las deficientes condiciones
estructurales que experimentan niñas, niños y mujeres, quienes resultan ser víctimas
en contextos socioeconómicos desfavorecidos de indefensión y falta de respeto.
Incluso, les revictimizamos nuevamente con este manejo antiético. Acaso mostrar la foto de la menor sea parte de una publicidad normalizada para rechazar de facto estos manejos de noticias de homicidio de menores de edad y feminicidios. Me cuestiono: ¿cómo contribuimos a hacer viral las noticias de una víctima de feminicidio?, ¿qué pasa con la protección a menores?, ¿qué nos pasa como sociedad?

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